APODOCUENTOS
Texto
y Fotos: Ricardo Luis Acebal.
Alguien que "algo
entiende" acerca del humor de los argentinos, don Luis Landriscina, alguna vez expresó:
"El poner un apodo es un
gesto de humor popular. Para ejercitar esa costumbre no es necesario ser
estudioso de Literatura ni instruído.
¿Cuáles son las cualidades
de este gesto de humor? Fundamental poder de observación, sentido del humor,
poder de síntesis porque ese sobrenombre debe encerrar graciosamente las
cualidades o los defectos sobresalientes, "tics" o conductas...
Los entrerrianos son los
tipos más capacitados en eso de poner sobrenombres, tanto como los cordobeses."
Alsina en la plaza principal de su natal Villaguay: "Entre Ríos tiene un riquísimo acervo oral desbordante de comparaciones, dichos, cuentos, apodos..."
... "renglones en los cuales
el `panzaverde` -al margen de las inevitables confrontaciones con otros
provincianos- es particularmente fecundo."
"Mi reconocimiento
profundo y para siempre a Marcelo Bertolini, Alberto De Piero y Agustín di
Sciascio, los ilustradores del libro. Igual agradecimiento para Horacio
Bidegain, el creador final (léase diagramador) de Apodocuentos y otros
retratos".
Primer nieto
"Primer nieto". Tan
naturalmente se lo llama por su apodo que éste ya parece su apellido. Pero no.
Es el sobrenombre que le han encajado a este eterno enamorado de la mujer. (No.
De su mujer no, porque es soltero; de LAS mujeres).
Quién diría que ese
inocente destino de vivir en brazos de los abuelos que tiene todo primer
nietito iba a inspirar un sobrenombre...
Su poseedor, un don Juan
de Concepción del Uruguay -de suerte varia con las damas pero al que no le hacen
mella las derrotas- se lo ha ganado ampliamente.
(Entre las muchas
anécdotas suyas, va una: dicen que cuando nos visitó tanta gente para el
Mundial del `78, estuvo a punto de hacer un papelón con una pollera que pasó a
su lado. No advirtió que era un futbolista de la delegación de Escocia...)
De ese constante vivir
exaltado por las muchachas, la razón de su apodo: "Primer nieto". Porque vive
alzau...
Sol de noche
Anda por las siete colinas
de Victoria pregonando su original filosofía:
-¿Pa` qué te vas a lavar
los dientes...- ¡Si con cualquier cosita se te ensucian de nuevo...!
Este es uno de los tantos
pensamientos que explican la poco higiénica idiosincrasia de "Sol de noche".
Otro concepto suyo:
-El verano es pa` los ricos. No hay pior cosa que trabajar cuando hay mucho
calor. Además, tenés que andarte bañando dos por tres...
En realidad, esto último
es lo que más le molesta. Sin embargo, fíjense, en invierno se baña con esa
frecuencia: dos por tres: dos baños cada tres meses.
Con estos ejemplos es
fácil entender el porqué de su apodo: "Sol de noche". Se cambia la camisa
recién cuando se le rompe.
Pizarrón de quiniela
Hay que admitir que no
todo el mundo lo odiaba. Había gente -que pensaba y actuaba como él- que hasta
lo admiraba.
(Lógico. Gente que también
entendía que todos los pobres lo son porque son vagos. Que los sentimientos son
un espejismo propio de los humildes. Que no se puede tener amistad con alguien
que no sea "importante". Que ser buen tipo no viste, es una antigüedad y no
deja beneficio material alguno. Etcétera).
Pero la inmensa mayoría de
la población de Nogoyá lo aborrecía. Por eso el apodo me parece bárbaro:
"Pizarrón de quiniela". El 90% lo putea.
Sin mate no hay humor.
RETRATOS DE ALLÁ
Según Juan Carlos Alsina,
esta parte del libro así titulada "es una
selección de anécdotas en las cuales la esencia de lo que pasó no está
adulterada. Sí recreada, aderezada con la imprescindible dosis de humor criollo
que le fueron poniendo los narradores orales `de allá`, un humor muchas veces
emparentado con el grotesco."
