Guillermo Brown - John William Cooke - Rodolfo Walsh
¡IRLANDESES!
por Ricardo Luis Acebal
Muchos argentinos
conocen poco la historia del noble
pueblo irlandés y lo invadido y masacrado que fue durante largos años por "la
rubia Albion", o sea la raposa (zorra, astuta) Gran Bretaña.
Los argentinos
hemos recibido durante estos últimos docientos años a irlandeses que decidieron hacerse de aquí, asumiéndose americanos y
argentinos y entregando sus vidas por la Soberanía y la Libertad de nuestra
Patria Grande Americana.
Quizá uno de los primeros
en hacerlo fue un soldado que llegó a Buenos Aires integrando a la fuerza las "Invasiones
inglesas" de 1806 y 1807. Dice el estudioso Carlos Semorile:
"Un
soldado llamado John Dougherty"
Entre los
prisioneros tomados por las fuerzas que defendieron Buenos Aires durante el
fallido intento colonial británico estaba el soldado irlandés John Dougherty,
quien fuera enviado a la ciudad de San Juan como parte del contingente de
prisioneros llevados a distintos puntos del interior del Virreinato del Río de
la Plata para que quedaran "internados". Cuando se produce el rechazo
de la Segunda Invasión en 1807 y se sepultan momentáneamente las
aspiraciones territoriales inglesas en el subcontinente americano, las ciudades
del interior recibieron la orden de devolver a estos prisioneros que estaban
bajo su custodia. Pero algunos decidieron no regresar a Gran Bretaña, y
buscaron afincarse en la tierra a la que habían llegado como agresores. Es el
caso de John Dougherty, quien en 1808 aparece como bautizado en la ciudad de
Tucumán y más tarde casándose allí mismo con María Mercedes Cabot. María Cabot
sería hermana o al menos pariente del Comandante Cabot, el líder de la División
del Norte del Ejército de los Andes. De este matrimonio entre John Dougherty y
María Mercedes Cabot nacerá un primer Eusebio Dojorti, quien se casa en San
Juan con la lugareña Josefa del Mazo. De esta unión nace un segundo Eusebio
Dojorti que llega a ser Subdelegado de Gobierno en Jáchal y que se casará con
Josefa Delfina Suárez Tello. Ellos serán los padres de Ricardo Dojorti, el
primer Intendente que tuvo Jáchal y que desposará a Urbelina Roco, la que dará
a luz a "un tercer Eusebio Dojorti en línea descendiente, más conocido
como Buenaventura Luna, el poeta sanjuanino por antonomasia".
Dóguerti (así es la "fonética" de "Dougherty") se acriolló y se
convirtió en Dojorti. Cabot, el
comandante sanmartiniano era también de origen irlandés, lo mismo que los que
han "sonado" hasta casi estos días de los 2000: Walsh (como Rodolfo, como María
Elena) y Cooke (como John William)…
¡Y cómo no recordar al gran Guillermo Brown, nacido en Foxford! Y al
Fitzgerald de los años sesenta del siglo pasado que piloteando un pequeño avión
aterrizó en nuestras Malvinas, reivindicando la soberanía argentina sobre las
islas…
Los "irlandeses" acriollados que se nombraron son parte de una lista que
incluye muchos nombres más y que, como se comprenderá, no los referimos
aquí sólo por no hacer demasiado extensa
a esta nota.
El caso es que, gracias a Carlos
Semorile llegó a Identidad Cultural el detalle de lo sucedido con un "irlandés"
acriollado de hoy.
