QUE USEMOS CELULAR NO SIGNIFICA QUE DEBAMOS PENSAR,
HABLAR Y CANTAR COMO LO ORDENAN LAS MULTINACIONALES DE LOS IMPERIOS QUE MANEJAN
EL MUNDO
por
Ricardo Luis Acebal
Hace 55 años don Arturo
Jauretche, en su libro "Filo, Contrafilo y Punta" (1964), explicaba que la diferencia entre inteligencia e "intelligentzia" no tiene
nada que ver con ideas políticas, económicas o sociales, sino con comprometerse o no comprometerse con el
país. Es decir, poco importa que quienes se integren a las filas de la
"intelligentzia" sean de derecha, izquierda o centro; lo importante
es que defiendan la subsistencia de la vieja estructura cultural e impidan que
ocupen el escenario los desconocidos que pueden expresar el país real.
En "El Medio Pelo en la
Sociedad Argentina" (1966) don Arturo se refirió al
complejo de inferioridad racial que padeció aquella
generación de hispanos-americanos avergonzados de su origen y que se liberaban
del mismo calificando al resto de connacionales como víctimas de taras
congénitas que los hacían inadecuados para la civilización.
Que los "conservadores"
como Patrón Costas o Santamarina justificaran el estado de esclavitud de los
peones de sus estancias con semejante argumento es tan repudiable como que intelectuales
de izquierda como Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Ghioldi, etc. coincidieran en
que no se lograría nunca el
socialismo mientras no se "mejorara" esa raza de seres humanos (indios,
criollos...) faltos de capacidad cerebral para entender sus propuestas.
Derecha + Centro +
Izquierda (sin identidad nacional)= intelligentzia.
Arturo Jauretche y Pedro Patzer: "Intelligentzios" abstenerse.
En "El Tahiel" Pedro Patzer comienza su "Advertencia" de página 7 con
estas palabras: La Argentina no dejará de
engendrar crisis, hasta que no resuelva la crisis madre de todas las crisis, La
crisis de identidad
.
Y después de afirmar que la mayoría de los argentinos y
argentinas desconoce a los diversos países que conforman la Argentina, proponer
cómo se debe mirar para poder VER y aclarar que
Este libro no es una enciclopedia, sino más bien un intento de recuperar la
cultura perdida de un país, un guiso cultural de la Argentina, que se atreve a
juntar la huella india con la gaucha, con la del trabajador, con la de cultura
urbana, cierra: Ya la Argentina tuvo
su Nunca Más a las dictaduras; será tiempo de que tenga su Nunca Más a la
Cultura del Olvido, a la cultura oficial que le diera la espalda a las culturas
de las argentinas profundas.
El escritor santiagueño, -oriundo de
Quimilí
-,
Adolfo Marino "Bebe" Ponti
, poeta y compositor
de numerosos libros y letras de canciones que hoy recorren el mundo
expresa en el prólogo: Hacía tiempo que
no leía un libro que me hundiera sus palabras en el corazón. El Tahiel se trata
de un compendio de prosas poéticas, tan logradas como bellas, sutilmente
enhebradas una tras otras como si fuera la madeja de un telar. Patzer crea un
lenguaje que adquiere la forma de un manifiesto, de un poncho Calchaquí. Se
atreve a disputarle a la cultura del descarte, la identidad de los desposeídos;
a la globalización de las capitales, el hombre y la mujer de tierra adentro,
esos que se detienen cuando una calandria raya el cielo con sus alas y conocen
el alma de los árboles porque duermen debajo de sus hojas.
"Bebe"Ponti: Celebremos esta publicación, detengámonos en cada una de sus líneas.
La atenta lectura del índice sugiere, por ejemplo, lo útil que este
libro es para quienes organicemos "talleres de identidad", sobre todo
destinados a chicas y chicos de 12 a 18 años y a todas y todos que se quieran
prender aunque ya hayan pasado los 50...
BOTÓN DE MUESTRA: "UN PAÍS
CON UN NOMBRE DE UN POEMA"
Nuestro país lleva el nombre de un poema: La Argentina de Martín Del Barco Centenera. Nuestra patria tiene
como poema nacional el canto desesperado de un payador. La poesía y el canto
conforman el ADN de nuestro país. Bien sabemos que una patria nace
verdaderamente cuando comienza a ser cantada, ya que en ese momento empieza a
desarrollarse su Independencia Cultural. Dicho sea de paso, sin Independencia
Cultural no hay Patria. ¡Tomen nota los que aún no lo advirtieron!