De esto Alsina sabía un
rato largo, ya que fue actor teatral en el inolvidable "Caminito" (del barrio
de La Boca, en la Ciudad de Buenos Aires) junto a otro actor entrerriano
inolvidable: su gran amigo Osvaldo
Terranova.
Ramincho
Del campo -tareas varias
como trabajador rural- Ramincho pasó al pueblo como gastronómico. Tenía un
restaurante que se hizo muy famoso en poco tiempo. De esa casa de comidas son
estos platos que él enumeraba cuando no había tenido tiempo de escribir el
menú:
-Bayonesa.
-Chiletas a caballo con
buebos.
-Concretas de arroz.
-Purés a las papas.
-Almóndigas con purés.
Precisamente, le había
nombrado todas estas exquisiteces a un viajante, cliente ocasional, y este no
se decidía a pedir ninguna. Ramincho siguió enumerándole el menú, cada vez con
menos ganas:
-Y hay puchero también...Y
claro... hay sopa...
-¿Qué más?
-Milanesas politanas...
-¿Qué otra cosa?...
-Y ravioles... con estofado
los ravioles...
-¿Qué más?
-Le podemos hacer un bife
también...
-¿Y qué más?
Ramincho agotó su
paciencia:
-Pero dígame...¿¡ Usté ha
venido a comer o a hablar al pedo!?
"El rengo" Silva, un músico un tanto desorejao y Don Petisco, muy distraído el hombre.
La Pescao
Es increíble a cuánto
puede llegar el poder de sugestión.
El caso que voy a contar
de "La Pescao" -ignoro el porqué de su apodo pero así le decían- es un ejemplo
de ese don poderoso que tienen algunos para sugestionar, influir sobre el
prójimo.
"La Pescao" era una vecina
muy comedida. Su especialidad, en cuanto a favores vecinales, era vestir y
arreglar finados. Doña Telémaca Moreira había muerto. Y al Chengo, el hijo
mayor, no se le podía avisar. Estaba trabajando en las deschaladas, al norte de
Santa Fe. (¡Vaya a saberse dónde exactamente...!)
Pasaron años -como diez,
creo- sin que el muchacho volviera a las casas. Hasta que el Carnaval de Barrio
Sud lo trajo. Cuando supo de la muerte de su madre, no sólo renunció a los
bailes sino que también quiso ver a la finada. Desconsolado estaba el pobre.
-¡Pero Chengo...! -le decían
los hermanos- hace más de diez años que murió máma... ¡Cómo vas a verla...!
No hubo caso. Se empacó y
no habló más a la familia. Ni comió. Tomaba vino tinto caliente nomás.
Ya se estaba enfermando
cuando -tras larguísimos debates- los demás resolvieron hacerle el gusto.
La finada yacía en
Villaguay. (En un cajón municipal, de madera finita. Y en tierra) Allá fueron a
buscarla.
Cuando volvieron con la
querida carga, hicieron otro cabildeo. Esta vez con Chengo incluido y para
designar a la persona que rearme a la extinta.
¿En quién imaginen que
recayó la elección? Sí. Adivinaron. En la famosa arregladora-vestidora-armadora
de finados. En "La Pescao". Con envidiable espíritu de sacrificio ésta se
encerró a solas con la difunta, mientras el viejo y los muchachos esperaban
afuera.
Dos horas dicen que estuvo
trabajando. Cuando terminó, el único que se animó a entrar fue el Chengo.
Antes de continuar, quiero
advertir que la pobre Pescao sólo tenía buena voluntad. Porque de anatomía no
sabía un pito. Sin embargo -¡lo que es la mente humana y el poder de
sugestión...!-, al ratito nomás salió el Chengo, llorando a los gritos. Y
diciendo: "¡Pobre mama... Tá igualita... Tá igualita!" Aseguran, juran "por esta
luz que me alumbra" y todo eso, que a la fallecida, "La Pescao" le había puesto
una tibia donde va el maxilar.
Yo no lo creo.
