En lengua guaraní se lo llama Avatí, cuyo significado es
nariz de hombre.
Avá: hombre
Ti: nariz
Avá Kuera: hombre
Cuentan los
ancianos guaraníes que durante una contienda muchos Avá Kuera habían perdido la
vida durante un ataque enemigo.
Al anochecer,
después de finalizado el ataque y recogido los heridos, contabilizaron muchas
pérdidas humanas y tuvieron la misión de darles sepultura a los caídos.
En el recuento
de los muertos, descubrieron sin vida al cacique, al que antes de morir le
habían arrancado de un flechazo su enorme nariz.
Eligieron un
claro en el monte, debajo de un fornido y añejo árbol y se dispusieron a dar
sepultura a los maltrechos cuerpos.
Ellos cavaron
las fosas, cansados y muy tristes por la pérdida de tantas vidas, y debido a lo
avanzado del día, no les fue posible hacerlo adecuadamente, por lo que la nariz
del cacique quedó insepulta.
Con el
transcurrir de los días, fructificó desde la nariz una dorada espiga con
múltiples semillas.
Era el Avatí que
había crecido para saciar el hambre de su pueblo.
De esta leyenda hay
otra versión que ahora les propongo leer.
Dicen que dicen...que
eran gobernados por un mburuvicha cuyo nombre era Avá.
Este era amado
por su comunidad por su serenidad y entereza.
Quienes lo conocían
y eran sus adversarios le temían no por su sabiduría, sino por su fuerza para
la lucha y su obstinada determinación.
Su bravura, honradez
y prestigio era la envidia de muchos ambiciosos, no solo del enemigo, sino con
los de su propia tribu.
Ellos siempre
esperaban que se presentase el momento oportuno para atacarlo y deshacerse de
él.
Mba?e Pochy era
un espíritu colérico, cuyo fin era dañarlo por ser el valiente jefe que
respetaba a Ñanderu Tupa, este maligno ser, buscaba dañarlo azuzando a los
enemigos de Avá, llenándolos de odio y malignidad, por lo que la traición no se
hizo esperar.
Lo emboscaron
cuando salió de caza a la vera de una arbolada senda que bordeaba el camino por
donde se desplazaba.
Durante el
ataque, las flechas iban y venían, era una alevosa emboscada y un certero
flechazo le cortó de cuajo la prominente nariz del Avá.
Otras lanzadas
por la espalda, lograron darle muerte.
...Y vaya a saber porque
su cuerpo fue a dar cerca de donde cayó su nariz.
La expedición de
caza quedó trunca por el cobarde asesinato, y su solitario cadáver quedó en el
silencioso monte.
Al no regresar,
su esposa y su hijo, sumamente preocupados fueron en su búsqueda.
Lo encontraron
en el cruce de dos caminos, acribillado por las flechas enemigas.
Madre e hijo
lloraron sin consuelo ante el cuerpo del muerto hasta que decidieron darle
sepultura en un claro del monte, tardaron bastante. Por lo avanzado del día,
decidieron pasar allí la noche.
Al llegar el
alba, ambos se preguntaron que sería de ellos, como vivirían y quien les
brindaría amparo, seguridad y el amor que el Avá les dispensaba.
En esas
cavilaciones estaba madre e hijo cuando, de pronto un pájaro de gran tamaño, se
posó sobre la tumba y con sus patas escarbó un hueco en la sepultura y depositó
en el, la nariz que había quedado perdida y solitaria en el monte.
Luego el pájaro
tapó el hoyo y voló dando graznidos hasta que lo perdieron de vista.
Pareciera ser
que Ñanderu Tupa había sido enviado por él.
Ni bien el
pájaro se alejo del lugar, sobre la tumba comenzó a brotar una planta de hojas
verdes, que parecían lanzas y terminaban en espigas semejantes a las plumas del
cacique.
Todo fue muy
rápido, en una sola mañana. Asombrados arrancaron una de sus espigas y al
separar la chala descubrieron que en su interior había granos cobrizos, del
color de la nariz de Avá.
La angustia por
la pérdida del cacique se vio recompensada con el obsequio de esos granos, que
se convirtieron en el principal y valioso sustento de toda la tribu.
Todos lamentaron
la muerte del cacique, pero al comprobar el inédito suceso lo festejaron con
muestras de alegría considerando, que era la prodigiosa herencia dejada por mburuvicha.
Hoy día, el
Avati, junto a la mandioca y otros alimentos han sostenido a las generaciones
que los sucedieron.