DE PATRIOTAS Y VENDEPATRIAS
por Ricardo Luis Acebal
Nunca estuvo tan claro para favorecer a qué intereses gobiernan algunos
presidentes que discursean más o menos bien y prometen defender a los jubilados
y no a los bancos y después en voz baja cierran negocios con los socios de los dueños de esos bancos determinando el final
de la soberanía argentina y por consiguiente clausurando la posibilidad de que
el nuestro sea el gran país que merece ser.
Hubo un presidente riojano que en campaña electoral se disfrazó de gaucho,
luciendo patillas a lo Facundo Quiroga y se metía a buscar votos en lo más
profundo de los barrios a los que otros candidatos no se le animaban, pero en
materia de soberanía sanateó y nunca prometió nada en concreto. Cuando remató
la Argentina "privatizando" nuestro gas y energía eléctrica, nuestras
comunicaciones, nuestra flota mercante, regalando el Paraná y sus puertos,
regalando Aerolíneas, desatendiendo hasta su destrucción a nuestros
ferrocarriles y favoreciendo desde el Banco Central la "timba financiera",
solía incluir en sus discursos estas palabras: "si yo hubiera dicho lo que iba
a hacer como presidente no me hubiera votado nadie".
¿Estamos asistiendo hoy la repetición de la gestión de este "patriota", que
cuando falleció fue homenajeado con tres días de duelo nacional, manteniendo a un
nuevo Carlos Saúl como presidente?
Paraná, el
Plata y Magdalena en mi corazón
Por Mempo
Giardinelli
21 de marzo de 2022 - 09:45
Mi viejo era marino. Empezó a los 13 años como grumete en
la Flota de Alberto Dodero y llegó a Comisario de a bordo en la impresionante
flota fluvial heredera a su vez de la del pionero Nicolás Mihanovich, y que
llegó a tener un gran prestigio internacional por las excelentes comodidades
que desde 1930 se brindaba a los pasajeros en grandes buques de pasajeros,
carga mixta y correos como el "Ciudad de Corrientes" y el
"Ciudad de Asunción", seguidos después por varios otros. Se llamaban
paquebotes de pasajeros y mi padre hacía la línea Buenos
Aires-Corrientes-Asunción.
Hacia 1945 el entonces Ministerio de Obras Públicas de la
Nación puso en marcha un plan de construcción de barcos, barcazas, motonaves de
carga y remolcadores, en florecientes astilleros argentinos. Comenzaba
la sustitución generalizada de importaciones y materiales extranjeros. Se
constituyó la Flota Argentina de Navegación Fluvial (FANF), que durante años
construyó buques y sustituyó los antiguos hasta que en 1958 se constituyó la Empresa
Flota Fluvial del Estado Argentino (EFFEA) que en los años 90 desguazó
Menem malvendiendo barcos, instalaciones y edificios, a la vez que todos los
archivos se tiraron a la basura.
·
¿El
Frente de Todos puede seguir así?
Mi viejo navegó los ríos Paraná y Paraguay durante años y
se bajó de la flota una vez que se descompuso un barco de origen alemán y lo
dejaron a su cargo en Corrientes mientras llegaban repuestos de Europa. Hasta
que cruzó el río y se enamoró del Chaco, cosa que mi madre jamás le perdonó. Y
cuando yo era chico me contaba historias del Paraná y la navegación, y un día
me prometió que me iba a llevar a conocer el mar, distante casi 1.500
kilómetros. Me enseñó en un mapa cómo iba a ser la travesía y me anticipó la
maravilla que sería la entrada al Océano por la Bahía de Samborombón, nombre
que me fascinó. Fue la primera vez que oí hablar del Canal Magdalena,
al que antiguamente se llamaba Canal Ruta del Sur.
Papá murió muy joven y sin cumplir su promesa, y yo
apenas escribí, décadas después, un cuento en el que un niño narra su dolor por
la frustración. Quizás por eso hoy, muchos años después, el Canal
Magdalena es un sueño de soberanía, un mandato en tanto verdadero
final del río Paraná, junto al cual resido, y a la vez perfecta
puerta que tiene la Argentina para entrar al Océano Atlántico.
Recientemente, en un documento de 90 páginas, dos
experimentados ingenieros navales –Hernán Orduna y Héctor Retamal– refutaron
punto por punto los "Estudios Técnicos y Económicos sobre el Canal
Magdalena" realizados por encargo de la Cámara de Puertos Privados
Comerciales (CPPC), con el objeto de fortalecer su postura entreguista. El
estudio de Orduna y Retamal es interesante porque demostró las ventajas
del Canal Magdalena respecto del uruguayo Canal Punta Indio. Entre ellas la
extensión, que es mucho más corta y conviene por el menor costo
operativo de fletes. El Magdalena además requeriría mucho menor
volumen de dragado de mantenimiento anual frente al Canal Punta Indio. Además
acompaña el sentido de las corrientes de marea y coincide con la dirección de
las mismas, lo que genera menos carga de sedimentación, y por ende menor costo
de dragado.
