El poncho del Libertador: errores y dudas sobre una prenda magnífica
por Alejandro
Fiadone
El capitán Manuel de Olazábal, soldado de José de San
Martín, refiere en sus memorias que cuando el Libertador volvía de Chile, en
1823, vestía "el chamal, poncho chileno".
Es posible que ese sea el poncho que actualmente se
encuentra en el Museo de Historia Nacional, atribuyéndosele en algún momento
origen peruano. Así aparece en una publicación histórica de 1968 (
Gibelli y Pérez Amuchastegui
1968:
171).
El poncho del Museo fue analizado en 1998 por el
antropólogo chileno Pedro Mege Rosso, quien lo clasificó como mapuche (Mege Rosso, 1998). Como no existen
demasiados datos sobre la procedencia de esta prenda, hay quienes estiman que
el poncho habría sido obsequiado a San Martín por los pehuenches cuyanos, con
los que el general se entrevistó en 1816 en dos oportunidades: en septiembre en
el fuerte de San Rafael, al sur de la ciudad de Mendoza, y en diciembre del
mismo año cuando los caciques le devolvieron la visita.
Mege Rosso se refiere a "una manta regalada por los propios mapuches" (seguramente
repitiendo el dato supuestamente histórico que se le habrá proporcionado en
Argentina) sin especificar dónde o cuándo y recalcando que se trata de la manta
de campaña de San Martín (Op. cit.: 61).
De tratarse, como algunos suponen, de un regalo
pehuenche (por entonces "araucanizados") no sería propio referirse a un único
poncho, ya que durante la entrevista de 1816 cada cacique interviniente le
obsequió uno, según el propio San Martín, y eran varios: "Mas de cincuenta de esos jefes indios señoreaban en los valles andinos
del sur. Llamábanse, algunos de ellos, Calimilla, Millatur, Antepan, Jamin,
Huanguenecul, Manquepi, Peñalef, Goyco, Marilinco, Epiman, Ancai, Neyancari,
Ñecuman (. . .)"
(Rojas 1940: 161).
El Libertador, al referirse a los episodios de San
Rafael, solo dice de los ponchos recibidos: "El
cuarto día fue destinado a los regalos; cada cacique presentó al general un
poncho obra de sus mujeres, que alguno de ellos no carecía de mérito, sobre
todo por la viveza y permanencia de sus colores"
(Ibídem).
La descripción no concuerda con la espléndida manta
mapuche que analizó Mege Rosso y que seguramente hubiera merecido calificativos
más grandilocuentes. Tampoco concuerda con el valor que se asignaba a los
ponchos pehuenches en el mercado criollo. Dice el gral Miller sobre estos
indígenas: "Sus mujeres, además de sus trabajos domésticos (. . .)
los ratos que les quedan desocupados los emplean en hilar y tejer ponchos que
sus maridos llevan a Mendoza y cambian por licores, frutas secas, etc." (Miller 1997: 126). Pero sabemos, sin embargo, que había ponchos pehuenches que eran
tenidos en la mayor estima entre los criollos, hasta tal punto que Ambrosio
O`Higgins (padre de Bernardo) propuso al gobierno de Chile prohibir el uso del
poncho, para terminar con el comercio que de ellos hacían los pehuenches, que
les aportaba el sostén económico para comprar armas (Curruhinca y Roux 1986: 82).
Es decir: había una importante industria del poncho que producía piezas de uso
diario o para cualquiera, sin demasiado despliegue técnico, y otras realizadas
con mayor maestría y cuidado iconográfico.
Puede
pensarse, entonces, que el poncho del Museo Histórico debe haber llegado a San
Martín de otro modo y en otras circunstancias y, dado el atuendo refinado con el que según Olazábal regresó a
Mendoza en 1823, podría tratarse de la prenda en cuestión, distinta a los
ponchos pehuenches de 1816, de los que no se cuenta con descripción alguna ni
datos sobre su destino.
El poncho del Museo Histórico tampoco parece ser el de
campaña utilizado por San Martín, ya que no concuerda con el dato volcado en
una carta enviada por su nieta Josefa al gobierno argentino, en 1886,
enumerando las piezas de una donación. Allí menciona entre otras cosas "Un pequeño poncho que llevaba en sus
campañas" (Otero: 584). Y si bien en varias donaciones al
Museo Histórico, de su nieta y de otros, no figuran más ponchos (Op. cit.: 583 a587) hubo en la historia de San Martín varios más. En resumen, además
del de campaña mencionado por Josefa están: el que vistió en 1813 en las costas
del Paraná para espiar a la flota española, en vísperas del combate de San
Lorenzo (Op. cit.: 201); un poncho
de vicuña corto que le vió lucir el hermano de Olazábal en Santiago en 1818 (Op. cit.: 389); un poncho campesino que usó para espiar los movimientos del
ejército español en vísperas de la batalla de Maipú en 1818 (Mitre 1950: 379); el poncho bordado que le obsequió en Perú el virrey de la Serna
en 1821 (hoy en el Museo de Luján) (Palavecino
1981: 65 a71);
y finalmente el chamal chileno, que vestía en 1823, mencionado por Olazábal.
