Una especie de atracción mágica,
ejerce el oeste de nuestra Provincia de La Pampa
a
algunos de los artistas de la región. Es ese mismo paisaje que desean
pasar de largo, con premura y hasta con desesperación ciertos turistas y que
hasta desechan algunos pampeanos enarbolado hipótesis cuasi fantásticas al
exponer la falta de "atractivos". Es verdad también y respetable por cierto que
cada uno de nosotros tiene y ejercita miradas distintas sobre los diversos
aspectos de la vida, pero como decíamos anteriormente es imposible que alguien
ame lo que no conoce.
Hace muchos
años, más de 30 escuché en un disco de los Markama de Mendoza una hermosa
canción de Jorge Sosa y Damián Sánchez "Para conocer mi pueblo", sin
pontificar, que de eso suele tener mucho nuestra canción criolla, nos alertan,
mansamente, sobre las desventajas de nuestras urgencias o mejor dicho: apuros.
Esos mismos trances en que a veces nos dejan los llamados "tour" de viajes que
uno contrata para "conocer" más cosas, más paisajes, en poco tiempo. Los textos
los decía con su habitual parsimonia y muy buena dicción y voz, Marcelo Simón.
Es posible que el texto sea del propio Sosa, de todas maneras es momento que lo
traiga a la ocasión para ejemplificar con mejores palabras y más precisión, lo
que este escriba pretende apuntar.
"Si quiere
entender mi pueblo
tendrá que
andar muy despacio.
Los que
llegan con apuro,
seguro
pasan de largo"
Es verdad
expuesta a "gritos", aunque poco escuchada, que la simpleza y la sabiduría
popular no son asidas ni vindicadas, mucho menos conocidas, en condiciones de
paso apresurado. Se nos escurre como agua entre las manos lo que llaman la
esencia, el carozo del fruto del pueblo. No llegamos a escarificar esa semilla
que acoge lo más neto y auténtico que tiene ese lugar, caserío, población,
paisaje, piedra, yuyo, simple senda de una hebra como diría el bardino o Edgar
Morisoli
"Para
tantas cosas simples
no sirven
los apurados".
Andar
rastreando cada rincón del campo o del poblado lentamente puede llevarnos a
poder encontrarle sentido cierto a lo que aparentemente nos resulta
innecesario. Cultrunear las piedras de Lihuel Calel es tomarle el pulso rítmico
a esa tierra, es desandar siglos y meterse bajo los aleros en los que el
originario dejó sentado, sobre la piedra, las pictografías o pinturas, que para
cierto hombre de campo son "escrituras", así lo relataba don Edgar Morisoli en
una nota en el suplemento cultural de La Arena "Caldenia", hace muchos años. Y para
observar las pinturas de Lihuel, como los aleros de Quehué o aquellas otras que
don Emilio Parada descubrió siendo chico en el Cerro Chical Có, bien adentrado
en el oeste provincial. Para todo eso deberemos disponer de nuestro tiempo.
El oeste
llama desde sus chivas olvidadas, desde los ojos de agua como el de Puelén,
desde el Cerro Collón, desde la zampa, el jume y la amarilla flor de jarilla
que al decir de Ricardo Nervi es tan humilde como su dueña, la misma jarilla
(Larrea sp.) que "jamás conoció la orilla/ de su comarca fluvial" (La flor de
jarilla, amarilla-R. Nervi). Las cuentas de estas chaquiras son muchas pero
todas ellas atraen, embrujan suavemente a algunas almas sensibles del "pueblo
grande" y los empuja hacia esa "Comarca de Silencio" como la definiera Roberto
Ramonda hace un montón de años andando de la mano de Julio Y Félix Domínguez -
los bardinos -.
Vaya a
saber qué entresijos, pretenden apurar la andadura de este hombre para
acercarse a esos lugares donde "América desnuda su osamenta de piedra tutaneada
por el viento sin sueño" (…) la patria "La que queda al Oeste de las lluvias,
de las hondas praderas de tierra negra, y que también estuvo-por tantos años-
al Oeste de los gobiernos federales, de la sanidad, de la cultura…: en el solo
naciente de su pueblo profundo." (Edgar Morisoli - 15/11/68 en Bahía Blanca).
