EL DESPERTAR DE LAS MUCHACHAS
por
Ricardo Luis Acebal
Le aseguro que si por mi
fuera reproduciría aquí las 210 páginas que componen este libro de lectura
insoslayable, sobre todo en esta segunda década del 2000 en que está al rojo
vivo la antigua y, desde luego, absolutamente justa reivindicación de los
derechos de la Mujer a decidir su vida sin tener que pedirle permiso a cada
momento a su "pariente más cercano" (Armando Tejada Gómez): el Varón.
Por lo tanto no necesito
"alargar" para elogiar con todas las letras este libro editado en 2017. Antes
bien, el agregado que voy a incluir a continuación hace muy a la cuestión,
sobre todo con respecto a la "tapa", que al leer íntegramente la obra de
Hernández, quizá también a usted le haga celebrar el acierto de su elección.
Reproduciré parcialmente
lo que la profesora Silvia Gago tomó del
libro de Malosetti Costa, L., (2001)"Los primeros modernos. Arte y sociedad en
Buenos Aires a fines del siglo 19".
En "El Censor", periódico
de Buenos Aires de fines del siglo 19, el crítico de Artes Plásticas expresó:
"No cabe duda que el
cuadro que de París ha remitido nuestro compatriota, el joven pintor Eduardo
Sívori, está bien pintado; pero no cabe duda tampoco que no estuvo nada feliz
al elegir el tema de esa tela. ¡El levantar de la sirvienta! ¿A quién se le
ocurre pintar semejante majadería, sobre todo cuando la sirvienta es tan fea,
tan desgreñada y tan sucia como la que él ha elegido de modelo? Convengamos en
que bonnes hay por excepción, que en apariencia son tres bonnes; pero la fámula
de Sívori es de agarrarla con pinzas.
Además nosotros no
imaginábamos que las sirvientas se levantaran en cueros mayores. Juzgue el
lector si esto no es algo raro. En un cuartujo, que tiene por todo mueblaje una
mesita con un candelero, una silla con el vestido, delantal y cofia de la
sirvienta, y una cama de hierro, vése sentada en el borde de ésta, totalmente
desnuda, a la bonne, la cual está arreglando una media para calzársela. El
cuerpo como anatomía y color es soberbio; pero más que cuerpo de mujer parece
el de un mozo de cordel, las mechas sucias del pelo y lo feo y soñoliento de la
cara, no quitan que toda la cabeza esté pintada con fuerza, con gran verdad,
pero el arte no consigue aquí vencer la repulsión que inspira lo grosero. Los
pies de la sirvienta son todo un poema bestial. ¡Qué juanetes tan abultados y
violáceos, qué callos más geológicos, qué uñas más córneas y amarillentas! Al
mirarlos, por una inexplicable asociación de ideas, recordamos cierta estupenda
sinfonía que ha escrito Zola en el Vientre de París. En aquella descripción el
maestro ha creado también una página llena de verdad; pero que da náuseas. Esto
no impide que el cuadro de Sívori esté bien, pero muy bien pintado. Sin embargo,
es una obra de arte manquée, como dicen los franceses. El tema es
injustificadamente grosero y el personaje demasiado sucio. Claro está que lo
grosero, lo sucio, lo inmundo mismo, son elementos del arte; pero usados a
tiempo, cuando hay un efecto estético que conseguir con ello; pero eso de
elegir un tema sucio para limitarse a la reproducción de algo repugnante, es un
error en que caen los principiantes en su entusiasta radicalismo, interpretando
torcidamente el espíritu de la escuela a la que se afilian. El naturalismo es sólo para los que no
saben lo que dice la reproducción de lo innoble. Cuando el joven artista vuelva
de su error, va a producir sin duda obras de mucho mérito, pues en su Lever de
bonne revela que tiene condiciones para despertar a la patrona. Hacemos votos
para que no malgaste su talento".
Ignoro quien firmó este
texto, pero conozco a no pocos escribas "de arte" que hoy, en 2019, aunque no lo
expresen públicamente, coinciden con este asco periodístico "eurocentrista" (hoy
en 2019 seguramente sería "euro" o "yanquista") de fines del siglo 19.
El destacado en "negrita"
de los últimos párrafos me pertenece, e insisto en la estrecha relación que
tiene el texto transcripto no solo con la tapa sino con todo el contenido de la
obra que le estoy comentando.
Vanessa Redgrave, actriz inglesa: "Las Malvinas son argentinas, y punto.", Chabuca Granda, peruana: "dispón de mí, amadísima Argentina" y Cristina Fernández, dos veces presidenta de Argentina: Valoró la actualidad política de la historia y los rescates de figuras como Eva Perón, Juana Azurduy, Carlos Mugica, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Manuel Dorrego.
