AYACUCHO Y TODO EL CIELO
por
Ricardo Luis Acebal
Foto: Cristián Dodds
Igual que el gran
Leopoldo, Cristián es porteño. Igual que el gran Leopoldo, Cristián es un
profundo y comprometido creyente en Dios.
Igual que el gran
Leopoldo, Cristián exalta constantemente su amor por un pago bonaerense surero -Ayacucho- que no dista mucho del
Maipú de la infancia de Marechal.
Y también como el gran Leopoldo,
Cristián escribe excelentes poemas.
Su vida pastoral como cura
católico se desarrolla con el corazón y el cerebro funcionando totalmente al
unísono de los más necesitados de espiritualidad y pan, como son los habitantes
de uno de los tantos lugares del Gran Buenos Aires que "no existen" para el neo
o el viejo liberalismo: Villa Hall (San Fernando).
En los tiempos de Leopoldo
Marechal a los "liberales" se los identificaba como "conservadores",
"oligarcas", "gorilas"...
Y los poetas, escritores y
charlistas de 1945 en adelante, voceros (alcahuetes) de esos "patrones", por lo
general integrantes de distintas "academias", denostaron o ignoraron la obra de
Marechal. Muy pocos (entre ellos Julio Cortázar y Ernesto Sábato) celebraron,
habida cuenta de la identificación de don Leopoldo con el peronismo la
aparición de "Adan Buenosayres" en 1948.
En "Heptamerón", publicado
en 1966 don Marechal expresó:
Y dije todavía en la
Ciudad,
bajo el caliente sol de los herreros:
"No solo hay que forjar el riñón de la Patria,
sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es de urgencia poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses.
La Patria debe ser una provincia
de la tierra y del cielo".
Me clavaron sus ojos en
ausencia
los amontonadores de ladrillos.
Los abismados hombres de negocio
medían en pulgadas la madera del norte.
Nadie oyó mis palabras, y era justo:
yo venía del Sur en caballos y églogas.
(fragmento
de "Descubrimiento de la Patria").
Leopoldo Marechal. Fotos: Sara Facio
EL LIBRO DEL CURA
En
esta nota me aboco a comentar exclusivamente lo literario. El disco compacto
que forma parte de la propuesta de Dodds está comentado en nuestra sección
"Discos".
El
autor dedicó su libro y disco "A Julio y Brandon Achingo".
Los
mencionados son dos pibes de Villa Hall que fueron quienes presentaron a Cristián
a los integrantes de "La Musaranga", acompañándolo a la sede del taller, en Beccar,
Gran Buenos Aires al norte.
Alejandro Cantarella
, un musarango de pura
cepa, dice en el prólogo:
............................................
Leí
agradecido sus versos. Y escuché atento, entre amigos y damajuanas, sus cantos
e interpretaciones criollas.
Se
le ha ocurrido luego, tener la generosidad de invitarme a escribir unas líneas
sobre ellos. Me limitaré a compartir escenas o imágenes que, al transcurrir
esta hermosa lectura aparecían y trepaban
de la emoción al pensamiento:
-mi
madre que se alegra los días de lluvia...
-el
taller de vitrales en San Justo, donde corría de purrete entre imágenes sacras
y la voz de Héctor Larrea por radio...
-el
olor a aceite de máquina impregnado en el delantal azul de mi abuelo...
-mi
abuela que prendía velas a la virgen y a los santos en un rincón de la casa...
-mi
padre en Brandsen, embarrado de pocear y feliz de mostrarme cómo hacer arrancar
una bomba de agua...
-Brandon
y Julio que entran al taller (en el que entre otras cosas se armó este libro) y
gritan desde la puerta: "¡Ché Pedro!... ¡Acá te trajimos al cura!...
Son
gestos. Humanos o divinos. O una comunión entre ambos.
Y
Cristián tiene este enorme gesto: nos entrega su corazón, encarnado en su
palabra escrita y en su canto. Y nos comparte, a través de ellos, su fe y su
derrotero en esta vida. Esta vida que nos hermana en el hacer y nos obnubila en
su misterio.
