¡MALAGUEÑO SALEROSO!
Mi nombre es Juan Manuel Jiménez Muñoz. Soy médico de familia en Málaga. Tengo
60 años, y ejerzo mi profesión desde hace 35. Mi número
de colegiado es el 4.787. Y este dato lo aporto por si alguien, a raíz de esta
lectura, me quiere denunciar o poner una querella. Será un honor.
El método científico, desde Galileo Galilei, nos ha
sacado de las sombras. La electricidad, la radio, la televisión, los GPS, los
teléfonos, los viajes espaciales, los antibióticos, las vacunas, los
telescopios, la anestesia general, el saneamiento de las ciudades, la
depuración del agua, las radiografías, las resonancias, los rascacielos, los
aviones, los trenes, el cine, las fotografías, los ordenadores, y nuestra vida
al completo, dependen de una ocurrencia de Galileo. Una ocurrencia en tres
pasos para averiguar entre todos cómo funciona el mundo:
1-Establecer una hipótesis plausible sobre un
problema concreto. Por ejemplo: "yo creo que el agua estancada contiene unos
animalitos minúsculos que causan enfermedades". O: "yo creo que cuando un imán
gira alrededor de una bobina se genera una corriente eléctrica". O: "yo creo
que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés".
2-Realizar experimentos para comprobar la veracidad
o la falsedad de esa hipótesis.
3-Publicar los experimentos para que cualquier otro
los pueda reproducir, afirmar o refutar.
Y ya está. Qué tontería. Y gracias a eso, Y NADA
MÁS QUE A ESO, la sociedad de 2020 es completamente diferente a la de 1700.
Diré más. Si como por arte de magia pudiésemos trasladar un habitante del año 1
hasta el año 1700, apenas notaría diferencias en lo esencial de la vida: se
adaptaría sin problema. Pero si trasladásemos a un habitante del año 1700 al
2020, se moriría del susto. Literalmente.
Gracias al método científico tenemos herramientas
para erradicar una pandemia, o para hacerla soportable: la del coronavirus, por
ejemplo. Gracias a la ciencia no hay viruela. Gracias a la ciencia no hay
leprosos en Europa (o son casos muy contados). Gracias a la ciencia, los
pacientes VIH positivos ya no se mueren de SIDA, sino que llevan su enfermedad
como los pacientes crónicos. Gracias a la ciencia, muchos cánceres se curan.
Y que después de 300 años de éxitos tenga uno que
soportar lo insoportable, resulta estremecedor: la caída del modelo y la
sustitución por la farsa, por la charlatanería, por la incultura, por el
pensamiento mágico, por la vulgaridad, por el despropósito y por la democracia
aplicada a la ciencia, donde el analfabeto opina sobre el coronavirus en
igualdad de altavoces que el más docto catedrático de virología, y donde los
tratamientos y las medidas de contención de una epidemia son a la carta.
Hay grupos organizados que parecen añorar la Alta
Edad Media, aquella que tan magníficamente plasmó Umberto Eco en "El Nombre de
la Rosa": con su mugre y sus hambrunas, con sus gentes muriéndose de peste o de
viruela, con los libros encerrados en monasterios sin acceso para nadie, sin
luz eléctrica, sin agua potable, sin nada.
Aunando esfuerzos, una mezcla infernal de
terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, sectas satánicas, neonazis,
adoradores de ovnis, hedonistas ácratas, cazadores de masones, fetichistas de
los porros, delirantes con el 5G, ecologistas que no han visto jamás una
gallina e imbéciles con pedigrí, pululan en todas las redes sociales
instaurando una nueva religión que, mucho me temo, está calando más de lo que
imaginaba en una población carente de cultura y liderazgo. Eso no es nuevo.
Tarados los hubo siempre. Pero médicos y biólogos liderando imbéciles
acientíficos y abjurando de la ciencia para adquirir una fama pasajera, eso
nunca lo viví. Y nunca pensé que mis ojos lo verían. Y nunca creí que los
Colegios de Médicos, o de Biólogos, giraran la cabeza hacia otra parte y no
alzaran su voz contra el medievalismo.
Que un grupo de 200 médicos se autodenomine
"Médicos Por la Verdad", ya es una ofensa gravísima para el resto de los
médicos que ejercemos en España, que somos 160.000. Porque quiere decir, ni más
ni menos, que los 159.800 médicos restantes que no estamos en la secta somos
"Médicos Por la Mentira". Y a mí no me llama mentiroso ningún hijo de la gran
puta. Por mucho título que tenga.
Que se estén dando conferencias, y publicando
libros (uno de ellos con seis ediciones en un mes), para afirmar que no hay
pandemia, o que los individuos sin síntomas no contagian, o que esto es igual
que una gripe, o que es preferible la experiencia personal a las publicaciones
científicas revisadas por pares, o que el dióxido de cloro funciona contra el
coronavirus, o que el dióxido de cloro no es tóxico, o que las vacunas que
existen ahora provocan autismo, o que las vacunas llevan microchips para
controlarnos, o que los aviones esparcen desde el cielo cristales para
contagiarnos, o que no llevar mascarillas es un acto saludable de rebeldía,
resultaría risible si no fuese mortal de necesidad, y si quienes defienden esas
barbaridades fuesen mariscadores gallegos, aceituneros andaluces o pescadores
cántabros, y no licenciados o doctorados por una Universidad.
