"AMÉRICA LATINA ES UN SOLO PONCHO"
por
Ricardo Luis Acebal
El encomillado del
subtítulo de esta primera nota se debe a que es una frase de don Atahualpa
Yupanqui, la que fue también título de uno de los capítulos de "Atahualpa
Yupanqui, el canto de la patria profunda" de Norberto Galasso.
El "contador de historias
que vino de lejos" (Don Ata) dice en el libro citado:
"Caminando territorio
jujeño sabemos que nos internamos en la antesala del gran silencio americano.
Reino de arcilla y cobre, alto y seco, huraño y sereno a la vez".
Galasso dice: "Así ingresa
Atahualpa en la Patria Grande, en la América Latina recóndita hacia la cual
apuntaba ya con su exaltación afectuosa del `camino del indio`. Esa presencia
indohispánica -que ya había bebido en Tucumán- se despliega ahora ante el
poeta. La vieja música, las fabulosas leyendas, las coplas populares, todo ese
aroma inconfundible de la vieja patria que al igual que Tupac Amaru ha sido
descuartizada y clama por la unión.
Allí, por sobre la
dominación hispánica y la maldición que ha lanzado sobre esa zona el
imperialismo británico, perdura la presencia india".
Don Ata: "Aún hoy vemos,
detrás de la palabra española y del perfil mestizo, el sello de aquella edad de
greda y sol y cobre y ríos y labrantíos azules más allá de los tolares y los
iros... Ojos grandes y oscuros, un cerco de pestañas, chuzas aindiadas... bocas
buriladas por la raza... el cabello lacio, el diálogo casi secreto, armonía entre
hombres, tierra y sol."
San Martín,
Bolívar,Belgrano, Artigas, Güemes, Juana Azurduy y quienes los seguían a pie
firme: indios, criollos y negros (a quienes integraban las tropas don Ata los
definía como "gente que no está informada pero lleva cultura en la sangre")
pusieron todo lo que había que poner para iniciar el camino hacia la obtención
de la Patria Grande de todos los americanos.
MANUEL UGARTE Y LA LUCHA POR LA UNIDAD LATINOAMERICANA
de
Norberto Galasso.
Prólogo
Hacia 1900, una nueva
generación irrumpía en los campos de la literatura y la política argentinas.
Eran jóvenes audaces, abiertos a los vientos ideológicos europeos que
predicaban utopías sociales, pero también signados por las viejas gestas
criollas de la patria chica. Leopoldo Lugones venía, desde el interior
provinciano predicando incendios. Alfredo Palacios enarbolaba la bandera roja
sin olvidar que su padre -Aurelio- había
militado en las patriadas de "los blancos" en la Banda Oriental. José
Ingenieros, que amaba profundamente al país a pesar de haber nacido en Italia
(Palermo) levantaba su voz tonante desde
"La Montaña". Ricardo Rojas -hijo de Absalón, caudillo santiagueño enemigo del
mitrismo- se introducía en la literatura pregonando su estirpe federal. Manuel
Gálvez -sobrino de don José Gálvez, gobernador de Santa Fe y hombre de
Pellegrini- también intentaba sintetizar las tradiciones nacionales con las
nuevas ideas del siglo.
Pero la Argentina vivía,
por entonces, un momento de quiebre profundo: atrás quedaba la patria de las
montoneras federales, sepultada por una república europeizada, volcada hacia el
Atlántico, donde preponderaban los capitales británicos. El poder iba a manos
de una clase dominante aristocrática y frívola, desdeñosa tanto del antiguo
aroma nacional como de las nuevas ideas sociales a las que consideraba
"disolventes". En ese cruce de caminos, los hombres de esa generación sufrieron
toda clase de presiones y desilusiones, sometidos algunos por el silencio,
otros por el periodismo, a veces tentados por el prestigio. Así Lugones pasó
del socialismo al liberalismo y luego al fascismo. Palacios coqueteó con los
grandes poderes para mantenerse vigente en la prensa. Ingenieros se apartó del socialismo, para
regresar luego audazmente a proclamar "los tiempos nuevos" de la Revolución
Rusa, sufriendo marginación y soledad. Rojas alivianó sus posiciones de "La
restauración nacionalista" adecuándose a las presiones de los grandes
matutinos. Gálvez pasó de sus arrestos socialistas al nacionalismo católico.