Gracias,
hermano y compañero Cristián.
Cristian Dodds, así en el campo como en el rioba (Fotos: blog "DIOS Y AYACUCHO")
Le
transcribo dos de las cuatro décimas que Cristián tituló "LETANÍAS CRIOLLAS A
LA VIRGEN DE LUJÁN":
Sos laguna donde cabe
todo el cielo en un
reflejo,
cruz del sur que desde
lejos
señala el rumbo a la nave;
susurro de brisa suave
en lo alto de la sierra,
sos, sin malezas, la tierra
que prefirió el sembrador
y sos ese campo en flor
que un alma de miel
encierra.
.........................................
Sos la música de amor
que el Creador se reservaba
para expresarse sin trabas
en su palabra mejor;
sos del trébol blanca flor
y la estrella matutina,
sos la madre peregrina
que por brindarnos
consuelo,
aunque eres reina del cielo,
quisiste hacerte argentina.
San Isidro, 11 de julio de
2007.
Y
traducido libremente:
Sólo porque quiero verte
he venido hoy hasta aquí
a tu iglesia de Itatí
donde se halla nuestra
gente.
Soy feliz únicamente
bajo tu limpia mirada;
cuando mi alma esté nublada
haz que vuelva nuevamente.
Tus pobres, Madre, me inspiran
a rezar del mejor modo:
sin palabras dicen todo
los que sufriendo te miran.
Volver de nuevo hasta Ti
es sólo lo que ha pedido
éste tu hijo querido,
Virgencita de Itatí.
Buenos Ayres, 11 de julio
de 2017.
ODA A LA MOLDURA
La
"oda a la moldura" era una de mis más antiguas deudas literarias. En atención
al tema propuesto quise salirme de mis queridas décimas de octosílabos y me
atreví a componerla en pretensiosos versos alejandrinos, como esos de Juan Luis
Gallardo que tanto me gustan, de los cuales los míos son apenas un pálido pero
agradecido remedo.
Propongo una cruzada de
amor y de lirismo
contra la tiranía del necio
pragmatismo:
y en medio de este mundo
que pierde su hermosura
quisiera con mis versos
cantarle a la moldura.
Simpático remate, solemne
cortesía
que a la estructura en
prosa da un toque de poesía;
afable añadidura de
constructor derecho
que admira y que celebra su
trabajo bien hecho.
Adorno innecesario,
derroche de cemento
que puede de una casa hacer
un monumento;
revoque hecho poema,
coqueta rebeldía
que se subleva contra la
pura ingeniería.
Denuncio la insolencia del
economicismo
que ahoga la belleza con su
minimalismo;
mi canto es una queja
contra su dictadura
que todo lo rebaja, achata
y desfigura;
engendro de un ambiente
enfermo de egoísmo
que ignora la pureza y
apaga el idealismo:
si todo se mirara con su
pobre criterio
¡qué triste sería el mundo
vaciado de misterio!
Le canto a la moldura, que
grita la verdad
de que el hombre no puede
vivir en la fealdad;
que no por ser inútil es
frívola y mundana
que sí por ser hermosa es
cálida y humana.
Le canto a la moldura, que
en su delicadeza
emula los encantos de la
naturaleza
(mas si se degenera en
barrocos empalagos
con varonil franqueza le
niego mis halagos).
Celebro las molduras, que
adornan y embellecen,
que elevan, dignifican,
suavizan y enaltecen;
y a quienes al moldearlas
lograron con su mano
que el mundo esté más
lindo, más libre, más humano.
Me gustan confesando en la
fábrica y la usina
que la labor humana tiene
algo de divina;
y en capillas ignotas
rezando con firmeza
que el pobre también tiene
derecho a la belleza.
El hombre necesita de la
inutilidad:
también él es un juego de
amor y gratuidad;
acaso en las molduras
cumplan igual destino
el arquitecto humano y el
Hacedor divino.
San Isidro, 20 de febrero
de 2010
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