Cuentan los abuelos sabios que el cacique Taguató
protegía en su tribu a muchas doncellas hermosas y que muchos guerreros obnubilados
por la incomparable belleza de las jóvenes solían llegarse de tierras lejanas
cargados de presentes y le pedían a Taguató incorporarse a la comunidad,
y así tener la oportunidad de unirse con una
de ellas.
Si bien todas las muchachas llamaban mucho
la atención por sus armoniosas facciones, había una de ellas que se destacaba
especialmente, no solo por su grácil estampa, sino que su delicadeza y su forma
de caminar, parecía que no tocaba el piso, tenía una figura casi etérea por lo
que se deslizaba muy suavemente y poseía un candor extremo, que ni su coqueteo
molestaba, todos la buscaban, pero ninguno lograba enamorarla.
Su nombre era Panambí.
Dicen que dicen...que cierta vez llegaron
allende los mares los crueles invasores. Taguató no estaba dispuesto a entregar
sus tierras y alistó a sus guerreros para darles batalla.
El combate fue sangriento, pero Taguató y su
gente vencieron en la contienda e hicieron prisioneros a los vencidos.
Entre los cautivos, había un joven que llamó
poderosamente la atención de Panambí. Ella se enamoró a primera vista, pero la
decisión del consejo de ancianos alarmó sobremanera a la muchacha, se había
decidido pena de muerte para el invasor, debían morir en la hoguera.
La muchacha no estaba dispuesta a perder al
único ser que había conquistado su corazón y tramó un plan.
Esperó la noche, cuando todos dormían,
usando sus encantos y algunos artilugios logró liberar al prisionero y lo
ocultó en el monte.
Claro que Panambí no contó con los desaires
del joven que una vez libre, la abandonó
sin más, ni más.
Ella no estaba acostumbrada a ser rechazada
y lloró sin consuelo por días y noches enteras, dejó de alimentarse y en poco
tiempo, la vida dejó de sustentar su cuerpo hasta caer examine a los pies de un
isipó.
Intensa fue la búsqueda por parte de Taguató,
hasta que al fin , encontró el cuerpo inerme sobre el cual revoloteaba un
frágil insecto de alas coloridas, y cuya delicadeza le hizo recordar a la bella
Panambí, esa hermosa cuñataí, ahora convertida en una volátil mariposa.