Si además es más barato, usted
debe comprarlo por su propio interés.
Si aún es mejor, su obligación es exigirlo
como Argentino.
ENTONCES: COMPARE, REFLEXIONE Y DECIDA".
Bastante común es escuchar
en boca de artistas, intelectuales o
políticos, andar en busca de identidad
y a la vez de modelos exóticos para las
respuestas a sus interrogantes. Los ejemplos más simples, los que parezcan poco importantes,
dan cuenta de pertenencias perdidas.
No es extraño ver como el uso de pañuelos al
cuello de algunos hombres citadinos a la moda, estén acomodados al estilo de
los vaqueros texanos, nudo atrás y el total sobre el pecho con la punta
pendiente al medio. El uso campesino nuestro es exactamente al revés, tendido
sobre hombros y comienzo de la espalda, pero es claro: ¡eso es cosa de paisanos!
Nuestros conjuntos
folklóricos, que así se llamaban: conjuntos, ahora son bandas y el formato
Beatle parece enaltecer y agregar
calidad a la presentación.
Hechenleitner: músico, soguero, cazador de jabalíes y "Bairoleto", uno de sus imprescindibles compañeros para recorrer esas inmensidades patagónicas...
He escuchado a un importante artista argentino declararse hijo
musical de Paul Mc Cartney. Está en todo su derecho el hombre, pero también sería interesante se declaren
los hijos musicales del "Cuchi" Leguizamón,
de Piazzolla, Troilo, Julián Aguirre,
Fleury , Falú o Yupanqui; por decir algunos de los nombres que hacen a nuestra identidad musical y
cultural.
La llamada globalización ha
hecho lo suyo, es como un diluyente de la coloración y substancia de la identidad. Puede observarse hoy como
los hombres beben o comen mientras
caminan; cosa que no haría ningún animal por naturaleza. La mesa perdida de los
hogares, deshilacha los diálogos de la reunión para el ejercicio del lenguaje y
la comunicación directa.
La cultura comienza en la
primera mirada que echa al hombre a lo que lo circunda, el respeto que se
reclama por la naturaleza, es imposible de llevar a cabo sin el conocimiento de ella, sin estar
identificado con ella.
Muchas expresiones líricas
actuales son de un carácter individualista y acotado a una relación de pareja
desolada, muestran canciones sin oficios ni trabajos, sin hijos ni geografía,
sin asuntos sociales ni naturaleza.
La adhesión y el gusto por
sí solos no son la identidad, la elección tampoco creo que sea composición de ella. Algunas rotulaciones,
como "jazz argentino" me suenan tan
incoherentes como decir "milonga texana".
Cierta vez escuché decir a Carlos Di Fulvio: "nunca vi una quena en un
grupo de jazz". Lo expresado por mí, no
significa de ningún modo rechazo a la libertad de elección, la de erigirse en intérprete de ese género o cualquier
otro por gusto musical y convencimiento profesional.
En algunas entrevistas se me
han hecho preguntas acerca de las influencias recibidas de artistas o corrientes musicales sobre mi trabajo y obra; y ha aparecido el
nombre de Los Beatles, a lo que respondo que mi cultura nada tiene que ver con ellos,
ni cosa que se le parezca. Mi expresión está cimentada en la cultura a la que
pertenezco y en la que me reconozco, sin hacer complacencias de ocasión. Si una
parte de la cultura es la imprescindible música, esta puede llegar al hombre desde los medios
de comunicación o desde la academia; pero cuando nos llega por tradición oral,
desde lo ancestral, es pertenencia sin interrupciones.
Mi música y mi cultura es la
heredad recibida de mis mayores, es circundada por mis sauces y chañares, mi río, el ancho campo de mi Patagonia, mis
paisanos y "el aire de aquí".
Es necesario el descubrimiento y el
reencuentro con nuestra pertenencia, asuntos que suceden por ejemplo cuando se escucha una copla o refrán: si no
se los conoce, se los descubre, más si
la memoria los tiene, se produce el reencuentro.
Don Carlos Hechenleitner en Maquinchao, año 1910 (foto de archivo del autor de esta nota)
Hermanos Hechenleitner en Carrilauquén Chico, año 1940 (foto de archivo del autor de esta nota)
Angel Hechenleitner en Carmen de Patagones, Provincia de Buenos Aires, en 2016