El
tero es una ave zancuda, pequeña y estilizada. Su color es poco llamativo, ya
que su plumaje es blanco y negro, sus patas largas y finas son rojizas, posee
un fino y pequeño copete y no sobrepasa los 30 o 35 centímetros.
Dicen que dicen ... que hace mucho, pero mucho tiempo atrás, los teros
eran unos señores muy adinerados que eran dueños de la mayor y más
importante pulpería del pueblo.
Ellos obtenían grandes ganancias, las vizcachas eran las principales
clientas. Ellas eran unas señoronas muy coquetas a las que les gustaba
estrenar trajes a diario.
Por cierto, los teros que habían heredado la pulpería de sus padres
no sabían administrar bien las ganancias.
Las vizcachas no se destacaban por ser buenas personas, y
valiéndose de la astucia comenzaron a sacar mercadería fiada, telas,
ponchos, botas y otros enseres y ellos tontamente les fiaban y fiaban.
Las deudas pronto abrumaron a los teros, que eran incapaces de
cobrarles las deudas a las vizcachas y ellas seguían retirando mercadería sin
cumplir sus compromisos.
Las deudas crecieron tanto, que los incautos teros pronto se vieron
obligados a cerrar la pulpería, sólo pudieron conservar los chalecos y las
bombachas, que cuidaban de modo muy especial, ellos caminaban siempre muy
erguidos. para no ensuciar, ni arruinarse la ropa.
Con el transcurso de los meses, los teros al recordar a las vizcachas se
agarraban la cabeza y proferían gritos de indignación.
Los teros tenían en mente organizarse y llegar hasta la cueva de las
vizcachas para recuperar las mercaderías, y cobrarse la abultada deuda,
pero ese día nunca llegó.
Pasado un tiempo, todo lo mal habido por las vizcachas se fue
deteriorando, envejeciendo, ¡hacía tanto que no estrenaban !, ahora
andaban desarregladas, rotosas, deshilachadas, tanto que no se atrevían a salir
a la calle, sólo lo hacían de noche.
Los teros se percataron de esos sucesos y por las noches salían a
encontrarlas y cuando de lejos las veían, enojados los gritaban a viva voz ¡Teruterú!,
Teré, ¡mi género!, ¡mi género!, y las viejas y las embaucadoras vizcachas
corrían a esconderse.
Desde ese incidente, las vizcachas quedaron condenadas a salir de noche
y los teros a usar sus chalecos negros y sus bombachas blancas y que de tanto
llorar sus pérdidas quedaron con sus ojos enrojecidos para siempre.