La diferencia de longitud de ambos canales –que mi viejo
seguramente ignoraba– es un factor clave por el ahorro en dragado: el Punta
Indio tiene una distancia de operaciones de 118 km, mientras el Magdalena sólo
57 km para una profundidad de 42 pies. Eso implica menor costo en tripulaciones,
combustibles, seguros y honorarios de prácticos. El menor flete y peaje
conllevarían además, como es lógico, ventajas comparativas para nuestros
productos de exportación. Casi se diría que es una idiotez que la
Argentina no apueste a la inmediata operatividad del Magdalena, que
ya tiene presupuesto acordado y su ejecución sólo depende de una decisión
política.
Y todavía hay que sumar los ingresos directos
e indirectos que generaría el Magdalena en beneficio de la economía bonaerense
y nacional. Porque ahora todos los bienes y servicios de apoyo a barcos que
deben aguardar fondeados el ingreso al Punta Indio se abastecen de insumos y
servicios prestados desde la costa uruguaya y en especial el puerto de
Montevideo, operado y controlado por grandes exportadoras belgas, holandesas,
inglesas y chinas, por lo menos. Hay cálculos que aseguran que sólo el cambio de
flujo en favor de la Argentina representaría 150 millones de dólares al año. Y
todavía habría que sumar ingresos directos e indirectos que generaría
el Magdalena sobre la economía local y nacional. No en vano los medios
periodísticos uruguayos ya lamentan un posible cambio en beneficio de la
economía argentina.
Seguramente por eso el martes pasado un grupo de
embajadores europeos –de Alemania, Bélgica, Francia, Italia, España y Portugal–
recorrieron el puerto de Montevideo, tal como esta columna anticipó que
sucedería en una nota del 5 de diciembre pasado, cuando aquí se advirtió que
"hoy el Ente Nacional no parece incluir a los ríos Paraguay ni Uruguay,
que son compartidos, ni asegura la independiente y garantizada salida
al Océano Atlántico, que hoy la Argentina no tiene. Pero siguen los
preparativos para dragar el Paraná Bravo y el Canal Punta Indio, que no
son beneficiosos para la Argentina sino para las transnacionales dueñas de los
puertos del Uruguay".
Así, avanza el proyecto de construir una futura gran
terminal de contenedores en Montevideo, con el objeto de mantener el
Canal Punta Indio como única salida al mar, lo que garantizará
infraestructuralmente la definitiva dependencia de la Argentina como
alimentador del puerto de Montevideo. Un absurdo total.
El pasado martes 15 recibió a los representantes de la
Unión Europea en Uruguay el Sr. Vincent Vandecauter, gerente general de la
empresa Katoen Natie, que maneja el puerto montevideano como exclusivo
beneficiario del control de tráfico de todos los buques que entran y salen por
nuestro río Paraná. Y todo, en esencia, porque absurdamente la
Argentina no tiene ninguna salida navegable propia al Océano, por la sencilla y
necia razón de que no tiene control soberano sobre el Paraná ni hace operativo
el Canal Magdalena.
Parece increíble pero es así.
De ahí la férrea resistencia al Decreto 949/2020 del
entonces ministro Mario Meoni, quien acompañado por el entonces Gerente General
del Puerto de Buenos Aires, José Beni, firmó la prórroga de las
concesiones menemistas que dieron comienzo a este sainete que parece no tener
fin.
Uno de los principales impulsores de la resistencia a
tanto desatino político, el ingeniero naval Horacio Tettamanti (quien fue
Subsecretario de Puertos y Vías Navegables durante el gobierno de CFK) sostiene
que el mencionado decreto "generó la pérdida de la soberanía del
Río Paraná, Río de la Plata y Atlántico sur".
Tettamanti asegura además que "este decreto fue una
de las claudicaciones geopolíticas más graves de la historia argentina, después
de la caída de Puerto Argentino en la Guerra de Malvinas" porque "no
solamente se entregó el Río de la Plata sino lo que significa como llave
estratégica por la cual se puede controlar no solamente la cuenca del Plata y
el río Paraná sino prácticamente todo el Atlántico Sur". Ciertamente,
es absurdo que toda la navegación en la Cuenca del Plata quede subordinada al
canal de Montevideo y a quienes lo controlan. "La Argentina queda así
prácticamente sin salida al mar soberano, y sometida a la intervención de un
tercer país para poder alcanzar el mar".
Así estamos.