La guitarra es
un instrumento musical cordófono, porque su sonido se produce al hacer vibrar
las cuerdas cuando son pulsadas.
Está compuesta
de una caja de resonancia, un mástil sobre el que va adosado el diapasón,
llamado también trastero, generalmente posee un agujero acústico en el centro
de la tapa, denominada boca y seis cuerdas.
Dicen que dicen...que
Hilario había perdido a sus padres muy joven y no había tenido hermanos, por lo
que vivía en un rancho solitario y apartado, lejos de todo ser humano.
Muchas veces se
había preguntado que podía faltarle para ser feliz si tenía un rancho donde
guarecerse, un potro indomable, una aguada cristalina, un árbol robusto donde
refugiarse y unas cuantas ovejas que atender.
Él se deleitaba
oyendo el canto de los pájaros, el rumor del arroyo, el balido de las ovejas,
el canto de los grillos, el croar de las ranas o el silbido del viento agitando
las hojas.
Disfrutaba
recorrer la pampa interminable pero las noches en soledad se le hacían
interminables.
Una tardecita
que las nubes grises anunciaban lluvia, Hilario se fue a dormir, no podía
conciliar el sueño, los truenos y los relámpagos lo hacían sobresaltar y lo
invadía una sensación angustiosa le aceleraba el corazón y le apretaba la
garganta hasta que al final, se durmió.
Por primera vez soñó
que la lluvia le hablaba con voz serena y melodiosa.
Al despertarse
supo que debía buscar una compañera.
Al día siguiente
Hilario buscó su camisa limpia, lustró sus botas, alistó sus bombachas y trató
de domar sus renegridos cabellos, luego ensilló el caballo y se fue al pueblo.
Al llegar, frente a la pulpería, donde se asentaban
varios vendedores, había varias mujeres.
Primero no la
vio, pero más tarde la escucho cantar, vendía unas riquísimas tortas fritas,
aun calientes.
Era la muchacha
que había soñado, se llamaba Rosa y con solo su presencia parecía inundar el
ambiente con aroma a flores.
Al tiempo, Rosa
lo acompañó a su rancho y ya no se separaron.
Desde ese día
Hilario se alejó de la soledad. Él ahora se apuraba a regresar al rancho
después de las tareas habituales.
La bella Rosa
resumía su tristeza y su soledad, ahora era realmente feliz, se sentía
completo.
Sin embargo, vientos
negros sobrevolaban la vida de la pareja.
Rosa solía ir a
lavar la ropa a orillas de la laguna, ella ignoraba que desde las sombras la
observaban.
Amuray era el
cacique de una tribu pampa desde lejos
la observaba y la deseaba.
Él esperó que Hilario
no estuviese y se acercó con intensión de seducirla, pero ella le era fiel a su
amado.
Amuray esperó
una vez más que estuviese sola y decidió asaltar el rancho y llevarse cautiva a
la muchacha.
Cuando Hilario
regresó se extrañó de no ver a su mujer en la puerta del rancho, al desensillar
ató su caballo y corrió pensando que Rosa debía sentirse mal, sin embargo, el
silencio era atronador, gritó su nombre mil veces, más no hubo respuesta
alguna.
El desorden
dentro del rancho, el agua volcada, las manchas de sangre en el piso le dieron
una idea de lo que había sucedido.
Enloquecido,
furioso y desesperado montó su caballo al galope, llevaba el corazón oprimido
por la tristeza e intentó seguir el rastro.
La persecución
no duró mucho tiempo, al toparse con Amuray la lucha fue feroz.
Rosa estaba
herida, al verla se echó sobre su oponente y con un fuerte puntazo de su facón lo
hizo desensillar y soltar a la cautiva.
Hilario cargó a
su amada sobre su caballo, ella estaba desfalleciente, él espoloneo al animal y
le dio rienda suelta pero antes de llegar Rosa había dejado este mundo.
Hilario
abrazando quien fuera el amor de su vida lloraba e imploraba a los gritos, pero
ya nada era posible.
La noche caía y
él no cesaba de llorar. El sueño lo venció abrazado al cuerpo yerto de su amada.
El sueño le
devolvió a Hilario un poquito de alivio, ni el bullicioso alboroto de los
pájaros, ni la tibia luz del sol lograron despertarlo, pero sí una música
desconocida que parecía brotar de sí mismo.
Cuando tomó
conciencia del triste momento que vivía le llegó la pena del recuerdo de su
amada Rosa, pero su sorpresa fue mayor al ver que sus brazos ya no sostenían el
cuerpo de su prenda, sino una caja de madera con forma de mujer, y seis tensadas
cuerdas.
Al acariciarlas brotaron
agradables sonidos y desde ese momento él acompañó el recuerdo, su dolor y su
tristeza con los melancólicos sones de su guitarra.