Es que junto a las
historias de "famosas" (sobre todo para los que pasamos los sesenta pirulos) como
Lady Di, Eva Duarte, Cristina Fernández, Marta González, Pierina Dealessi,
Chabuca Granda, María Estela Martínez, Jacqueline Kennedy, Fanny Navarro,
Sabina Olmos, Nelly Omar, Eva Perón, Vanessa Redgrave, Marilina Ross, Teresa
Parodi, Chunchuna Villafañe y María Elena Walsh se destacan con igualdad de importancia las de Manuela Amarillo,
María Eugenia Álvarez, Ángela, Norma Arrostito, Irma Cairoli, Rosa Bassi, Teresa
Caniva, Mireya Robledo, Esther Rodríguez, Juana Santillán, Estela Dos Santos,
Alicia Eguren, Evangelina, Ramona Fernández, Ana María Giacosa, Ana María
Goldberg, Delia Beatriz González, Brunilda Guillermo, Pirí Lugones, Maruja,
Norma Morello, María Muñoz, Neri, Delia Parodi, Susana Pereira, Vera Pichel,
Amelia Podetti, Julia Prilutzky Farny, María Ruanova, Rubia Rojiza, Clara
Ruderman, Mary Terán, Susana Valle, María Cristina Verrier y Dilia Vieux.
Julia Prilutzky Farny, poeta, Mary Terán de Weiss, tenista y Ana María Giacosa, escritora y militante de la izquierda nacional
ABRIENDO EL BROLI
Conmueven (en mi caso
hasta las lágrimas) las historias de Ramona
Fernández, que "en la segunda década del siglo 21 sirve café en la
municipalidad (Moreno, Bs.As.) ayuda en
las actividades solidarias del emprendimiento Pibes por Pibes y se
prende, entusiasta, en cuanta changa puede", la de la salteña Ana María Giacosa, maltratada tanto por
los mediocres "líderes políticos" de su provincia como por los "procesistas" de
1976, militante del Frente de Izquierda Popular y autora de "Viaje alrededor de
mí misma", reeditada en México en 1990, la de la tenista rosarina Mary Terán de Weiss, que según Alfredo
Terán "ella inició en el Buenos Aires
una escuela de tenis para chicos que no estaban en condiciones de adquirir
raquetas y equipos y éstos les eran proporcionados por la Fundación Evita. El
tenis siempre había sido un deporte para gente encumbrada y los de la elite no
le perdonaron haberlo llevado al nivel del pueblo".
¿Cómo no hacerse cargo de
la historia de Rubia Rojiza,
retratada por Hebe Uhart en "Un día cualquiera" (2013) que bajó de un tren en
Constitución?
"La señora de pelo rubio
rojizo estaba acompañada por tres chicos y un carrito improvisado con algunas
tablas. Tirando de una soga lo arrastró por el andén con los dos hijos sentados
en él. La nena, solidaria, había optado por caminar de la mano de su madre.
Cruzaron los cuatro el amplio recinto de la estación y salieron por la arcada
Este desandando la calle hasta encontrarse con el numeroso grupo de cartoneros
que en instantes emprendería su tarea por el asfalto de la ciudad".
Esperanzadamente, Uhart afirma: "Si existían señoras capaces de ganarse tan
duramente la vida llevando el pan a la mesa de sus hijos, la recuperación de la
Argentina sería posible".
También emocionan las
"latinoamericanas", como la uruguaya Brunilda
Guillermo ("Muñeca", tía del autor del libro): "Yo soy Tupa en el Uruguay y
peronista en la Argentina" le confió a su sobrino en 1972. Había nacido en
Vergara, partido de Treinta y Tres, a pocos kilómetros de Minas.
El Talar, ya en Buenos
Aires, resultó el club que la vio dictar cátedra de Tango.
La de la dominicana Neri, que servía café a los asistentes
al barcito de la estación de servicio (Villa Pueyrredón, Capital Federal, años
"setenta"). Hernández recuerda: "Mi segundo diálogo con Neri tampoco fue
extenso. `Me alegra verte trabajando acá`, le dije días más tarde, `la mayoría
de tus compatriotas vienen para otro tipo de tarea`. Su respuesta fue
contundente: `sí, lo sé`. Y agregó, lacónica y dulce, `tú eres mi amigo`." Lo
que sigue, hasta el final de ese capítulo pleno de ternura no se lo voy a
contar.
La de la troesma de Danza María Ruanova. Fue en tiempos de los
dos primeros gobiernos de Perón que jugó totalmente a favor de que el Teatro
Colón llegara al pueblo. Perón afirmaba que "la música buena le gusta a todo el
mundo, especialmente a los pueblos; eso habla de la misma manera para la danza,
los buenos equipos de danzas clásicas serán apreciados toda la vida..." Ruanova
gozaba de fama internacional y se jugó por ese proyecto de popularización. Y
como Terán de Weiss con el tenis, debió pagar con su ninguneo en los años
posteriores al golpe de la "revolución fusiladora de 1955", que intervino la
dirección del Colón colocando allí al
"elegante" crítico Jorge D`Urbano.
