DESDE ALMIRANTE BROWN, POR LA LIBERACIÓN
Y LA INDEPENDENCIA
por Ricardo Luis Acebal
En el texto que sigue, el lector comprobará una vez más que una de las
firmes convicciones que nos motoriza a quienes editamos "Identidad Cultural" es
que NO EXISTE NI EXISTIÓ NUNCA la tan cacareada "imparcialidad" o
"neutralidad", el "caminar por el centro de la calle lejos de ambas veredas", o
cualquier otra manera de expresar esa cínica mentira que deja aparentemente
satisfechos a quienes la expresan. Y desgraciadamente a miles (o millones) de
lectores, televidentes y/o visitantes de la web que la aceptan y hasta manifiestan
su admiración por quienes afirman que "no hay que meterse en política porque
todos los políticos son iguales" o que "no hay que mezclar la política con la
cultura"...
Comienzo entonces contándole que yo vivo en la Ciudad de Burzaco (la de más
habitantes del partido) desde hace 68 años. Continúo diciéndole que milité en
la Juventud Peronista desde 1970 en el barrio Sakura, de Burzaco y en la
Juventud Trabajadora Peronista como delegado de base, empleado en el Banco de
Galicia hasta 1975, en que fui despedido por esa "institución crediticia" que
suministró al gobierno asesino del llamado proceso de reorganización nacional
(dictadura cívico militar 1976/83) nada menos que al "segundo" de Martínez de
Hoz (Sociedad Rural Argentina) en el Ministerio de Economía, el señor Cristian
Zimmermann.
Nunca integré el ala militar de la organización Montoneros y estoy vivo
gracias a compañeros (en especial el paraguayo Alberto Giménez), que pese a las
torturas a que fueron sometidos no me mencionaron como "conocido" por ellos.
Tiradas las cartas sobre la mesa, paso a presentarles el libro de Juan Ranieri, que dedica "A todas las personas que llevan en su
interior la savia inmortal de aquella roja raíz". Es obvio que me considero
una de esas personas.
Nunca estarán demás estos aportes a la memoria, impresos como deben ser, ya
que desde los medios electrónicos –como esta página- solo se puede invitar a la
lectura con el libro entre las manos. El libro es y seguirá siendo el medio que
hace posible lo más parecido a la eternidad en materia de transmisión de
conocimientos.
Todos estos lenguajes "electrónicos siglo 21" que hoy obsesionan a tantos
seres humanos son efímeros y superficiales puesto que no pueden transmitir nada
cálido, tocable con las manos como son las páginas de un libro.
ANTES DEL 76
El hoy muy conocido represor Miguel
Osvaldo Etchecolatz, director de Investigaciones de la Policía Bonaerense y
mano derecha del general de brigada Ramón Camps durante la última dictadura
militar, 92 años de edad, actualmente está preso. Al denunciante de sus
crímenes, Jorge Julio López, le costó la segunda (y por ahora al parecer
definitiva) desaparición. Este asesino policía ya hacía "méritos" con su fama
de "duro" en los años 60.
Estaba muy bien visto por "la bonaerense" en los tiempos de otro dictador
entregador de la Argentina, Juan Carlos Onganía. Por ello fue titular de la
Comisaría 1 de Adrogué durante 1967.
El libro de Ranieri lo muestra en su página 14:
LA DIGNIDAD DE CARLOS OLIVERA
Transcribo a continuación las páginas 43 a 46, porque es imprescindible que
se conozca (o reconozca) la personalidad de este excepcional compañero. Nació el
1 de junio de 1941 en Venado Tuerto, Provincia de Santa Fé. Con solo diez años
se instaló con su familia en el barrio "El Gaucho" (Burzaco) en ese entonces
90% "campo" y 10% "pueblo". Se fue hacia el gran silencio el 27 de noviembre de
2019.