Hace poco, sesenta imbéciles acudieron a Las
Canarias para reunirse en una playa a contagiarse a propósito. Habían quedado
por Internet. Y yo, desde mi muro, acuso a quienes deberían ser líderes
sociales, y no lo son, de favorecer esos comportamientos criminales con sus
discursos absurdos.
No es época de división, ni de actuar cada uno a su
bola. Por desgracia, nadie lidera la crisis. Es evidente. Digo ningún político.
El Gobierno Central ha dimitido de sus responsabilidades. Incluso tiene que
sobornar a los autonómicos para que acudan a las reuniones. 17 Reinos de
Taifas, 17 desastres organizativos. A cuál peor. Ni una puñetera norma en
común. Ni un solo registro compatible. Y además de eso, por si fuese poco, una
sarta de embusteros con el título de licenciado envenenan a la sociedad en
lugar de aconsejarla, de guiarla, de cuidarla, prestándose a decir lo que
muchos quieren escuchar, lo que ahora vende: que el coronavirus es un invento
de las superpotencias para disminuir la población mundial, para enriquecer a
las farmacias y para cargarse a los ancianos, pero que, sin embargo (y mira tú
que curiosa paradoja), la tal pandemia no existe.
Compañeros médicos, biólogos, abogados,
farmacéuticos y licenciados de toda clase y condición que habéis optado por
llevarnos otra vez a la Edad Media: sois la vergüenza de la profesión, y no
sois dignos de que os llamemos compañeros, y mucho menos científicos. Sois
pocos, pero metéis mucho ruido y confundís. Sois pocos, sí. Pero mala gente. Y
decís cosas por las que, de haberlas dicho en la Facultad de Medicina o de
Biología cuando eráis estudiantes, jamás habríais obtenido ese título del que
ahora os valéis para vuestro propio beneficio. Un título del que, si de mí
dependiera, seríais desposeídos de inmediato. Lástima que no se pueda.
Podría elegir muchas estupideces de las que
defendéis, muchas barbaridades solemnes, pero me centraré en una sola, que en
vuestra boca merecería la cárcel: "las personas sin síntomas no contagian".
Cagoentóloquesemenea. ¿Dónde estabais el día que explicaron la tuberculosis, o
el SIDA, o la varicela? ¿No contagian los VIH positivos a pesar de estar
asintomáticos? ¿No hay tuberculosos bacilíferos sin síntomas de enfermedad? ¿No
se contagia la varicela desde pacientes en fase prodrómica? En fin. Mejor
callar, que me van a estallar las meninges.
Sois líderes que habéis elegido no serlo para convertiros
en bufones. Y eso, en época de zozobra, no tiene perdón de Dios. Ojalá se os
seque la yerbabuena.
Ah. Y otra cosa. Mis señas las di al principio. A
ver si tenéis cojones para meteros conmigo. Cojones, digo; ya que neuronas... las
justitas pa beber sin ahogarse.
Cagoentó.
Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico del Servicio Andaluz de Salud.
Colegiado en Málaga 4787.
¿ARREADOS COMO OVEJAS DEL REBAÑO DEL
PATRONCITO?
por Ricardo
Luis Acebal
Está
claro que el doctor Jimenez Muñoz dispara fundamentalmente contra los imbéciles
españoles, pero ¿cuál es la diferencia entre aquellos y los que tenemos en la
Argentina como para hacer dulce?
Es cierto que los que
detentan el poder mundial, esos personajes a los que sobre todo los medios de
prensa muestran como los más ricos en dólares, jamás aflojarán un centavo si no
es por la presión que le hagamos los millones y millones que componemos "los
más pobres". Aparentemente la cosa es sencilla de resolver: que todos los
pobres nos unamos y presionemos a los más ricos para que no nos exploten y
compartan. Sí, es fácil de decir, pero ¿qué haremos con los millones de
imbéciles que integran un sector de los pobres y los "medios" cuya motivación única es admirar y querer ser
tan poderosos como esos personajes que sobre todo los medios de información más
fuertes le muestran como "ejemplos"a
toda hora a través de la TV, los celulares, la prensa escrita, la radio, etc.
etc. con la inestimable ayuda "espiritual" de sectas "religiosas" cuyas sedes
centrales casualmente están prácticamente todas en Washington DC.?
Esos "poderosos" son los
que instalan que "hay una dictadura estatal que nos obliga a estar inactivos en
nuestras casas, que el corona virus es una gripecilla,
que se previene con dióxido de cloro, que la pandemia no existe, que saquemos a
relucir una vez más nuestra sacrosanta personalidad individualista y sin
barbijos ni ninguna otra precaución golpeemos las cacerolas contra los que no
nos dejan hacer la vida que se nos de la gana".
¿Y el otro, mi semejante,
mi compatriota? "¡Ah, que cada cual se cuide por su lado, que el que quiera
andar armado que ande armado y el que no tiene para comer será porque nunca
quiso trabajar ni progresar como los que integramos la gente decente!"
"Famosos" del Cine que convocan a las manifestaciones imbecilistas: Brandoni, Darin, Campanella, Martínez...