Alsina, en el escenario del Centro Cultural San Martín (Buenos Aires): "el alcohol es malo para la salud" (¡¡!!)
"La trifulca"
Aquí aclaro que aeste
"retrato" lo ilustré con fotografías que tomé en un típico boliche de las
afueras de Gualeguay, Entre Ríos. Se trata del de don Ernesto Perchivale. Por
supuesto don Ernesto no es Avelino Gallardo ni su almacén y despacho de bebidas
se llama "La trifulca", pero sí recuerdo que en la trastienda tenía un loro. Y
casi seguro que se llamaba Pedrito.
En este boliche se arregla todo en diez minutos
Contrariamente a lo que
pueda sugerir el nombre, este singular almacén y bar de Lucas Sur era famoso -entre otras cosas- por el espíritu apaciguador de su dueño, don Avelino Gallardo. Y de allí el apodo
que a éste le habían puesto: don Poxipol. En 10 minutos lo arreglaba todo.
Nombre completo del
boliche:
Almacén, Bar y Tiatro "La trifulca"
. "Tiatro" porque bajo su
techo también florecía el secular arte de las tablas.
Entre los que descollaban
estaba el gringo Lugren, autor y director de la obra "Una madre atormentada y
un hijo adolorido".
Actriz principal, la
Odila; que según Lugren, "no sirve pa` atriz. Porque tiene que dentrar, ver la
madre muerta... y sorprenderse. Y la Odilia se rái nomás..."
Pero la obra más
apasionante era la que no tenía libreto. Esa que protagonizaban un sinfín de
personajes que parecía se convocaban a diario para actuar en "La trifulca".
Además de los dueños de
casa, el nombrado Lugren y la Odila, actuaban en el tablado imaginario -con la
escenografía natural de copas, estantes, mostrador...- un montón de insignes
parroquianos y amigos de la familia. Pero por estas páginas solamente cruzarán
los que pasaban del otro lado del mostrador y se atendían solos.
Empiezo por
el elenco estable. (Los dueños de casa).
El ya citado Avelino Gallardo, el bolichero, había
comprado una balanza nuevita. Y estaba loco por estrenarla. Pero toda esa tarde
no tuvo ocasión alguna: cuanta cosa fueron a comprarle ya venía envasada y
pesada: latas de tomate, arvejas, choclo, picadillo, "patefuá", vino, ginebra,
caña, "cornebif"... Dicen que esa noche se fue a la cama demás alunau...
Al día siguiente no
aguantó más. Y se la agarró con el primer cliente, el gurí del Tato Giménez,
que entró a comprar alpargatas para el padre (patonísimo).
-¿Me vende un par de
alpargatas del 10...?
-No vendo más por número.
Vendo por kilo...
El chiquilín se quedó sin
respuesta. Pero don Avelino lo ayudó:
-¿Cuánta plata tenés...?
-Docincuenta...
-Ahá... Te alcanza pa` medio
kilo...
Antes de que el muchacho
pudiera decir nada, el bolichero -que, hay que comprender, estaba desesperado
por estrenar su chiche- les pegó un machetazo a las alpargatas y las dejó
clavadas en 500 gramos.
Contento don Gallardo se
las entregó bien envueltas en papel de estraza.
Doña Casiana
,
su consorte, atendía habitualmente la Sección Bar. Era lo que se dice una
experta en psicología aplicada. Observen: Dos por tres caía alguien hecho sopa
por dentro con caña y/o ginebra. (Mamau hasta las patas, que le dicen) Pero aún
sediento y pidiendo otra copita.
Doña Casiana era demás
caritativa con sus "clientes y favorecedores" y no iba a contribuir a dañarles
la salud. ¡Qué esperanza! Y les servía de botellas especialmente preparadas al
efecto: mitad agua y mitad ginebra o caña. (Sólo dos gustos tenía de estas
bebidas "suavizadas") Pero, para que el hombre no lo advirtiera, la buena mujer
apelaba a un recurso que no le fallaba nunca: cuando el mamerto se iba a tomar
la "cañagua" ella torcía la cara y cerraba los ojos como evitando ser testigo
del suicidio. Enseguida clamaba:
-¡Ahhh! ¡Ladiate hígado!!!