Una huella
me lleva…
La franja
oeste convoca a nuestros cantores, los exhorta, casi en silencio, murmurándoles
al oído acerca de las bondades y misterios de visitarlo y hacia él cierta vez
fue Hugo Cuello:
"Hace
muchos años hice un viaje al oeste de La Pampa, era un viaje que yo me lo debía, aclaro
que no conozco todo el oeste. Bien era una inquietud que yo ya le había hecho
llegar a "Chiche" Molina, el hermano de Lalo y un buen día, un fin de semana
salimos para Puelén, sucede que al llegar a 25 de mayo nos agarró una lluvia y
Chiche me consolaba diciendo que no me hiciera problema que hacía muchos meses
que no llovía, en definitiva esa noche se llovió todo y nosotros nos quedamos
en un paraje ubicado al lado del Salitral de La Perra que es un paraje que
tiene Miguel Molina, es primo de Chiche"
"Voy a
Puelén
y en el
camino dejaré una copla al viento
para Miguel
Molina de los Cerros Bayos…"
En este recorrido,
además del paisaje que está allí desde tiempos inmemoriales, dice presente el
habitante del paisaje, el ser humano que día a día desafía la intemperie del
solar, las distancias despobladas y el rigor del clima. Es esa gente simple de
pueblo que como dice el ya aludido poeta mendocino Jorge Sosa "La gente
tiene un saludo en la punta de los labios", un buenos días y un mate
siempre dispuesto a acortar cualquier distancia humana. Al andar de Hugo y de
Chiche Molina, salieron a cortarles el rastro, mansamente, con esa hidalguía y
transparencia paisana de puro padentrano nomás, como le gustaba nombrar a don
Arturo Jauretche.
"Pero mientras íbamos en viaje yo iba conociendo
personajes que Chiche sabía de hacía un tiempo como Chiquitín Quiroga, un
personaje sin igual, muy particular y cuando bajamos a saludarlo encontramos
unas acacias bola hermosas que Chiche le había regalado como 30 años atrás y
estaba enloquecido con su sombra. Me llamó la atención que cada cosa que
"Chiquitín" expresaba, lo acompañaba con una risa."
La senda
sigue calladamente su traza, y el asombro del cantor crece desmesuradamente.
Alerta todos y cada uno de sus sentidos, da credibilidad a cada tramo que
recorre, lo absorbe como un elixir que da fuerzas para seguir aunque la soleada
arrecie y el viento peine suavemente los pastos.
"Al llegar
a lo de Miguel Molina, me sorprendió el Cerro Bayo que es una formación
milenaria. En ese cerro hallamos el paso de los tiempos porque había
incrustados caracoles de mar."
Esa presencia más aquella ancla encontrada a
orillas del Salado continúan acertando aquella expresión de Nervi cuando decía
que "La Pampa
es un viejo mar" Ese mar que hace miles de años retiró su presencia para que
emergieran estos solares que nuestro paso resuelve andar.
"Desde ahí
se observa como un valle y se ve en su plenitud el Salitral de La Perra. Todas estas
cosas que para mi eran cosas nuevas se me fueron adentrando de una manera
singular. En una de esas mañanas que íbamos al Cerro Bayo, Chiche se encontró
con Roque Valdez al que también nombro en la canción. En cuanto a lo del Cerro
del Jote, es una licencia que nos tomamos con Chiche Molina, lo bautizamos así
a ese cerro más chico, porque sobre él estaba un jote."
Hay una
imprimación cierta, veraz, comprobable, que deja el oeste en quienes lo
visitan, con menos o más acendrado paso. La impronta subyace y se proyecta en
cualquier momento. Remolinea cada tanto la visión creativa del poeta o del
músico o del letrista, como se define Hugo Cuello. Esa tierra con angustias y alegrías,
de andar manso, patio amplio solariego, visita cada tanto a estas almas
urbanas, a veces encadenadas al ruido y a lo intrépido de las prisas, de las
premuras. Lo visita y cuando el alma entra en el trance de otearlo le pone
letra y música y lo expande a todos los horizontes para que sepan de él.
"Lo que
sorprende,
relata Hugo Cuello - es que apenas volví escribí el estribillo de
esta milonga y cuando me juntaba con los amigos le cantaba varias veces el
estribillo solo y ellos me presionaban para que la completara. Hasta que un
día, ese misterio que de golpe anida en nosotros, de un tirón la escribí toda.
Lo que se ha escuchado esta milonga es importante y ha sido incorporada en la
última edición del Cancionero de los Ríos. Miguel Molina, vive en 25 de mayo, hombre trabajador del campo y
tiene un puesto pegado al Cerro Bayo que yo me imaginé, por el lugar inhóspito
sobre todo para nuestra visión, lugares tan silenciosos, tan misteriosos y tan
lindos a la vez que para vivir tiene que ser como el coirón que nace de la
tierra, como digo yo."
