El lago
Nahuel Huapi está enclavado en territorio argentino, más precisamente en
nuestra Patagonia entre las provincias de Neuquén y Río Negro. Comprende 550 km2.
Y está rodeado por el parque nacional homónimo.
Dicen
que dicen ...que a orillas del lago se asentaban dos comunidades autóctonas
las cuales convivían pacíficamente. Eran los puelches y los poyas. Ellos le
rendían tributo a un espíritu que vivía en las profundidades del lago.
Tal era la devoción que le profesaban a ese
maravilloso espíritu, que en agradecimiento a los dones que les obsequiaba,
solían juntar flores o desprenderse de algún objeto que consideraban valioso
para ofrecérselo. Era tan grande el amor que le tributaban que jamás tomaban
una decisión sin consultarlo
Ellos consideraban muy sabias todas sus
determinaciones, en él confiaban.
Vivía en toldos de los poyas una jovencita
preciosa, la más bella de todas y cuyo nombre era Maitén.
Ella era admirada por jóvenes y ancianos no
sólo por su bondad sino que su rectitud era absoluta.
Entre sus admiradores había dos jóvenes
hermanos hijos del cacique puelche que no sólo la admiraban sino que estaban
profundamente enamorados de ella.
Los muchachos eran apuestos e inteligentes y
eran los sucesores de la dinastía, ambos se disputaban el amor de Maitén y
estaban convencidos de ser uno o el otro, uno de los elegidos.
Cierto día, después de discutir bastante,
ambos se presentaron ante la exquisita muchacha y con locuaz sabiduría le
hicieron conocer sus aspiraciones.
Ella los escuchó con verdadero respeto,
luego parsimoniosa pero segura, les respondió.
Maitén los rechazó a ambos dulcemente pero
con decidida firmeza.
Entonces, les hizo conocer que su corazón ya
tenía dueño, le pertenecía a Coyán, un miembro de su propia comunidad.
Los hermanos descontentos con las novedades
estaban dispuestos a dar pelea y luchar por el amor de la muchacha, nada les
importó que ella les insistiese que
Coyán era su verdadero amor.
De resultas, ambos decidieron consultar a la
machi, la mujer sentenció que ella se haría cargo. Los dos hermanos, sin
entender bien el sentido que la anciana
le había dado a sus palabras, se retiraron conformes pensando que Coyán dejaría de ser un obstáculo.
Vaya uno a saber con qué ardid, la anciana convidó a Maitén con una extraña
sustancia que a poco de beberla la muchacha cayó adormecida.
Luego, la arrojó a una pequeña embarcación,
que empujo, no sin esfuerzo a las frías aguas del lago Nahuel Huapi, donde
moraba el espíritu que debería decidir cual de los hermanos sería el elegido, o
tal vez Coyán...
Desde la orilla, en medio del bello paisaje
patagónico, los dos jóvenes vieron como una canoa se internaba en el lago,
claro que ellos ignoraban que Maitén iba en ella.
De repente, como si una fuerza superior
agitara las aguas, tal como la anciana había dicho, el espíritu del lago se
hizo presente y furioso levantó enormes olas, eran tan altas las crestas que se
asemejaban a un mar embravecido, el rugido de las aguas era ensordecedor.
Los jóvenes veían subir y bajar la
embarcación hasta la cresta de la ola y
luego precipitarse fuertemente hasta el fondo.
En ese instante, ambos estupefactos oyeron
los gritos desesperados de Maitén pidiendo auxilio.
En ese momento, Coyán apareció en escena, no
era momento de rencores, los hermanos pusieron en conocimiento al muchacho que
era Maitén quien viajaba en la canoa.
El joven sin pérdida de tiempo, se
arrojó decidido a las frías aguas del lago. Coyán, nadó con todas sus
fuerzas, cuando ya estaba por alcanzar la embarcación, algo espantoso sucedió,
de repente la canoa pareció entrar en un terrible torbellino y desapareció entre
las crestas.
Los gritos de Maitén se oían desde la
orilla, mucha gente se arremolinaba y ninguno de ellos podía creer que hubiese
olas de tal magnitud, todos alentaban a la muchacha y a Coyán.
Sin embargo, de pronto pudieron ver a Coyán
alcanzar a Maitén y abrazar con demencia el cuerpo de su amada, pero una lengua
de agua los envolvió y ya no volvieron a verlos.
Las aguas comenzaron a tranquilizarse y de
dónde habían aparecido las figuras de
ambos enamorados fundiéndose en un abrazo, surgieron dos hermosas aves que
sobrevolaron las aguas dando giros sobre las azuladas aguas del lago, ahora
increíblemente mansas.
Luego, las aves desplegaron las alas
majestuosamente, dieron un giro señorial y se elevaron para perderse en el
horizonte.
Desde ese día, las aves volvieron
cotidianamente al lugar y allí tuvieron sus crías, no eran ni más ni menos que
los macas, aves acuáticas, que desde ese suceso los pobladores las reconocieron
como símbolo de amor eterno.
Todavía hoy en día, dicen que al caer el
sol, siempre hay dos macas sobrevolando el lago y aseguran que son los
espíritus de Maitén y Coyán demostrando que el verdadero amor nunca muere y va
mucho más allá hasta llegar a la eternidad.