Tan convencido quedaba el
hombre que, después del trago, hasta tomaba aire para atenuar el efecto...
Pinico Gallardo
,
el "nene" de la casa. 15 años. El 2° grado, cursado cuatro veces. Muy mal en
todas las materias. Pero su especialidad -en andar mal, claro- eran lectura y
escritura.
Como testimonio transcribo
un ruego repetido infinitamente a la maestra por parte de Pinico:
-Dizemáma que ¡no me haga
ler más porque ze me jode demáh la cabeza...!
Pero presencien un
instante de aprendizaje de lectura:
La maestra
:
-¿erre-a...?
Pinico
: -Ra.
La maestra
:
-¿Te-a...?
Pinico
: -Ta...
La maestra
:
Bien. Todo junto ahora: ¿Erre-a-te-a...?
Pinico
:
¡Laucha!
La música amansa a las fieras...
Cierra el elenco de la
casa... el loro.
Como sugerí anteriormente,
"La trifulca" era muy visitada en su Sección Bar gracias al talento empresario
de doña Casiana. Anexo invariable era el W.C. que en el fondo, a casi media
cuadra, servía de alivio a los parroquianos menos sobrios...
Y ahí nomás, en una rama
del naranjo, Pedrito (¡Cómo más se iba a llamar!)
Veterano testigo de
borracheras de toda clase. Espectaculares, intrascendentes y más o menos.
Por las incontables que
había presenciado, a Pedrito le había quedado un tic inevitable: ante las
primeras evidencias de "descarga bucal" del borracho de turno, Pedrito entraba
como en competencia con él. Su arcada era perfecta. Y la remataba con la frase
que había oído mil veces:
-Uuuuuáaa... ¡qué pedo
tengo! Uuuuáaaa... ¡qué pedo tengo! ¡Ajjj! ¡No chupo más...!
Ahora, les toca entrar a escena a los "actores
invitados"
. (Reitero: únicamente los
parroquianos más notables. Y sólo fugaces pantallazos de cada uno).
"Reboredo", "Cóceres", "Sánchez" y "Rodríguez" (de espaldas y semioculto por el noble cuadrúpedo
Comencemos por el Sapo Reboredo; desocupado profesional.
Argentino, soltero. Hobby: amansarle los zapatos nuevos a sus hermanas. (Calza
el 49. Sus hermanas dos números menos).
Un vecino que lo
sorprendió en plena tarea de doma anduvo después murmurando cosas acerca de su
moral. Pero don Sapo -como respetuosamente lo llaman los más jóvenes- es bien
varoncito. Don Sapo es de la época en que un provinciano, después de vivir
algún tiempo en Buenos Aires, debía regresar al pago indefectiblemente con
lentes oscuros. Era una especie de diploma de porteño. Reboredo, que había
estado tres meses en la Capi, no podía ser la excepción. Y los usaba hasta de
noche.
Fácil es imaginar que se
llevaba gente, árboles, animales y hasta alambrados por delante...
Heraclio Cóceres
. Uruguayo. Alambrador prestigioso. Virtualmente vivía este hombre en
"La trifulca". Seña particular sobresaliente: obsesionado por ser considerado
culto.
Tres ejemplos:
1-No sabía rezar. Pero
para que no lo tomaran por bruto, decía -en voz baja y, eso sí con gran unción
religiosa- el único grupito de palabras que sabía de memoria: Oí mortaleh el
grito sagrado... Libertá, libertá, libertá...
2-El hijo mayor era agente
en la Jefatura de Policía de Villaguay. En vísperas de un feriado la madre del
muchacho le preguntó a Heraclio: -¿Vendrá el Moncho mañana? Si no le toca
guardia capaz viene, ¿no Cóceres...?
Cóceres no podía
desperdiciar la ocasión. La maestra, que pasaba por allí en ese momento, debía
escucharlo.
-A lo mejor nomá le dan
asuelto y lo largan...