Hubo, sin embargo, un
joven de esa generación que mantuvo enhiestos, hasta el fin de su vida, los
viejos ideales: Manuel Ugarte. Lo hizo al precio de la fama, condenándose al
silenciamiento, convirtiéndose en un "maldito". Su historia es significativa
porque alcanzó celebridad fuera del país, mientras era negado en la Argentina.
Amigo de Rubén Darío, de Amado Nervo, de Miguel de Unamuno y de los principales
poetas y novelistas latinoamericanos y europeos de su época, Ugarte publicó
casi cuarenta libros e integró el comité de redacción de "Monde" junto a Máximo
Gorki, Upton Sinclair, Alberto Einstein, Henry Barbusse y el citado Unamuno. En
el campo político, predicó la unión latinoamericana y condenó el expansionismo
yanqui convirtiéndose en el precursor del APRA peruano y en el gran defensor
tanto de la Revolución Mejicana como del general Sandino en su lucha nicaragüense,
integrando además el pequeño grupo que fue invitado en 1927 a Moscú para
festejar el décimo aniversario de la Revolución Rusa. En la Argentina resultó
hombre clave de la Reforma Universitaria (orador de fondo en el acto de
constitución de la Federación Universitaria Argentina en 1918) y militó en el Partido Socialista, de donde
fue expulsado dos veces (1913 y 1935) por predicar un socialismo nacional
latinoamericano. Bregó asimismo por el arte social, en contra de la literatura
exquisita y europeizada.
El "socialismo"
europeizado y domesticado de Juan B. Justo, Repetto y otros siempre estuvo más
cerca de los patrones que de los obreros que decía reivindicar.
Ugarte siempre recordaba
que en su juventud, para impresionar a una joven a la cual quería seducir, le
dijo: Dedicaré mi vida a luchar contra el expansionismo norteamericano, por la
unidad de los pueblos latinoamericanos y por la instauración del socialismo.
Ella, que no entendía demasiado, fue, sin embargo, profética: -Me parece
demasiada carga para andar por la vida...
Tuvo razón la muchacha.
Pero él batalló incansablemente y probablemente haya sido el único de aquellos
jóvenes audaces del 900 que mantuvo sus banderas en alto hasta el final. Un
final de hombre pobre, marginado, silenciado, en el cual existen serios
indicios de que el telón de su vida fue bajado voluntariamente recurriendo a
las emanaciones de gas del departamento que alquilaba en Niza, junto al mar.
ADVERTENCIA
Anota Norberto Galasso:
"La primera edición de este libro fue lanzada por la Editorial Universitaria de
Buenos Aires (EUDEBA), en febrero de 1974. El 22 de junio de 1976, la dictadura
militar "procesista" ordenó suspender su venta y luego, el 26 de febrero de
1977 procedió a su secuestro, junto a otras obras de dicha editorial, por
considerarla subversiva.
La edición que aquí se
comenta es del 2001 y fue realizada por "Corregidor" con los originales de
aquella de 1974 secuestrada por la dictadura cívico-militar de 1976.
Un cuarto de siglo después
del secuestro del libro y a cincuenta años del fallecimiento de Ugarte,
ocurrido el 2 de diciembre de 1951, su capacidad profética es tal que las
páginas que ahora pueden leerse mantienen enorme vigencia. Víctima él también
de la dictadura genocida, Ugarte regresa ahora para bregar nuevamente por la
autonomía y la unión de nuestros países latinoamericanos, así como por el
advenimiento de una nueva humanidad."
Manuel Ugarte: socialista iberoamericano
UGARTE NACIONAL Y POPULAR
El 4 de abril de 1912
Ugarte definió en una frase un principio al que sería fiel toda su vida, contra
viento y marea: "Yo creo que el
socialismo tiene que ser nacional".
