¨Qué suenen los parches, la noche entera¨.
Martha de la Cruz Quiles.
Nuestro Zitto Segovia tuvo en su carrera de solista a dos percusionistas: Roberto Joel Bher (Jhony) y Víctor Eduardo Reina. Uno, misionero, sutíl y refinado; el otro, chaqueño, vigoroso y vibrante. Durante la siesta del 8 de septiembre de 1989, holocausto en el Paraná, martirologio en Bella Vista, Zitto y Jonhy, partieron juntos. Viajaban sentados en butacas conjuntas, casi al final del pasillo del colectivo. Víctor no pudo viajar a Corrientes, ése día, para la actuación en el Teatro Juan de Vera por la noche: su trabajo en Yacimientos Petrolíferos Fiscales, filial Resistencia, le impidió compartir el escenario.
Junto al cantautor de Villa Libertad, Víctor inició su desempeño profesional y lo acompañó, desde su regreso de México en el año 1980 hasta semanas antes del accidente ribereño. Fue testigo, protagonista y testimonio del triunfo de Zitto, como mejor Solista Vocal Masculino en el Precosquín de 1986; y luego en la Revelación y Consagración simultáneas, en 1986 y por unanimidad en el Festival Mayor de Cosquín.
Su origen musical data de Presidencia Roque Sáenz Peña, durante la década del setenta, en su condición de director percusivo de los carnavales termales. Del silbato conductor de las escuelas de samba, extendió su pericia a las canchas de básquet nativo, donde obtuvo un reconocimiento deportivo, aún memorado.
Durante la estadía de Atahualpa Yupanqui en el Chaco (1974) un joven Reina acompañó a don Héctor Roberto Chavero Aramburu (tal su nombre civil) a la visita a la Alcaidía de Sáenz Peña, para una velada vespertina con los internos sin anuncio previo, de manera súbita y con discreción de comentarios. Víctor recordaba que Don Ata actuó cerca de dos horas, en acorde empatía con la población, como si tocara en el patio de su casa en el Cerro Colorado. De allí, salió con margen escaso hacia el teatro de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, previa cena frugal con aquel muchachito anfitrión. Cabe recordar que ¨el cantor de artes olvidadas¨ brindó otro recital, la noche siguiente, en el Cine-Teatro SEP (Empresa de Servicios Públicos hoy "Complejo Cultural Guido Miranda") con lleno arquitectónico y un joven Alfredo Humberto Norniella como maestro de ceremonia.
Víctor o "el Gordo Reina", tal su apelativo en el universo folklórico fue el percusionista emblemático del Chaco y con proyección nacional. Acompañó a diversos y distintos músicos y conjuntos, con la evidencia de oficio y talento reconocida por propios y ajenos. La nómina de nombres supera el espacio de rememoración de su persona. Podemos, en mérito a su don, recordar a Chaco América, Lisandro Stalla, Rosendo ¨Chachi¨ Castellá, Jorge Acuña, Rubén ¨Musa¨ Arce, Bosquín Ortega, Ernesto ¨Piti¨ Canteros, Cayé Gaúna, Lucas Segovia, Néstor Antonio ¨Bagual¨ Fuentes, Charlie Vallejos, Humberto Falcón y tantos intérpretes, ganados en giras por el país y a los que acompañaba, en muchos casos, de manera gratuita; sobre todo, a los iniciados en el arte vernáculo.
Víctor conservó su espíritu de paisanía, el humor fraterno y el recuerdo alegre y jubiloso de sus pares, hasta su aliento límite. Hacía esfuerzos para no causar molestias a los amigos que lo visitaron en su lecho doliente. Soportó con dignidad cristiana una enfermedad que no le quitó la esperanza del combate. Su conducta de Amigo es legado viviente para su descendencia y sus compañeros de causa popular.
Partió a tocar sus parches con Zitto y Jonhy. Aguardó veintiséis años para el reencuentro final en el auditorio celeste. Un, dos tres, la charanda espera. ¡Vamos, Víctor, a sonar!
Bosquín Ortega
Víctor...