Lleno de
rastros mi canto…
Hasta aquí
la historia de la milonga que alguna vez grabaron Hugo Cuello y José Luis
Rostón para el disco del dúo denominado "Propuesta" que data del año 1997. Pero
hay todo una ronda hecha con anterioridad. Una vía que sabe de encuentros y
desencuentros con el lugar natal. Más si nos ubicamos que los inicios de Cuello
en pico, su pristino sitio, se dio a fines de los 50`comienzos de los 60´y toda
una verdadera euforia del folklore nacional y sobre todo del repertorio salteño
que "arreciaba" en todas las direcciones.
"Pero
mucho antes de este viaje yo ya me preguntaba por la pampeanidad en mi y allí
me sorprendía como nace en cada uno de nosotros, ese famoso tema de la
pampeanidad que dos por tres aparece, yo venía de haber estado varios años en
Cosquín con aquellas delegaciones tremendas que armaba la Dirección Provincial
de Cultura y recuerdo que en esa época estaban de moda los ríos del Cholo
Aguirre: Río Rebelde, Río de amor, Río de sueños, Río de ausencia, etc. y eso
es como que golpeó, pues decía está bien esto de los ríos y el litoral, pero
nosotros tenemos el paisaje nuestro, por eso cambié un tanto el estilo y
escribí:
"Porque
nací en La pampa
La quiero
tanto a mi tierra
Con sus
llanos, sus tristezas,
Su soledad,
sus riquezas
Esta es la
tierra del indio
Donde se
empuña el arado
Por estas
huellas desiertas
Varios
malones han pasado.
Hoy solo
existe la imagen
De La Pampa que fue
Ya no se
escuchan malones
Solo el
desierto se ve
Pero lo hice
medio con bronca pero muy orgulloso del paisaje nuestro.
La
retrospectiva sirve para seguir escribiendo, de alguna manera, la historia
musical de nuestra provincia, cosa que ya están haciendo gente como Ercilia
Moreno Chá, "Cacho" Evangelista entre otros. Entonces Hugo agudiza su memoria y
a nuestra pregunta responde sin dilaciones: "Los que apuntaron hacia el
repertorio pampeano en Pico allá por los 60`eran los Arrieros Pampeanos que
estaban conformados por los Hnos. Ferreira, Hernández y Sánchez, ellos después
se fueron a Bs.As. y actuaban en La Querencia una peña de Bs.As. muy famosa y era
donde actuaba El Chúcaro y una vez que se había ido Sánchez, yo lo reemplacé
por espacio de 2 o 3 meses y actuábamos en La Querencia y Patio de
tango de la avda. Corrientes. No me considero poeta tal vez alguien que ha sido
iluminado para poder escribir Por Tu regreso (zamba) esta zamba nace como esa
cosa irremediable, para nada maligna, de reconocer el lugar donde a uno lo
acunaron por primera vez.
Este Hugo
Cuello que empezó su relación con la música, en su Pico Natal, estudiando el
bombo ya que a su decir la guitarra le resultaba inalcanzable. Y allí en su
propio barrio arman el primero conjunto que oh! Ironías del destino se llamaban
"Los Nocheros" "…y antes se estilaba que el conjunto se debía presentar en
una audición de radio en lo que fuera con un tema y nosotros elegimos aquella
que dice "Nochero de cien caminos/alumbrado de canciones…", que cantaban Los
Fronterizos, mis compañeros eran chicos
de apellido escobar, mario baigorria.
Luego
anduve con Juan Venturucci y luego en la Peña de El Alero ahí trabajé mucho hasta para armarla
y en esos tiempos pisaban fuerte Los Labradores Pampeanos, con Barbera, Moyano
entre otros (año 65), eran tiempos que para avanzar había que participar de
concursos que eran muy importantes a nivel nacional."
La memoria
trae y lleva, sujeta firme la madeja de nuestros tiempos idos y a veces es
capaz, cuando la estimulamos o la tentamos, nos devuelve aquellos antiguos
pasos que lejos de toda vanidad, los queremos compartir con otros semejantes y
así lo hacemos. Es esta memoria la que ha permitido enhebrar un camino de ida y
vuelta en las épocas diversas de este cantor pampa hasta la más íntima fibra
sonora.
Texto y
Fotos:
Ernesto del Viso,
músico
Voy a Puelén
Una huella me lleva
por el Valle Argentino,
la barda blanca sigo
por La Reforma.
Se amanece el paisaje
sobre el Salado
de chiquitín Quiroga
no hemos hablado.
ESTRIBILLO
Voy a Puelén
y en el camino dejaré una copla al
viento
para Miguel Molina de los Cerros
Bayos
como el coirón que nace de la
tierra.
Mi canto no tiene espinas
y se pierde entre las aguas
del río seco que muere
en salitral de la perra.
Compadre Roque Valdez
lo encontré en los Cerros Bayos
juntito al Cerro del Jote
con paisanos del lugar
Letra y Música: Hugo
Cuello.