Por eso fue peronista en
1946, siendo nombrado embajador argentino en México y posteriormente en
Nicaragua y Cuba. Y después de algunos encontronazos con funcionarios de
segunda línea, quienes fogonearon su alejamiento de esos cargos, regresó a la
Argentina en 1951 exclusivamente para votar la reelección de Perón, expresando:
"Yo he sido alejado de mi puesto por una intriga de antesalas, pero esto no
influye sobre mi juicio. Perón está realizando en la Argentina una obra
memorable -empleo el término consciente de su significación-, pero esa obra,
como el fruto magnífico, lleva en sí gérmenes peligrosos: la excesiva
aprobación cortesana, el núcleo cerrado que no deja ver el horizonte, la
intervención inexplicable en los asuntos
de Estado de personas que no recibieron mandato alguno..."
En ese año 1951 el
gobierno peronista retoma una política exterior definidamente soberana y
colisiona nuevamente con Estados Unidos: en enero, lanzamiento del avión
Pulqui, en marzo acercamiento al gobierno revolucionario de Guatemala, en abril
inauguración de un alto horno en Palpalá, en julio en la reunión de consulta
realizada en Washington, Argentina, con apoyo de México y Guatemala, ataca la
propuesta militar propiciada por el gobierno norteamericano.
El triunfo del movimiento
popular (al que contribuyó con su voto Ugarte) es aplastante: Partido
Peronista: 4.618.988 votos - UCR 2.237.310 votos. Llevándose en la retina la
imagen de su pueblo jubiloso, congregado en la plaza histórica, Ugarte regresa
a Madrid, retomando su ensayo "La reconstrucción de Hispanoamérica":
"Ha llegado la hora de
realizar la segunda independencia. Nuestra América debe cesar de ser rica para
los demás y pobre para sí misma. Iberoamérica pertenece a los iberoamericanos".
En este libro, que se
publicará después de su fallecimiento, estudia el proceso de la independencia
en América y su disímil desarrollo en el Norte y el Sur, profundizando las
causas que determinaron la unificación y el progreso de los Estados Unidos y en
cambio, la balcanización y el atraso de los países latinoamericanos. Define
claramente de qué modo el imperialismo inglés y el yanqui pudieron convertir en
semicolonias a los países del Sur y del centro y de qué manera ese vasallaje
económico fue generalmente complementado a través de un colonialismo ideológico
que creó mentalidades enajenadas en causas ajenas totalmente a la propia
realidad. Señala luego que la opresión imperialista, realizada con la
complicidad de las oligarquías vernáculas, provocó no sólo la expoliación
nacional sino la injusticia social. "Es el nativo el que hace sudar al suelo
sangre de oro. En tan dura faena no participa la inmigración que se amontona en
las ciudades. Ni las oligarquías que sólo aspiran a puestos políticos o empleos
en la administración. Si nuestra América exporta millones de toneladas, es
porque el indio y el mestizo lo hacen posible. La caña de azúcar, el banano, el
salitre, el cacao, las maderas, cuanto brota de nuestra América por todos los
poros pasa por las manos del nativo, mal pagado y mal nutrido, que extrae,
manipula y lleva sobre sus espaldas la riqueza que se va".
"La reconstrucción de
Iberoamérica no se hará manteniendo las clases sociales dominantes. La
burguesía y la plutocracia pudieron convivir cómodamente hasta ahora con el
socialismo domesticado. Pero tendrán que aceptar, dentro del orden que viene,
los sacrificios que requiere el bien común... Las oligarquías del nacimiento, del
dinero o de la política, esperan siempre un milagro. Sobrepasadas por la
evolución del Continente buscan en cada sacudida una fórmula para salvar sus
privilegios. Hay que quitarles toda esperanza. La vida ha tomado otro rumbo".
"Acaso -escribe en un borrador de esa época- tendré la pena de morirme antes de
ver el mundo que nace, pero ese mundo lo preveo en forma tan clara, lo tengo
tan patente en la inducción..."
Norberto Galasso, historiador, avivador de giles, promotor de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.