El lapacho es un árbol
que puede alcanzar entre 20 0 30 metros de altura, es cadufolio e inerme, su
tronco puede alcanzar los 80 centímetros y la corteza es castaña oscura. Lo más
atractivo de este árbol son sus flores que pueden ser blancos, amarillos,
rosados y fucsias.
Dicen que
dicen...que en tiempos lejanos Ñamandú, el padre de todos los hombres, se
manifestó ante el pueblo guaraní para comunicarle la buena nueva, su
primogénita iba a contraer matrimonio, y como era de esperar, quería homenajear
a la feliz pareja con una fiesta a la que todos pudieran participar.
Desde Ivága,
Ñamandú, velaba por su pueblo guaraní y nadie osaba contradecirle, ya que él
siempre estaba atento a las necesidades de la creación.
Allí en la
lujuriante tierra roja, la que llamaron la tierra sin mal, se llevaría a cabo
la celebración a finales del invierno.
Mainumbí, el
picaflor, sería el encargado de repartir las invitaciones a lo largo y a lo
ancho de todo el universo guaraní e invitar a todas las criaturas sin
despreciar a ninguna, deberían concurrir con sus mejores atavios, Mburucuyá
ostentaría sus pétalos multicolores, Panambí , la mariposa, sus alas brillantes usaría un imponente traje
rosado.
No eran pocos los
que estaban ocupados y preocupados por agradar a Ñamandú, algunos se
concentraban en los obsequios que le ofrecerían a la joven pareja.
Un viejo Teyu les
ofreció su cueva y Caa yari les envió muchas de sus hojas para que compartieran la deliciosa infusión
con los presentes.
Un puñado de
jóvenes integrantes de una bellísima orquesta alistaron sus instrumentos,
algunos afinaron los mimby’i y los minby pukú, dando comienzo a los primeros
acordes de una celestial melodía, luego sonaron las afinadas cuerdas de las
mba’e pu y un ravé monocorde que le daba le daba mayor color al sonido, pero la
mayor fuerza fue agregada por los percusionistas que reforzaban el ritmo con
mbarakas, los co’i paq lqataqui
Los lteguetes y las
chauchas de chivato que parecían extraer el sonido del monte y traerlo a la
reunión, mientras un coro de niños entonarían las más hermosas melodías jamás
escuchadas porque fueron compuestas para la ocasión.
Estaba por comenzar
la ceremonia, la mesa estaba tendida, los invitados hambrientos y se podía
visualizar platos colmados de vorí vorí, chipas, sopa paraguaya y crocantes
mandiocas fritas entre otras muchas delicias, todas regadas con un refrescante
tereré o con los más sabrosos mates cebados por las jovencitas de la comunidad.
La tierra roja
resaltaba en la noche alumbrada or jasy que su cara redonda en el río.
Los jóvenes amantes
esperaban ansiosos lucir los anillos ceremoniales hechos de isipó trenzado, que
celosamente eran custodiados en una canastita de mimbre tejida por el Yasí
Yateré y encargado de entregarlos a la feliz pareja en un altarcito construido
especialmente, con una alfombra de musgo verde y suave, adornada con orquídeas
recogidas en los más recóndidos confines de la selva misionera.
Hubo muchos
invitados, el Curupí y el Pombero fueron los más cuestionados, como ya dijimos
el Yasí Yateré, estaba muy recatado, lo habían elegido para entregar los
anillos, ahhh!, el Lobizón, fue muy bien recibido porque no era época de
transmutarse.
Cuando todo parecía
el momento oportuno para dar comienzo, el mismísimo Ñamandú oficiaría la
ceremonia, y mientras el novio impaciente esperaba a su prometida, sucedió algo
que no estaba en los planes de los presentes y mucho menos de Ñamandú.
Añá envidioso de
tanta felicidad intervino y robó el vestido de la jovencita, ella desesperada y
sabiendo que todos la esperaban, y no había tiempo para reemplazarlo, no
queriendo defraudar a su prometido y a su querido padre se sintió morir, en
pocas horas su cuerpo no pudo resistir tanta presión y cayó en cama y su salud
muy deteriorada. Todos temían por su vida.
Mientras tanto los
invitados, sin conocer la verdad, impacientes,
comenzaron a
murmurar y a hacer locas conjeturas.
Ñamandú no podía
creer lo que sucedía, pero en un ataque de furia despidió a todos los
comensales, ya que ninguno de ellos se había preocupado por hallar una solución
y estaban más proclives al chime y la crítica, que a solidarizarse y solucionar
el problema.
Allí, lejos de la
inquisidora mirada de Ñamandú, casi imperceptible se encontraba "Tajy", que
muerta de vergüenza y temor parecía querer esconderse de la furiosa y tajante
mirada de su creador, quien intrigado le preguntó porque seguía allí semi
escondida, a lo que Tajy le respondió: -He venido hasta aquí, orgullosa de
haber sido invitada, pero avergonzada por no haber hallado un obsequio que
pudiera ser digno de la primogénita del creador-.
Sin embargo,
enterada de los sucesos que los afligen, ofrezco todo cuanto soy y poseo para
superar este difícil momento.
La oferta no cayó
en vano. El shamán enterado del ofrecimiento de Tajy mandó preparar una
infusión para tratar el estado febril de la joven, después las hábiles
artesanas unieron pétalo a pétalo las rosadas flores de Tajy y con ellas le
confeccionaron el más bello tipoy jamás antes visto y como aún sobraba mucha
madera, le construyeron una cómoda maloca, donde la pareja pudiera crear toda
su descendencia.
Ante tal
desinteresado despojo, Ñamandú decidió premiar a Tajy, él la declaró inmortal,
para ello mandó juntar todas las semillas y diseminarlas por todo el territorio
guaranítico, confiriéndoles el poder de crecer sus copas, más altas que
cualquier otra, casi, casi, tocando el cielo. Pero para que se destacara aún
más, decretó que florecieran en invierno, o sea, que cuando los techos de la
selva se tiñan de rosa, todos recordaran el sacrificio de Tajy para complacer a
Ñamandú y como él agradecido la premio.