Dicen que dicen ...
que Chaya era una niña que vivió en el Arauco. En tiempos anteriores a la llegada
del blanco a este continente.
Chaya era
descendiente del Inca y de los diaguitas.
La muchacha fue una
joven afincada en el territorio que hoy conocemos como provincia de La Rioja,
Argentina.
Chaya era una
jovencita bondadosa, algo ingenua, muy hermosa y siempre radiante.
Esta jovencita al
llegar a la adolescencia se enamoró perdidamente del príncipe de la comunidad.
Su nombre era
Pujyay, o al menos así se lo conocía en el lugar.
Este joven era muy
jocoso, pícaro y muy mujeriego, sin embargo, Chaya había puesto los ojos en él,
lo idolatraba, sólo al verlo pasar, ella suspiraba.
Chaya trató por un
tiempo de hacerse notar, pero al darse cuenta que él la ignoraba por completo
se internó en el monte para llorar sus penas y desventuras amorosas.
Ella deambuló por
días, triste, perdida y llorosa, trepó tan alto como pudo vertiendo sus saladas,
copiosas y amargas lágrimas.
Fueron tantas las
lágrimas vertidas por Chaya que finalmente se convirtió en nube.
Al enterarse Pujyay
y sabiéndose culpable de la desdicha de la joven, su remordimiento no lo dejaba
vivir, entonces subió a la montaña atravesando el tupido monte, la llamo a los
gritos, una, dos, tres, mil veces, pero jamás la encontró.
Cansado por la
inútil búsqueda volvió al poblado y allí se enteró que Chaya había vuelto.
Entonces fue
directamente a su reencuentro para pedirle perdón, sólo que ella ya no era la
misma, en el lugar que le habían indicado había mucha gente festejando con
bailes, cantos y muchas risas, gracias a la bendecida lluvia la cosecha había
sido mucho más abundante y el pueblo estaba muy feliz. Es que ella había regresado
en copiosa lluvia.
Pujyay no se daba
por vencido y continuaba con su infructuosa búsqueda, iba de un lugar a otro,
en medio de los festejantes, la llamaba a viva voz, pero al no obtener
respuesta, y para olvidar sus penas, se ahogaba en chicha.
En ese calamitoso
estado de ebriedad y culpa, un día de febrero lo encontró la muerte.
Este fatídico
hecho, se repite todos los años a mitad de febrero, cuando Pujyay embriagado de
alcohol debido a su eterna tristeza, sigue buscando a Chaya.