Desde los Mapuches, que consideran que venimos a esta vida a encontrar
nuestro Tahiel, nuestro propio canto, hasta Héctor Roberto Chavero, que cambió
su nombre por el de Atahualpa Yupanqui, para cantar las honduras de la Tierra y
para ello necesitaba llamarse como lo que venía a cantar: "Alguien que viene de lejos a contar algo". En este gesto de
Yupanqui hay una profunda reflexión del auténtico valor emancipador de la
palabra, de la poesía, que sin duda viene de lejos a decir algo.
Pero no hablamos de una lejanía física, sino de una lejanía cultural. En
medio de la colonización cultural, el folklore nos ha dado la posibilidad de
acercar lejanía, de derribar muros culturales y dar paso a canciones de esas
argentinas secretas, como decía el recordado Roberto Vacca.
De modo tal que mientras la cultura oficial se afrancesaba, apareció un
tal Dojorti, de linaje irlandés, y cambió su nombre por Buenaventura Luna,
nombre del campesino que de niño había alimentado su imaginación con historias
y leyendas de esta Tierra.
Buenaventura Luna, Atahualpa Yupanqui y Horacio Guarany
En medio del peso cultural de Victoria Ocampo y su grupo Sur, que hacían
tertulias en las que sólo se hablaba en francés, porque -argumentaban- sonaba
mejor, Leda Valladares, flamante licenciada en filosofía y letras, decidió
abandonar la filosofía occidental y entregarse a los cantos de la América en
Cueros, al fervor del coplerío popular.
El cancionero folklórico no es sólo una mera acumulación de postales
paisajísticas; el cancionero folklórico viene de lejos a transformar el ahora.
Borges, cuando hablaba del Martín Fierro,
decía que José Hernández hizo lo mejor que se puede hacer por la tradición:
cambiarla.
Más allá del humor de Jorge Luis, es cierto que hay algo en los cantos
antiguos, en el espíritu musical de un yaraví o de una zamba, y también del
cancionero de autor, que conserva ese alarido ancestral y trascendental, que
regresa para transformar a los hombres de ahora.
Horacio Guarany, otro protagonista de nuestro cancionero, que cambió su
nombre, decidió llevar el Guarany como apellido, es decir, seleccionó algo que
viene de lejos como identidad, consiguió darnos retratos de situaciones y
personajes a los que la Poesía de Borges, o de Pizarnik, lógicamente no tenían
acceso.
Por ejemplo, el ruego de un chango humilde, ante el doctor del pueblo:
"Doctor
yo solo soy un niño pobre
doctor
si usted llegara a comprenderme,
mi madre enferma no puede entenderme
que usted debe cobrar para curarla.
Le traigo,
mis dos gatitos y mi perro,
mi trompo, mi barrilete y el sombrero
aquel que al morir dejara mi padre
y yo lo guardo como un gran recuerdo".
Del mismo modo José Larralde nos informa que para el gaucho, el caballo
que no tuvo se llama Distancia; Pocho Roch y Tarragó Ros nos advierten cómo
debemos llamar al sacrificado trabajador de los arrozales: Taipero Poriahú;
Nella Castro nos pinta al Chaguanco, como Ramón Ayala al Mensú. Es decir, en la
poética de nuestro folklore, ya sea anónimo o de autor, hallamos información
acerca de esa cultura cotidiana, a veces marginal, de nuestros remotos pueblos
y campos.
O, mejor dicho, en nuestro cancionero encontramos los espejos para
hallar el reflejo de esas argentinas culturales que la mayoría de los
argentinos desconoce.
Dos de las bellas ilustraciones de GisellaLifchitz. Estas corresponden a las páginas 223 y 34.
OTROS BOTONES DE MUESTRA (QUEDO
EN DEUDA):
El poeta que arreglaba
máquinas de escribir (pag. 86), Kerruf Mapú, el país del viento (pag. 35), El
país del abrazo de Estela e Ignacio (pag. 221), El país de la Zafra de Ariel Petrocelli y el de Vamos a la zafra de Jaime Dávalos (pag.
242)...
Pedro Patzer con Ramón Ayala, durante la presentación del libro el 27 de junio de 2019, a la que concurrió también el editor Alejandro Ferrari ("Lenguamadre")
Para adquirir este libro:
Mercado Libre:
hhttps//articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-793435964-el-tahiel-el-canto-interior-de-la-argentina-pedro-patzer-_JM
-o llamando a LENGUAMADRE: 1165638696
-o escribiendo a
pedropatzer@gmail.com
-También disponible en la Librería
Sudestada, Tucumán 1533, CABA.