Pertenece a las aves de origen Paseriforme. Mide aproximadamente
veinte centímetros de longitud, la parte superior del cuerpo es de color
canela, el cuello blanco y las alas son castañas. Se alimenta de insectos que
caza al vuelo.
Su nido es muy
característico. Tiene forma de horno de panadero y de ahí su nombre.
Además está dividido
en dos compartimentos, motivo por el cual se dice que tiene sala y alcoba.
Si el tiempo está
lluvioso, al dejar de llover expresa enfáticamente su alborozo porque al tener
barro ya puede proseguir su obra arquitectónica.
Su canto, aunque no
es melodioso suele ser agradable y tiene un dejo alegre que asemeja a un
tintinear. Se diferencia de los otros pájaros no sólo en el tono sino en el
orden que emite las notas.
Otra particularidad
suele ser que busca la orientación de su nido, tal vez con mucho más acierto
que muchos seres humanos.
Es amigo del Sol,
también del Arco Iris y cuando aparecen los festeja con su melódico trino. Solo
después de largas sequías o apurado por el llegar de la Primavera trabaja sin
respetar el descanso dominical.
Suele decorar su nido
a modo de guarda, con sus patas en el ir y venir.
Habita en Buenos
Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Misiones y el Norte de la Provincia de
La Pampa.
Ibirog es su nombre
en Corrientes y Misiones.
Dicen que dicen...
los ancianos de una tribu guaraní, relatando una
historia que más tarde se transformó en leyenda:
Jahé, era la única companía del más anciano de la tribu.
Una vez Jahé salió de cacería y mientras perseguía a un carpincho, cansado ya
de querer cazarlo se tendió sobre la costa del río con el fin de reponer
fuerzas.
Durmió un largo rato. Al despertarse quedó extasiado al
observar que de las turbias aguas emergía una joven de infinita belleza.
La muchacha sin percatarse que la miraban con paso
presuroso se dirigió a su choza.
Jahé quedó prendado de la hermosa muchacha con su corazón
encendido de amor.
Claro que Jahé no era el único enamorado, ya que muchos
aspiraban a ser elegidos por la indiecita. Entonces decidieron competir por
ella. Aguará era el mayor contrincante de Jahé.
Todos los contrincantes fueron envueltos en cueros frescos
pertenecientes a los animales de la selva y así ataviados fueron dejados bajo
el abrasante sol de la selva. A medida que el Sol calentaba los cueros, estos
se contraían y los pretendientes uno a uno iban desistiendo de sus intenciones.
Solo Aguará y Jahé quedaron confrontándose.
Al poco tiempo, Aguará gritó que lo sacaran de aquella
espantosa prisión y todos fueron a socorrerlo olvidándose del pobre Jahé.
Cuando cayeron en cuenta de su olvido todos fueron a
proclamarlo ganador y vieron atónitos que de la encogida piel que poco antes
contuviera el cuerpo de Jahé, escapó un pequeño ave que sobrevoló el lugar,
posándose en una rama del árbol mas próximo.
Todos comprendieron que ese era Jahé, a quien el
sufrimiento de su prisión ahora lo había hecho libre para siempre.
La hermosa indiecita comprendió entonces, cuan inmenso era
el amor que Jahé le profesaba y le pidió a Tupá que la transformara en su fiel
compañera.
Pronto los dos convertidos en pájaros armaron su nido de
paja y barro, como hasta hoy lo construyen sus descendientes.