Eva Duarte y Juan Perón. El amor del coronel hacia Evita no sería interrumpido por la muerte ni por el secuestro y posterior desaparición del cadáver perpetrado por miembros del Ejército Argentino y apañado por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Eva Duarte
y
Eva Perón: El capítulo "Eva Duarte",
subtitulado "Sos mi vida" exalta la relación de puro amor de Perón con quien
sería su esposa amantísima hasta el 26 de julio de 1952. Y, refirmado por él,
también en el momento de recuperar su cadáver en septiembre de 1971.
"Eva Perón", subtitulado
"Santa Evita" trata el tema de las mañosas santificaciones ordenadas por la
burocracia vaticana y las que consagran los pueblos sin intervención de Roma.
Ejemplo de lo primero los 40 gallegos franquistas que santificó el no menos
mañoso Juan Pablo Segundo (hoy también "santo") y de lo segundo el Gaucho Gil
(y otras y otros) y Santa Evita. Hernández teoriza acerca de la consagración de
Evita como "patrona del oprimido" por parte del pueblo: "Ese otro lugar es,
claro, el de la humildad que pide pero que no cree en la magia. Es
confortamiento y compañía, muchas veces, más que resolución. Es compasión y, en
prudente medida, también milagro".
María Elena Walsh
, que no era para nada peronista "de origen" compuso un memorable poema
que en un tramo dice: "Cuando juntas las reas y las monjas/ y las violadas en
los teleteatros/ y las que callan pero
no consienten/ arrebatemos la liberación/ para no naufragar en espejitos/ ni
bañarnos para los ejecutivos./ Cuando hagamos escándalo y justicia/ el tiempo
habrá pasado en limpio/ tu prepotencia y tu martirio, hermana./ Tener agallas,
como vos tuviste,/ fanática, leal, desenfrenada/ en el candor de la
beneficencia/ pero la única que se dio el lujo/ de coronarse por los
sumergidos./ Agallas para defender a muerte./ Agallas para hacer de nuevo el
mundo./ Tener agallas para gritar basta/ aunque nos amordacen con cañones."
María Ruanova, sanjuanina y María Elena Walsh, bonaerense.
Reitero que debería
comentarle todos los capítulos, ya que todos son entrañables y ejemplares en su
contenido como para afirmarse culturalmente al momento de ponerse el pañuelo y
ganar las calles, pero el espacio disponible no es "de goma".
Tratando de entusiasmarlo
para adquirir este aporte escrito, (al que con toda seguridad se le podrían
agregar muchísimos ejemplos más de mujeres luchadoras) que usted podrá adquirir en librerías o
directamente en Ediciones Fabro con los datos que en esta página le
suministramos, voy a cerrar con el capítulo que le da nombre al broli.
Y comparto con usted que
también homenajeo a mi vieja, que con sus 17 pirulos recién cumplidos se vino a
Buenos Aires desde su pueblito entrerriano con sueños de progreso y trabajó,
como las chicas de las que a continuación me ocuparé, de sirvienta en casa de
ricos.
A la memoria de doña Dina,
pues, el cierre con Rosa Bassi, Teresa Caniva, Mireya Robledo, Esther
Rodríguez y Juana Santillán.
"En la mañana del 10 de
junio de 1956 -relata Salvador Ferla- una muchedumbre se aglomera frente a la
casa de gobierno para alentar al gobierno en la macabra tarea que está
ejecutando (los fusilamientos de los protagonistas del levantamiento del
general Juan José Valle el día anterior) Gritan desaforados estribillos." Uno
de ellos resalta y hará historia: ¡Aramburu, dale duro! No imaginan los
presentes, desde luego, que los hijos de algunos de esos gorilas años después
decidirían invertir la copla.
Ferla, mientras tanto,
continúa con la descripción: "con esta seguridad respecto a la salud de la
revolución, la muchedumbre del dale duro y del dale leña comienza a disgregarse
y, como es habitual en estos casos, se forman grupos de manifestantes que
recorren la ciudad. Pero al pasar uno de esos grupos por la calle Callao, desde
uno de los balcones del edificio señalado con el número 531, Esther Rodríguez y
Teresa Caniva, dos mucamas que trabajaban en la casa, desahogan su indignación
por las matanzas, profiriendo gritos contrarios al gobierno y a su revolución y
arrojando algunos objetos sobre los manifestantes. Estos se enfurecen e
intentan penetrar en el edificio para linchar a las muchachas, mientras les
gritan ¡a la horca!" Un segundo
incidente se repite frente al número 1385 de la Avenida de Mayo; allí son tres
las que gritan: Rosa Bassi, Mireya Robledo y Juana Santillán".
Y concluye Hernández: Vale la pena, en esta época de rescate de
mujeres de nuestra historia, repetir sus nombres. Ellas salvaron en ese
momento, con sus gritos desaforados que desafiaban al odio, la dignidad de la
patria. Sería más que un pecado olvidarlas.