Kamshout y el otoño
El origen de los loros (Leyenda Ona)
Dicen que dicen
…que en los primeros tiempos, los bosques siempre estaban verdes porque los árboles jamás perdían las hojas, ni cambiaban de color al llegar el otoño.
En aquella época, vivían cerca del fin del mundo, en lo que hoy conocemos con Tierra del Fuego, un pueblo conocido como Ona. En ese pueblo había un joven llamado Kamshout al que le gustaba mucho viajar y conocer nuevas tierras.
Cierto día, Kamshout partió para realizar un viaje a tierras lejanas.
Pasó el tiempo, mucho más de lo esperado, pero el joven no regresaba, todos extrañaban al muchacho y las historias que él contaba al volver, por eso lo esperaban con ansias.
Con el transcurrir de las lunas, muchas más de las esperadas y al ver que no volvía su familia y amigos lo dieron por muerto.
Por bastante tiempo la aldea estuvo triste, pero cuando ya nadie lo esperaba, Kamshout apareció más delgado y más viejo y con muchísimas anécdotas para relatarles a sus amigos.
El viajero esperaba que llegara la noche, y allí, alrededor del fuego les comentaba los detalles del último viaje.
Así fue como les describió los pormenores de su extensa caminata y también les contó que había descubierto un lugar mágico, que si bien estaba muy alejado de esa comarca, había valido la pena visitarlo por la belleza del lugar.
Kamshout les dijo que ese sitio, poblado de hermosísimos bosques, que daban la impresión de no terminar jamás, los árboles perdían las hojas al llegar el otoño hasta dar la apariencia de estar totalmente muertos.
Pero, con la llegada de la primavera, y con los primeros calorcitos, pequeños brotes aparecían hasta renacer con sus magníficos degradé de verdes, es decir, que todo volvía a brotar como por arte de magia.
Nadie le creyó la historia, Kamshout debió soportar que todos se burlaran de él.
El joven viajero, desilusionado, triste y muy enojado decidió irse para siempre, así fue como se internó en el bosque y ya nadie lo volvió a ver.
Pasó el tiempo y el joven regresó convertido en un pájaro, cuyas plumas eran verdes y amarillas por el lomo, y rojas en su pecho. Su pico era ganchudo, era un loro y había regresado para darles a todos los incrédulos un escarmiento.
Cuando llegó el otoño, el pajarraco comenzó a revolotear de árbol en árbol, y al rozarlos, con sus plumas rojas los fue tiñendo a todos .
Una vez coloreadas las hojas comenzaron a caer. Todo el pueblo estaba preocupado, todos pensaban que los árboles iban a morir.
Ahora Kamshout era el que se mataba de risa, era él, el que disfrutaba.
Con el transcurrir de las lunas, llegó la primavera y las ramas de los árboles comenzaron a cubrirse con pequeños y apiñados brotecitos verdes.
¡Que grande fue la sorpresa al comprobar que Kamshout no había mentido!. Por cierto, el lugar que había visitado era un lugar maravilloso. Desde esos tiempos los loros se reúnen en grupos en las ramas de los árboles y emiten unos característicos chillidos para reírse de los incrédulos.
Esa fue la venganza que planeó Kamshout para toda la eternidad.