Sobre "Agua Negra. Historias de un camino":
La cordillera elquina solamente hollada por el andar cansino de recuas de mulas, asnales, y reses, vino a cambiar en algo su fisonomía recién en 1865, cuando el Gobernador del Departamento de Elqui, Juan de Dios Pérez de Arce, a petición de comerciantes argentinos y chilenos, ordenó que se construyese un camino "tropero" desde Huanta hacia el interior, el que reemplazaría a los senderos o huellas de "uña" existentes desde tiempos inmemoriales. Muchísimos años más tarde, en ambas bandas del macizo cordillerano, tanto las autoridades como ciertas organizaciones ciudadanas se encargarán de reactivar la idea de unir a San Juan con el puerto de Coquimbo. Federico Cantoni, gobernador de San Juan y Gabriel González Videla, Diputado y Presidente de la Cámara en Chile, se convierten en adalides de este proyecto. En pequeñas localidades de los departamentos de Elqui y Limarí, los pobladores forman comités, realizan comicios e incluso convencen a la autoridad para citar a un cabildo abierto en apoyo al camino, y luchan incansablemente para que sus respectivos territorios se vean favorecidos por la elección de los ingenieros. Años más tarde serán otros los que tomarán las banderas, correspondiendo a Leopoldo Bravo, gobernador de San Juan, y a Eduardo Sepúlveda W. Intendente de la Provincia de Coquimbo, dar por cumplida esa vieja aspiración de dos pueblos. La gran historia del camino de Agua Negra, se entrecruza en este libro con pequeñas otras, los grandes personajes con aquellos, casi anónimos, que también supieron hacer suyos los grandes desafíos. "La cordillera separa pero no divide", decía Buenaventura Luna cuando vino a Chile en 1952, ¡y cuánta razón tenía! La tarea del camino, sin duda, ha tenido también sus héroes, pero la historia la hacen los pueblos, por ello quizás el ingeniero Arístides Aguiar Fonseca, acuñó la siguiente frase: "El camino de San Juan a Coquimbo, es una cuestión de pueblos y no de gobiernos".
En 1952, decía Buenaventura Luna sobre Agua Negra:
"A pesar de que todavía no ha sido terminada su construcción, este nuevo camino internacional del sub norte chilenoargentino, ya tiene una historia. Una bella y fascinante historia de luchas porfiadas, fracasos, heroísmos, y esfuerzos victoriosos. Hasta diría que sólo le falta el elemento culminante de la tragedia para hacerse digno de ese que en peregrino lenguaje humano, se llama inmortalidad. Este camino tendrá la virtud de restablecer la unión de ciudades y viejos pueblos argentinos y chilenos que tradicional y secularmente vivieron comunicados y unidos por imperio de la sangre y del espíritu y también por imperio físico, por inexorable gravitación telúrica de un paisaje que la Cordillera de Los Andes no divide, sino que separa y une a la vez, como la columna vertebral a los dos costados de un mismo cuerpo".
Acerca del Autor:
Rodrigo Iribarren Avilés es Profesor de Historia y Geografía en la Universidad de Chile (sede La Serena), Director del Museo Gabriela Mistral de Vicuña, y Coordinador Regional de la Comisión asesora de Monumentos Nacionales. Tiene varios títulos publicados, entre ellos: "Reminiscencias. José Silvestre", "Rostro urbano de Ovalle", "Río Hurtado. Historia y tradición", "La niña Abelina, la justicia y el amor (y otras historias)", y"
Trentinos. Largo Surco hacia un destino".