Carlos Semorile
es nieto de Eusebio de Jesús Dojorti Roco (Don Buenaventura Luna) y a él debemos la edición de monumentales libros como "Olga y Eusebio, Papeles resguardados al rescoldo del amor" y "El Canto Perdido y Los Manseros del Tulum", además de la edición de discos compactos que nos permiten escuchar hoy a la legendaria Tropilla de Huachi Pampa.
Aclaro que esta enumeración no es exhaustiva y que Semorile está siempre dispuesto a concurrir al medio de difusión que lo convoque para contar cosas de ese abuelo que, como él bien dice en la nota que a continuación publicamos, no tocaba la guitarra y el canto era solo una de sus formas de expresión.
Don Buena
fue un sanjuanino con convicciones patrióticas y por defenderlas se comprometió hasta poner en riesgo su vida, tal como lo hiciera aquél paisano bonaerense llamado José Hernández.
Tanto uno como el otro tuvieron enemigos comunes, que lo eran también del gran oriental José Gervasio Artigas, del enorme cubano y latinoamericano José Martí, de Moreno, San Martín, Bolívar, Rosas… Y la lista sigue, porque hay una línea política representante de la antiamérica, ligada a los intereses económicos imperialistas que ha trascendido todos los tiempos y que se ha encargado de que ignoremos las verdaderas personalidades de estos luchadores, ninguneándolos en los programas educativos y la difusión por los medios o difundiéndolos tan parcialmente como para que creamos que un hombre como Buenaventura Luna era solo "un bohemio", un "borrachón que hacía canciones"…
Lea los libros de Semorile, escuche esos discos que mencioné antes entrando por google a Pensamiento Dojortiano y ahora disfrute con "Tener referentes"
Ricardo Luis Acebal
TENER REFERENTES
por Carlos Semorile
http://buenaventuraluna.blogspot.com.ar/
Confieso que cuando se inauguró la escultura de Buenaventura
Luna en el Molino de Huaco tuve sensaciones encontradas. Por un lado, quedé
admirado por la maestría del artista plástico Fernando Pugliese, pues el
parecido con la figura evocada es tan alto que resulta difícil sustraerse a su
influjo. Dicho menos rebuscadamente: es una escultura realmente muy bonita.
Pero, al mismo tiempo, quedé contrariado. El Buenaventura del Molino empuña una
guitarra, y hubiese preferido que se lo retratase escribiendo: en el primer
caso, la imagen remite a un cantor y/o a un guitarrero, y él no fue ni lo uno
ni lo otro; en la segunda posibilidad, se rescataba su faceta mayor, la de
escritor y poeta, a la par que se reafirmaba en la materia su credo en "la
superioridad de la palabra". Tratando de encontrarle la vuelta al equívoco
que puede provocar el Luna abrazado a la guitarra, pensé que acaso sirviera
para que se le prestase atención a su vasta producción musical, muchas veces
relegada tras la belleza de sus poesías. Pero, como digo, era una solución de
compromiso entre el deseo y la realidad, entre la figura imaginada y la obra
concluida.
Pasaron los meses y en la red
vi pasar muchas fotos de quienes elegían retratarse con "Don Buena",
imágenes de turistas, de admiradores y aún de "fanas" del huaqueño.
No puedo decir nada de ellas, tan parecidas a cualquier otro hito en la vida
fotografiable de los viajeros. Hasta que ayer apareció una imagen distinta, una
foto que me conmovió y que es el motivo de estas líneas. En ella hay dos
changuitos, uno más grande que, obediente, mira muy serio a la cámara, y otro
más pequeño que observa a Buenaventura con el intacto asombro de sus años de
niño chiquito. También se deja ver una joven, acaso la madre o una tía, o una
hermana mayor que hace todo lo posible por acomodar a los pequeños, pero la
pureza de la foto está más allá de sus afanes: está en los ojos de ese inocente
que parece esperar que ese hombre que está al lado suyo comience a cantar en
cualquier momento. No lo va a hacer, claro, pero él está ahí, en el instante en
que el canto es posible y, al mismo tiempo, es posible escuchar una voz que exprese,
"entre bandas inmensurables de silencio, la cultura".
Lo que quiero decir, bastante
más allá de un debate que se generó -y del que participé- en torno al tema de
la guitarra (y que se quedó bastante chato entre la voluntad de daño de
algunos, y la pura inmediatez y la sola premura de los medios), es que todos
somos ese niño y su inocencia. Todos entramos al mundo de nuestros mayores por
alguna vía, y a partir de allí hay que comenzar a remontar la cuesta. En este
sentido, Buenaventura Luna es un referente al que hay que ir conociendo por
capas -el músico, el glosador, el letrista, el poeta, el escritor, el
militante, el pensador nacional-, como de seguro harán estos hermosos changos
de la foto. Para eso sirven estas esculturas, aún con sus fallos, para dejar
una marca en la piedra y permitir que la memoria, los relatos orales, y
finalmente los libros hagan su trabajo de develamiento de la figura y aparezca
plenamente el pensamiento de un hombre en el devenir del tiempo y al calor de
la historia. Y ahí, en ese instante de revelación, volver a pensar todo de
nuevo. Como lo hizo el propio Eusebio Dojorti, para alcanzar el conocimiento de
que los dueños de la Historia deforman nuestro pasado para dominar nuestro
presente y cerrarnos las puertas del porvenir.
Carlos Semorile
Audio de la nota: "De mi patria gaucha" vals, letra de Buenaventura Luna y música de Remberto Narváez. Cantan: Bustos y Baez. Grabado el 24-10-1944