"¡Irlandés!" por
Carlos Semorile
http://palabrasgravidas.blogspot.com.ar/
Durante la ceremonia por el microcrédito
número 250 mil, la presidenta dijo que el hombre que la acompañaba en el
estrado, el único sobreviviente de la Masacre de San Patricio, era inglés. La
réplica de Roberto Killmeate no se hizo esperar: "¡Irlandés!" Cristina pidió
las disculpas del caso, y "Bob" pudo bajar la guardia. ¿A qué se debe la
persistencia de la "cuestión irlandesa"? A principios del siglo XX, Leopoldo
Lugones escribía que "la autonomía de Irlanda quedará aplazada una vez más, o
nacerá herida de muerte" debido a que la Corona Británica prohijaba a la
minoría protestante del Ulster para que se armase e impidiese la genuina
independencia de la naciente República de Irlanda. Efectivamente, a los
irlandeses se les arrebató una porción de su territorio, valiosa tanto por
cuestiones de índole comercial -allí se asientan importantes puertos- como por
su fuerte impronta cultural ligada a los orígenes gaélicos de la población
nativa. Sesenta años más tarde, el Colorado Ramos decía que "el irredentismo irlandés
permanece como una mancha sangrienta en la órbita declinante de Inglaterra", y
señalaba "la refinada perversidad inglesa en Irlanda". También apuntaba un dato
que, a esta altura, no debería resultar sorprendente para ningún nativo, sea
éste irlandés o argentino: los archivos del Foreign Office se abren "medio
siglo después de transcurridos los acontecimientos a que aluden los documentos
respectivos", salvo si se trata de documentos relacionados con Irlanda o… con
las Islas Malvinas. Hay un hilo invisible, entonces, que nos conecta con el
país irlandés, y ese vínculo salta a la vista cuando se analiza el papel
cumplido por Gran Bretaña en ambas naciones. Scalabrini Ortiz explicaba que
George Canning venció la resistencia de su Rey para que aceptase la independencia
de nuestras repúblicas, siendo que el monarca consideraba que tal emancipación
era un mal ejemplo para la situación irlandesa (el problema, para los
británicos, se repetiría en aquella encrucijada que en 1914 Lugones anticipaba
correctamente: si los ingleses aceptaban la independencia de Irlanda, debían
aceptar también la de la India). Aún antes es posible encontrar puntos de
contacto: en las fragatas que trajeron a los invasores de 1806, los ingleses
trasladaban también familias de "colonos" a las que pensaban "plantar" en el
Río de la Plata, repitiendo el esquema de "plantaciones" mediante el cual se
apropiaron de las mejores y más ricas tierras del Ulster, condenando a los
irlandeses a pucherearla, en su propio país, mediante una economía de subsistencia.
Durante las invasiones, los soldados irlandeses desertaban de las tropas
inglesas para no cumplir bajo otro cielo el triste papel que conocían de sobra
por haberlo vivido en carne propia. Después de la Reconquista hubo prisioneros
de esa nacionalidad que decidieron quedarse a vivir en el país invadido, el
cual les garantizaba la libertad que difícilmente tendrían en Inglaterra, la no
persecución religiosa y, acaso, la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra
propia (mientras tanto, los comandantes vencidos se dedicaban a lo que mejor
sabían, negociando una rendición que, pese a todo el daño causado, les
permitiese "colocar" los productos de toda índole que abarrotaban las bodegas
de sus barcos.) Medio siglo más tarde, otra oleada de inmigrantes irlandeses
llegaría a estas costas, esta vez empujada por la Gran Hambruna desatada como
consecuencia de un hongo que afectó el monocultivo de la papa, base de toda la
alimentación en la isla. Granja por granja, ésta les ofrecía más oportunidades
a los sufridos irlandeses que, como nuestros paisanos, trabajaban en beneficio
de la nación-taller. Cuando el renacimiento cultural gaélico fue preparando las
condiciones para la independencia, un ofuscado periodista inglés escribió que
Irlanda debía aceptar "el hecho innegable" de ser inglesa, el mismo
proto-argumento que usan para las Malvinas. Pero lo único innegable sigo siendo
la determinación del pueblo irlandés a luchar por sus derechos. Un historiador
conservador escribió que "en 1982 no había hombre mayor de treinta años en los
distritos republicanos que no hubiese sido humillado por los soldados
británicos frente a su esposa, sus hijos o sus vecinos" (en ambas islas,
Irlanda y las Malvinas, los ingleses se sostienen por el uso de la fuerza).
Todo ello, y muchos siglos más de colonialismo económico y cultural, explican
la réplica de Bob Killmeate ("¡Irlandés!"), que hacemos nuestra en el deseo de
que Irlanda pueda salir de la condena de la encrucijada neoliberal transitando
la "vía Argentina".