Sabemos de la costumbre mapuche de obsequir ponchos a
las personas apreciadas, lo que además de un gesto amistoso servía como
salvoconducto a la persona que lo llevara, ya que en los símbolos y en la calidad
de la prenda se reflejaba la personalidad del usuario y su relación con un
cacique o personaje de poder dentro de algún grupo.
Los ejemplos son muchos:
Entre
1856 y 1859, Calfucurá obsequió un poncho al viajero Auguste Guinnard en
muestra de afecto (Guinnard 2006: 123).
En
1867, el cacique vorogano Ignacio Coliqueo, instalado en el actual partido de
General Viamonte, provincia de Buenos Aires, envió de regalo al coronel
Prudencio Arnold, como prueba de amistad, un poncho hecho por su primera mujer,
diciéndole que teniéndolo puesto, nadie de su gente le haría daño (Arnold 1884: 26).
El
coronel Lucio V. Mansilla vivió un episodio idéntico en 1870, cuando abandonó
los toldos del cacique ranquel Mariano Rosas. Este le obsequió el poncho que
llevaba puesto, diciéndole que si lo vestía nadie de su comunidad le haría daño
(Mansilla 2006: 337).
Francisco
P. Moreno también recibió del cacique neuquino Sayhueque un poncho de regalo (Moreno 1979: 163).
Las
cualidades protectoras que se atribuían a un poncho quedan de manifiesto en el
episodio vivido en 1875 por el padre José María Salvaire, quien lo relata en
sus memorias: estando a punto de ser ejecutado por guerreros de Manuel
Namuncurá, en el actual Macachín (La Pampa) el capitanejo Ignacio Pallán echó
su poncho (que se encuentra hoy en el Museo de Luján) sobre el religioso,
indicando así que asumía su protección.
Podemos
suponer que el enigmático poncho debió ser obsequiado a San Martín por los
pehuenches, ya que fue el único contacto del Libertador con indígenas de
cultura mapuche y la ocasión se prestaba para concretar esa ceremonia, pero
también podemos suponer que le fue regalado antes de la entrevista de 1816. El
gestor de este hecho pudo ser el traductor de San Martín en sus reuniones con
los pehuenches, el fraile franciscano Francisco Inalicán.
Este personaje es mencionado en los relatos sobre la
"Consulta" de San Martín a los pehuenches. Ricardo Rojas comenta que "sirvió
de intérprete a San Martín el fraile Ynalicán, capellán de conversos"
(Rojas Op. cit.: 161). El propio San Martín, en sus
respuestas al general Miller, quien estaba escribiendo sus memorias, menciona
como intérprete a "el padre Inalicán,
fraile franciscano y de nación araucano" (San Martín 1827: 108).
Miller aporta algún dato más, llamando al fraile "Julián"; al referirse al
primer encuentro con los pehuenches Miller señala: "El intérprete, que lo era el padre Julián, del orden de San Frasisco,
Araucano de nacimiento y criado por una familia criolla desde la edad de diez
años"
(Miller Op. cit.: 120). El historiador Pacífico Otero repite
en su obra los datos aportados por Miller en sus memorias (Otero Op. cit.: 508) y
Mitre, en su Historia de San Martín, al hacer referencia a la entrevista con
los pehuenches, no lo menciona (Mitre
Op. cit.: 270).
FRANCISCO INALICÁN
Según el autor de un libro sobre toponimia y
tradiciones mendocinas,
a fines de 1816 el cacique Nacuñan (jefe máximo de
las delegaciones pehuenches que se entrevistaron con San Martín) ya se
encontraba en sus toldos de Malargüe. Allí recibió la visita del fraile
franciscano Francisco Inalicán, por intermedio de quien San Martín pide al
cacique la captura de un espía realista. Fue el 11 o 12 de septiembre de 1816 (Maza 1990: 238).
Como
referencias biográficas sólo encontramos algo en el Diccionario Enciclopédico de las Américas de Editorial Futuro,
editado en Buenos Aires en 1947:
INALICÁN,
FRANCISCO
:
SACERDOTE CHILENO, DE RAZA ARAUCANA. SIRVIÓ DE INTÉRPRETE A SAN MARTÍN DURANTE
LA CAMPAÑA DE LOS ANDES. MURIÓ EN 1823.
Fray Francisco Inalicán según M. Ruszaj . Inalicán proviene de la voz mapuche que significa "junto al licán: junto a piedras blancas"
Podemos
agregar que sería de la región de Huilliche, en Chile.
