Pitá y Morotí eran dos hermanos que si bien habían nacido del mismo vientre y
cuyas facciones tenían muchas similitudes, sus pieles diferían, la del uno y la
del otro.
Morotí
era más pálido y a Pitá se lo diferenciaba por su piel casi rojiza.
Vivían ellos felices hasta llegar a la
adolescencia, pero al llegar a esa edad los muchachos andaban tristes y
solitarios. Para que no estuviesen solos, Tupá, el Dios bondadoso les concedió
el deseo de una compañera para cada uno.
Los jóvenes vivían felices en el monte,
comían frutos silvestres y la deliciosa miel que obtenían fácilmente o pescaban
algún pacú o doradito en algún río cercano, gozando de la naturaleza.
Cierta vez, Pitá arrojó una piedra y esta
fue a dar contra la otra, al chocar se
produjeron chispas que saltaron sobre el pasto seco y lo encendieron, y así,
por casualidad Pitá había descubierto el fuego.
Por su parte, Morotí había cazado un jabalí
que lo asediaba, por casualidad arrojó un trozo de carne al fuego, al percibir
el agradable aroma que emanaba decidieron probarla y el sabor les pareció
exquisito, les dio un pedazo a Pitá y
este no sólo que lo aprobó si no que
pidió más.
Desde entonces, agregaron a su dieta la
carne asada que ellos mismos obtenían de la caza.
Pero sucedió que una intensa sequía se hacía
en tierra guaraní, los hermanos
comenzaron a pelearse entre sí, la cuestión era obtener alguna pieza
para alimentarse.
Muchos animales habían comenzado a desaparecer,
la caza y la sequía hacían estragos, se
había quebrado el equilibrio ecológico, la abundancia y la paz había sido
alterada y Tupá enojado, decidió castigar a Pitá y Morotí.
Para poner en práctica su decisión provocó
una fortísima tormenta con vientos huracanados e intensas lluvias que anegaron
toda la región por tres días y tres noches, luego el Dios Sol se hizo presente
descendiendo por un rayo de sol, así bajo Iyara desde el cielo a la tierra.
Una vez en el monte, Iyara buscó a ambos
hermanos, estaba furiosa:-¡Cómo han podido pelear entre sí, son hermanos ¡ -,
les recriminó.
Ante el reproche, ambos reaccionaron
reconociendo la equivocación, ellos en vez de buscar una solución y combatir al
verdadero enemigo, ese que les hacía crujir las tripas, se habían enfrentado
entre ellos.
Pitá y Morotí ante la reprimenda dejaron
caer gruesas lágrimas de arrepentimiento y se fundieron en un interminable
abrazo ante los ojos de toda la comunidad.
Pero sucedió que durante el abrazo las
formas humanas fueron perdiéndose hasta fundirse en un solo tronco, del cual
brotaron ramas, hojas verdes y perfumadas flores que al nacer eran rojas como
la piel de Pitá, pero al marchitarse se tornaron blancas como la piel de
Morotí.
Tupá dejo en la tierra a la azucena del bosque
nacida de ambos hermanos para recordarle a los hombres que jamás deben pelear
entre sí .