Dicen que dicen...los ancianos sabios que
hace tanto tiempo atrás que sería difícil decir cuando, vivía al pie de las
montañas, en la que hoy conocemos como San Juan, en nuestra querida patria,
Argentina, un muchacho fuerte y ágil, cuyo nombre era Gilanco.
El joven Gilanco amaba trepar las cuestas de
las empinadas montañas.
Era tan diestro en esos menesteres que nadie
lo podía superar.
Gilanco era tan raudo un sus movimientos que
superaba a todos sus contricantes. Sabía saltar con tal destreza que muchos lo
comparaban con un puma.
El muchacho amaba ir al monte y disparar sus
flechas, sin fallar jamás. Claro que en esas incursiones ningún animal quedaba
con vida, por ello muchos huían al verlo y allá iban alpacas, vicuñas, pumas y
aves.
Al enterarse Yastay, el dios protector de
los animales, se enfureció, nadie le daba a Gilanco permiso para matar por
matar, sólo por diversión.
Cierta vez, Gilanco sobrepasó sus propios
límites exterminando una familia entera de guanacos.
La furia de Yastay no se hizo esperar y fue
en busca del cruel muchacho.
Debajo de un frondoso algarrobo, Gilanco
dormía la siesta.
Yastay lo despertó, al ver al dios ante sí,
el muchacho palideció y tembló de miedo.
El rostro de Yastay lo decía todo, estaba
mucho más que enojado, el joven, que no había tenido piedad con sus hermanos
inferiores, quiso gritar, pero de su
garganta no afloró ni una queja, parecía que la lengua de Gilanco estuviese
anudada y por más terror que sintiese, estaba paralizado e inmutable, las gotas
de sudor corrían por su cara y su frente, un frío helado le corría por el
cuerpo, comenzó a temblar, los dientes le castañeteaban y le era imposible
dominarse.
Ahora sufría, tal como sus víctimas lo
habían hecho.
Por fin Yastay habló: - Escucha Gilanco, te
has sobrepasado y vengo a advertirte, pero sólo te lo diré una vez, no apruebo
tu falta de corazón, deja a mis animales en paz o el castigo será
ejemplificador, utiliza tus dotes para beneficiar a tu gente y agregó: Yastay
ha hablado.- y tal como vino
desapareció.
Por un tiempo Gilanco se cuidó de cometer
desmanes, pero con el transcurso de los días volvió a las andadas y nuevamente
disparó sus certeras flechas.
Yastay no se hizo esperar, su conocida voz
retumbó en los valles y las montañas, era su voz de trueno, entonces el aire se
enrareció y negros nubarrones cubrieron el límpido cielo, nubes de polvo con
remolinos gigantes taparon la visión de Gilanco.
En el ulular del viento sólo se escuchaba:-
¡Gilanco!, ¡Gilanco ¡, y luego como si fuese una voz del más allá, tronó la voz
de Yastay : -tuviste una oportunidad y tu crueldad es infinita -
Las nubes de polvo se hicieron cada vez más
fuertes hasta convertirse en un furioso viento, que todo lo envolvía y
arrastraba con ímpetu demoledor.
Gilanco suplicó, pero una fuerza poderosa lo
arrastraba por los aires.
Gilanco rogó, pero la fuerza poderosísima lo
envolvió, lo alzó en el aire y lo absorbió con indómita fiereza.
De pronto, tal como un suspiro que se diluye
en el aire, así desapareció Gilanco, nunca más se lo volvió a ver.
Sólo a lo lejos, como nacido de las entrañas
de la tierra, se oía su voz, como un silbido continuo y aterrador. Así nació el
viento zonda, un viento cálido y seco, cuyo ulular hace recordar a todos
aquellos que utilizan la crueldad con los animales, lo que Yastay es capaz de
hacer con ellos.