Las marcas están cargadas
de sentidos y valores. Eso hace que la gente confíe en unas y reniegue de
otras: Mc Donalds o Bourguer, Adidas o Nike, Ford o Chevrolet. Esos
posicionamientos son muy difíciles de modificar. Lo mismo ocurre con
candidatos, líderes y dirigentes políticos, porque ellos también son su propia
marca.
Entonces, hay gente que
por ese motivo no va a exponerse a los mensajes de nuestros dirigentes, pero
nosotros sí podemos llegarles. Podremos hacerlo si, y sólo si, somos capaces de
mostrarnos como lo que somos, iguales. Iguales a nuestro vecino, a nuestra
suegra, al taxista que nos lleva o a la señora que nos atiende en el laverrap.
Sólo desde esa igualdad y
empatía podemos transmitir el mensaje que creemos mejor. No mejor para
nosotros, mejor para todos, para el bien común, para mí y para el otro. Y
tenemos que transmitírselo a la mayor cantidad de gente, distinguiendo al
odiador social del que simplemente creyó y hoy se siente estafado.
El concepto de «campaña
molecular» invita a ser protagonista, a ser parte activa de la campaña a partir
de un método concreto, a desarmar consignas, cuestionar el sentido común y
sembrar dudas, que es como empiezan a caer los castillos de naipes. Claro que
para eso es necesario hacer a un lado la vanidad y el exhibicionismo ideológico
y suspender transitoriamente nuestra pulsión identitaria, a veces tan expulsiva
y avasallante.
En vez de contarle al
prójimo quién soy, preguntarle qué podemos hacer juntos. La línea que
propone Nomeolvides no tiene contraindicaciones. No te va a pasar
nada por practicar una escucha amable y una conversación inteligente. Alguna
voluntad vas a sumar, además de sanar tus vínculos.
Pedro Saborido
Campañas moleculares
Comunicación política territorial en tiempos de big data, fakenews y posverdad
Grupo Nomeolvides
Redactor: Gastón Garriga
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