Muchos lo recuerdan como el excelente locutor y maestro de ceremonias del
FESTICALA (Festival de la Cultura Argentina y Latinoamericana) que se llevó a
cabo anualmente en Ministro Rivadavia (Partido de Almirante Brown) a partir del
llamado "retorno de la Democracia" en 1983.
Carlos y su super compañera Emilia
UN MÉDICO RADICAL, DE ESOS QUE
SALÍAN EN LAS MADRUGADAS ANTE CUALQUIER EMERGENCIA...
Es también imprescindible recordar lo que le ocurrió al doctor Guillermo Alonso. Tuvo la desgracia de
ser vecino involuntario de otro asesino (domiciliado frente a su casa, en
Adrogué), que como bien expresa Ranieri "su nombre quedaría apuntado en esa
sórdida segunda línea de criminales de la dictadura. Se llamaba Juan Antonio Del Cerro, pero en aquel
entorno al que pertenecía fue conocido por su alias,
Capitán Colores
. Integró
los grupos de tareas, pero ya antes del golpe fue parte de la Triple A."
Todo lo que sucedió a principios de abril de 1976, cuando un grupo de
soldados ingresó a la casa del doctor a la hora de la cena y se llevó a Alonso
y a toda su familia (salvo el hijo de su tercera esposa, de 5 años), significó
la destrucción de la vida de un médico y docente del Nacional de Adrogué, cuya
"culpa" era ser admirador de la Revolución Cubana y el Ché Guevara.
"El cautiverio duró una semana en el Vesubio –continúa Ranieri- y los
liberaron a todos juntos cerca del Camino de la Colorada. El doctor Alonso había
sido brutalmente torturado y también su hijo menor José Luis. En las sesiones
de tortura le inquirían con insistencia: Dale,
confesá que sos Santucho".
Continúan historias conmovedoras de compañeros masacrados, como los
hermanos Ernesto y Lucio Ramos (Barrio
Sakura, Burzaco) detallados en el capítulo 22 ("El terror sobre Sakura I y II")
que también había comenzado antes del golpe, en 1975, con acciones de la Triple
A.
Acciones de militantes muy jóvenes (algunos hasta adolescentes) que se
jugaron por un verdadero cambio a favor de los más humildes, magníficamente
retratados por Ranieri y que mencionarlos aquí a todos supera las posibilidades
de extensión de una nota periodística.
Historias como las de Enrique
Antonio Moschini y de Rubén Mataboni
"El Verdura", de sacerdotes y simples fieles católicos, todos "culpables",
juzgados y condenados por los "apóstoles del orden" por ser solidarios con los más postergados de la sociedad y, sobre todo
por abrir cabezas, por INCITAR A PENSAR.
Todo lo expresado hasta aquí constituye el comienzo y desarrollo de la
tragedia que vivimos los brownianos a partir del fatídico 24 de marzo de 1976.
No estoy afirmando que hayamos sido los más perjudicados al aportar un
número todavía no exacto de víctimas del terrorismo ejercido por un gobierno
"militar" pero también apoyado por civiles (sobre todo terratenientes y grandes
empresarios de distintos rubros, es decir los verdaderos dueños de la guita) y
la institución Iglesia Católica más no pocos "líderes" protestantes.
Lo que sí me parece impostergable es que en otros sectores del Gran Buenos
Aires y de todo el país se tome el ejemplo de "De aquella roja raíz".
Lo que detalla este libro desde la página 133 hasta la 148 constituye otra
prueba más que justifica la condena a cadena perpetua de "uniformados" y
"civiles" que produjeron ese horror de 1976 al 83, "proceso" aún justificado
hoy por encumbrados políticos a quienes el Estado Nacional les paga sus sueldos
de legisladores y/o ministros del Poder Ejecutivo y/o gobernadores y otros
cargos dirigenciales. Todo aquél que predique a favor del "olvido sanador" es
un cínico defensor de estos "componedores del orden establecido", que hoy
producen los llamados "golpes blandos" mediante presión económica sobre los
laburantes y sus auténticos conductores.
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libro comentado escriba a:
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