En el siglo
XVII se establecieron en nuestro territorio, las misiones jesuíticas que traían
la tarea de "evangelizar" a los nativos de estas tierras.
Muchos
españoles llegaron con sus familias, se instalaron en las actuales provincias
de Misiones, Corrientes, parte de Paraguay y Brasil.
Los
personajes que hoy nos ocupan llegaron en aquellos tiempos lejanos a tierra
correntina.
Dicen que
dicen...que una tarde de verano llegó a la misión un español de mediana estatura,
ni muy viejo ni muy joven, de renegridos cabellos y carácter autoritario y
altanero.
Traía
consigo una jovencita de escasos dieciséis años, cuyo nombre era Pilar.
La muchacha
era muy bonita, no solo por su bella figura, sino porque su renegrido cabello,
tal con el de su padre, contrastaba con sus ojos profundamente azules, heredados
de su difunta madre, eso llamaba mucho la atención.
La joven
pronto encontró en que ocupar su tiempo, enseñaba a leer, a escribir a los
aborígenes porque solo hablaban guaraní.
No pasó mucho
tiempo que todos adoraban a la dulce y paciente Pilar.
Los nativos,
entre otros menesteres, se ocupaban de la agricultura y entre ellos sobresalió
un joven cuyo nombre era M`bareté.
El muchacho, de
no más de veinte años, era esbelto y fornido, su piel canela, y ojos y cabello
negro mostraban siempre una sonrisa a flor de piel que mostraban unos
imponentes dientes blancos.
Cierta tarde
de primavera, cuando los árboles reverdecían y los pájaros volvían bulliciosos
a sus nidos, Pilar se cruzó con M`bareté y él sin pensarlo dos veces le habló
en perfecto castellano, ella no pensaba que un nativo entendiese su lengua y
menos que la alagara diciéndole que era hermosa. Pilar quedó cautiva de
M`bareté, se veían a escondidas y no consideraban que las diferencias fueran
insalvables.
Con el
transcurso de muchas lunas, él le propuso irse a vivir juntos, ella aceptó y lo
mantuvieron en secreto.
Él construyó
en silencio una cabaña del otro lado del río.
Durante
mucho tiempo, después de las labores M`bareté tomaba su canoa y remaba río
abajo, hasta el lugar elegido y con esmero cada atardecer levantaba el nido
para compartir con Pilar.
Ambos
jóvenes estaban felices, pero en su interior sabían que el padre de Pilar no
consentiría, razón por la cual nada decían de sus encuentros amorosos y menos
de la decisión que habían tomado.
Llegado el
otoño los jóvenes amantes tenían todo listo, y una tarde sin decir nada huyeron
juntos.
Pronto el
padre se enteró de sus amores y comenzó la búsqueda.
Encontrarlos
le llevó mucho tiempo y en el trascurso de la búsqueda el padre cada vez se
encolerizaba más porque no admitía que su hija, según él una dama, se
relacionara con un nativo al que calificaba de indio bruto.
El padre
juró ponerle fin a la aventura de Pilar, sin embargo, pasó el otoño y el
invierno y no había noticias de la joven pareja que vivía una bella historia de
amor.
Mientras
tanto el español estaba cada vez más indignado.
Llegando a
noviembre, una expedición de cazadores a su regreso, informó haber visto a la
pareja del otro lado, río abajo.
Su padre
encabezo la búsqueda, no fue fácil acceder al lugar, al llegar al verlos juntos
sin mediar palabras les apuntó y les quitó la vida a ambos.
Al enterarse
de lo sucedido, los sacerdotes de la misión enviaron a buscar los cuerpos para
darles cristiana sepultura, pero como por arte de magia, los cuerpos habían
desaparecido y en su lugar encontraron un nuevo árbol fuerte y vigoroso como el
mismo M`bareté y de cuyas ramas crecían flores tan azules violáceas como los
ojos de Pilar y del cual afloraba un aroma fresco, suave y sensual que inundaba
el ambiente y que todos llamaron jacarandá.