Los mayas se
asentaban en la región boscosa de lo que hoy se conoce como Guatemala, Honduras
y en el actual sur de México, mas precisamente en la Península de Yucatán.
Dicen que dicen... que hace mucho, pero mucho
tiempo atrás en la ciudad de Uxmal vivían junto a muchos otros, dos mujeres
hermosas pero muy pobres pero que diferían de usos, costumbres y sentimientos.
Una de ellas, Utz-Colel, se dedicaba a las tareas de
la casa, era seria y hacendosa, siempre se ocupaba de los quehaceres domésticos
con excelentes cualidades de cocinera.
La otra, Xkeban, era todo lo opuesto, ella estaba todo
el día de aquí para allá, su casa era tan sencilla, que no hacía falta
dedicarle mucho tiempo y jamás prestaba atención al hacer la comida, cosa por
la cual los chismosos la criticaban constantemente, pero ella hacía oídos
sordos a los reproches y murmuraciones, es más cuando alguien le recriminaba
por su conducta, ella respondía "maca-buca" con una sonrisa.
¿Pero que quería decir ella con maca-buca ?, todos
estaban intrigados, hasta que un anciano reveló lo que la desobediente Xkeban
quería decir, simplemente "que me importa".
Al conocer el significado en la aldea, sus vecinos se
indignaron y solían gritarle, ¡mala !, ¡mala!.
Ninguno supo jamás de donde había Xkeban aprendido
aquella desdeñosa respuesta.
Sin embargo, los aborígenes que viven en Quisqueya,
una isla muy lejana, eran los que en lengua taína, lo decían a menudo cuando
los culpaban sin sentido.
Los delatores la veían reprobadoramente y la criticaban
sin acercarse ni siquiera para conocerla y la rechazaban despiadadamente.
Sin embargo, aquella joven de aspecto descuidado, pero
muy hermosa, no dudaba en tender su mano caritativa y cariñosa cuando algún
necesitado solicitaba alguna ayuda. Ella era capaz de
dar lo poquito que tenía para calmar el hambre y
la sed de quien lo solicitara.
Los sacerdotes mayas curaban las heridas por medio del
cabello humano, era frecuente que Xkeban ofreciera sus trenzas y
se la viera con una melena corta y lacia porque lo
había entregado para alguna curación. Las otras muchachas de la comunidad
trenzaban sus cabellos adornando sus cabezas con flores multicolores, por eso,
no era habitual ver a la joven con cortos cabellos, lo que hacia muy notoria su entrega,
pero nadie la visualizaba.
A raíz de todo eso, los desposeídos la amaban y nunca
la criticaron por sus acciones o apariencia.
Por el contrario, Utz-Colel era muy dedicada a todos
los quehaceres del hogar, su casa relucía por lo limpia, sin embargo, mientras
una compartía con los indigentes, hablaba con los pájaros o jugaba con las
iguanas, la otra cocinaba sin descanso, pero nunca compartió un grano de maíz
con quienes lo necesitaban y si alguien se le acercaba, solía repelerlo con
altanería y despotismo, luego les gritaba:- hablen con la mala- haciendo muecas
de asco.
En realidad Utz-Colel odiaba a Xkeban, le tenía
envidia, y por ello alimentaba las críticas y desplantes.
Una mañana de primavera, cuando los rayos de sol
iluminaban las matas de hierba verde, un exquisito perfume dulce invadió la
campiña, llegó al Palacio del gobernador, perfumo la Pirámide del adivino y la
Casa de las Tortugas, ese aroma dulce y penetrante se coló por todos los
rincones de la aldea y más allá.
Con el correr de las lunas, llamo la atención que
Xkeban no estuviese merodeando por allí, es más, pensándolo bien, hacía tiempo
que nadie la veía.
Unos a otros comenzaron a preguntarse que había sido
de ella, Utz-Colel se rió a carcajadas y replicó, como ella misma dice:-
maca-buca, maca-buca.-
Los que la extrañaban, la buscaron por todas partes,
recorrieron la selva, pero la joven se había perdido.
Definitivamente la muchacha había partido en un vuelo
eterno y ya no estaba en este mundo, ella había muerto solita, tal vez de
hambre, de soledad o de pena, la encontraron en su humilde choza, mientras un
grupo de iguanas le lamía las manos. Fue hallada por los pobres y mendigos a
quienes ella había auxiliado guiados por el aroma a flores que su cuerpo
exhalaba.
La sepultaron debajo de su choza y pocos días después,
ésta amaneció cubiertas de flores, todas exquisitamente almibarados, todas
multicolores, que trepaban por paredes y techos.
Los mayas entendieron que Xkeban se había transmutado
en la flor de xtabentún cuyo perfume era tan dulce y exquisito, tal como
la muchacha emitía.
Utz- Colel al enterarse de la noticia, incrédula adujo
que eso era imposible, pero de ser eso cierto, cuando ella dejara este mundo,
su cuerpo emitiría un perfume mucho más agradable porque ella se sabía más
buena y luego, admitió que para que eso sucediera faltaba mucho porque su salud
era perfecta y rio a carcajadas.
Pero el destino le jugó una mala pasada, visitando La
Gran Pirámide patinó y cayó escaleras abajo, tan bruscamente que perdió la
vida.
Dicen que se convirtió en Tzacam, la flor de cactus,
cuyo perfume es repelente y nauseabundo.
Dicen por ahí que desde ese fatal accidente, toda
persona que se acerca a la planta, se pincha con gruesas espinas, tan punzantes
y peligrosas como el corazón de Utz-Colel, esa que mantenía su casa reluciente,
pero nunca supo ni aprendió, ni quiso darles
a los demás.