Lo
más posible es que este sacerdote, conocedor de la cultura mapuche, colaborador
de San Martín y comprometido con la causa de la emancipación americana, haya
encargado el poncho en cuestión antes de la entrevista, para que lo luciera San
Martín frente a los caciques pehuenches, quienes al ver el esplendor de la
prenda y los símbolos volcados sobre ella por tejedoras, evidentemente expertas
en su oficio, supieran que hablaban con un ser especial, inteligente,
espiritual, de buen trato y palabra confiable; también guerrero y con aptitud
para el mando.
Son
varias las licencias que se han tomado las tejedoras al momento de volcar los
símbolos. Los códigos originales, con interpretaciones específicas para cada
dibujo y cada color, fueron trastocados en función de expresar en el textil
cualidades poco comunes pero muy apreciadas. Las figuras en los textiles
mapuches son habitualmente de color sobre fondo blanco o natural, las figuras
blancas o vacías de color solo se usaron para indumentaria de niños o niñas; o
para expresar una pureza espiritual extrema, reservada a las entidades
religiosas. En las comunidades chilenas donde se han conservado las tradiciones
originales, las figuras blancas están reservadas para los chamantos, ponchos
cortos usados como sobreprenda en ceremonias religiosas: en este poncho la
claridad del campo y de muchas figuras es superlativa.
La
importancia o jerarquía de un color esta dada por la manera en que reflejala luz y por el juego de cambio de
tonalidades y brillo que produce la superficie de la prenda teñida (Fiadone 2002: 91).
Este poncho emana luz y
sus símbolos pureza espiritual. Inalicán habría encargado un poncho para l
o que en la cultura mapuche se reconoce como un
ser de luz, que es en definitiva lo que brota del poncho, en forma de
brillo y mensaje.
Bibliografía:
Arnold,
Prudencio 1884.
Rectificaciones del folletín "Dinastía de los
Piedras" del Dr. Zeballos. Buenos Aires.
Curruhuinca,
Curapil y Luis Roux 1986.
Las matanzas del Neuquen. Plus Ultra.
Buenos Aires.
Fiadone, Alejandro Eduardo
2002.
Ayon,
color supremo. Ponencia en: VIº Congreso
Argentino del Color. Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño.
Universidad Nacional de Rosario. Rosario. Actas 2004. Págs. 89 a 95. Grupo Argentino del
Color / La Colmena. Buenos Aires.
Fiadone, Alejandro Eduardo (2008) 2014.
Simbología mapuche en territorio tehuelche. Pampa y Patagonia argentina.
Maizal Ediciones. Martínez.
Gibelli, Nicolás J. y Pérez Amuchastegui, A.
J.
1968.
Crónica Histórica Argentina
. T omo II. Códex. Buenos Aires.
Guinnard, Auguste (1861) 2006.
Tres años
entre los patagones. Versión basada en la
edición inglesa de 1871.
Continente.
Buenos Aires.
Maza, Juan
Isidro 1990.
La Consulta. En: Toponimia, tradiciones y
leyendas mendocinas. Fundación Banco de Boston. Buenos Aires.
Mansilla,
Lucio V. (1870) 2006.
Una excursión a los indios ranqueles.
Agebe. Buenos Aires.
Mege Rosso, Pedro
1998.
La
manta del Libertador: legado de la expresión textil mapuche. En: Boletín del Museo Chileno de Arte
Precolombino. N° 7. Págs. 53 a
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Millán de
Palavecino, Delia 1981.
Arte del tejido en la Argentina.
Ediciones Culturales Argentinas. Buenos
Aires.
Miller, John (1829) 1997.
Memorias
del general Miller. Escritas por su hermano John.
Memoria argentina. Emecé.
Buenos Aires.Mitre
Mitre
, Bartolomé
1950.
Historia de San Martín y de la emancipación
sudamericana. Anaconda. Buenos Aires.
Moreno,
Francisco Pascasio
(1879 / 1880) 1979.
En: Reminiscencias.
Compilador: Eduardo Moreno. EUDEBA. Buenos Aires.
Otero, Pacífico
1949.
Historia
del Libertador Don José de San Martín.
Tomo IV. Sopena. Buenos Aires.
Rojas, Ricardo
1940.
El
Santo de la espada.
Losada. Buenos Aires.
San Martín, José de 1827.
Contestación a las preguntas del general Miller. En: Memorias de la patria nueva. EUDEBA.Buenos Aires. 1966.
Es muy interesante lo publicado en la siguiente
dirección de web:
http://argentinamundo.com/El-Poncho-del-General-San-Martin.-Ofrenda-Mapuche-al-Libertador/11
Este monumento a San Martín ubicado en el paraje Manzano Histórico (Tunuyán, Mendoza) es, de los emplazados en territorio argentino, el que más cálidamente muestra a nuestro Libertador de América. A lomo de mula, de poncho y chambergo y saludando a su antiguo soldado diciéndole ¡hijo! (Foto: Ricardo Acebal)