En la región del
Arauco, vivía un cacique cuya hija, Chebaren, era pretendida por Huaruco.
Huaruco habíalé
ofrecido a su padre una fuerte dote.
Esas ofrendas
enojaron mucho a la machi, ella hizo fumigaciones para alejar al gualicho y consultó
al humo, que anunció males presagios.
A pesar de los
dichos de la machi, Huaruco y Chebaren unieron sus vidas.
Cuando se
disponían para habitar su ruca, una voz proveniente de la laguna llamaba
insistentemente a Huaruco.
Este, por más
que se resistía el fuerte llamado lo hacía acercarse inevitablemente a la
laguna, en cuyo interior, habitaba su eterna enamorada y reina de las aguas, la
Luna.
Enterada la
machi, invocó a Huecuvú, atrayendo a Huaruco, y arrancándole momentáneamente el
maleficio hecho por la Luna.
Por fin, los
felices amantes pudieron entrar en su ruca y consumar su idilio, pero solo por
esa noche.
A la mañana
siguiente, Chebaren oyó que Huaruco se despedía de ella para siempre, corrió a
verlo y asombrada e incrédula lo vio convertirse en sapo, que de salto en salto
de dirigía a la laguna.
Ella lo llamó,
le imploró, pero todo fue en vano.
Lo atrajo el embrujo
de la Luna, que cuando abandona el cielo se convierte en mujer, y desde su
palacio en las profundidades del agua, llama a sus amantes.
Dicen que dicen...que
cuando ella elije un joven lo transforma en sapo, para ser ella su único hechizo
de amor.