3-Estaba orgulloso de su
cuchillo marca "Arbolito", un caronero cabo de asta. Lindísimo, en verdad. Y de
muy buen acero alemán. Siempre había alguien que, por hacerlo hablar, le
retaceaba méritos a su arma:
-¡Salí con esa lata...!
-¿Lata? ¡Tuagüela...!
Es Arbolito, solingen... ¡y
made in!
Venga al pie callado don Frías...
También estaba Higinio Sánchez; hombre venido de
Feliciano: tropero; trabajador en guascas muy reputado. Pero demás
contradictorio:
-¡Ufff! ¡Qué calor...! -se
quejaba. Y se ajustaba bien al cuello el nudo del pañuelo...
Enemigo acérrimo de andar
contrayendo responsabilidades:
-Yo no tengo obligación de
peliar si hay lío con otro país: Cuando la jura de la bandera yo me quedé
cayau...
Aunque la lista de
personajes podría llenar muchas carillas más, cierro esta galería con Chicho Rodríguez.
Llegó como garrapatero y
se quedó. De Galarza, creo que era. Y siempre vivió solo.
La personalidad de Chicho
mostraba varias facetas destacadas.
Una: era muy pero muy
entretenido. Tan amigo de olvidarse del tiempo que, cuando salía de paseo -lo
aseguran todos pero a mi no me consta- en vez de reloj usaba almanaque.
Otra: demás sediento.
"La trifulca" fue testigo
de su última actuación espectacular en estas lides: la borrachera que se agarró
festejando que había sacado "la grande de Entre Ríos". El primer premio de la
Lotería Provincial.
Chicho empezó convidando
con las copas a los más allegados solamente. Y terminó pagando incontables
vueltas de lo que se les antojara tomar a quienes llegaban de paso. (A las
criaturas, aunque más no fuera les regalaba galletitas. ¡Y guay que algún gurí
no las quisiera...!)
-¡El 14058...! ¡Aibrrr!! -gritaba golpeándose en la boca.
Con ese número Chicho
había sacado 5 millones. Y eran tiempos en que tener millones era ser
millonario...
Totalmente en pedo,
nuestro héroe marchó para las casas. Tardó casi una hora en cubrir los cien
metros que había desde el boliche.
-¡El 14058...! ¡Aibrrr!! Y
entró a prenderle fuego al rancho. Cuanto más borracho estaba, mejor le salía
el alarido:
-¡Aibrrr!!! ¡No te va a quedar ni el esqueleto rancho viejo! Esa noche durmió
debajo de un tala porque ya no tenía otro techo.
Cuando se refrescó -a
media tarde del día siguiente- se dio cuenta de que el billete premiado había
quedado adentro...
Para cerrar, un pantallazo
con otra característica descollante de Chicho Rodríguez: su mal genio.
Asomado a la puerta de "La
trifulca" recibía en la cara el viento norte. (Dicen que ese viento enloquece
hasta las yararás. ¡Qué no iba a hacer igual efecto en el pésimo talante de
Rodríguez...!)
Un automovilista que
pasaba por allí -y tuvo la mala suerte de toparse con Chicho- fue la víctima
principal del viento norte de ese día.
-Dígame amigo... ¿Estará muy
pesado el camino más adelante?
-¡Ahá! ¡No tengo pa puchos
y via tener pa balanza...!
AL AMIGO...
Le estoy dando el final a
esta nota hoy 20 de diciembre de 2019, día en que Juan Carlos Alsina hubiera
cumplido 85 años. Había nacido en Villaguay, Entre Rios, en 1934.
Se fue para el lado de las
nubes el 1 de mayo de 1994 en Buenos Aires.
Cuando dio a conocer su
"Apodocuentos y otros retratos" en 1992, me escribió una dedicatoria que ahora
compartiré con ustedes como ejemplo de que a su buen humor, a su imaginación, a su
"corazón" en suma era imposible mensurarlo. Su vida fue toda creación, toda
Luz.
El Gualeguay y el "Gayina". Por ese río emblemático entrerriano al que tanto le cantó rumbeó hacia el Azul aquél 1 de mayo, aunque los papeles digan que fue en Buenos Aires.