Cuento popular:
Dicen que dicen...
Que la Tortuga había trabado amistad con un Tatú.
Una tardecita,
cuando el sol empezaba a alejarse, Don Tatú decidió ir de visitas a la casa de
su amiga la tortuga, él camino largo rato y de repente, el hambre le hizo
crujir las tripas.
En un recodo del
camino, Don Tatú, de casualidad se encontró con el Zorro y le preguntó si él
sabía donde se podía conseguir un poco de comida.
Este Zorro, al
igual que todos los zorros, era muy astuto, y le confió que por ese camino
solían pasar pesadas carretas con apetitosas cargas, pero un lugar donde
comprar, ¡no!.
De repente se
escuchó el chirriar de los ejes de una carreta que se aproximaba a lo lejos, fue cuando el Tatú se metió
dentro de una profunda huella del camino, rápidamente se hizo una bola y esperó
silenciosamente que la carreta pasara por allí.
La carreta venía
siguiendo la huella, al pasar por donde el Tatú estaba hecho bola se bamboleó
toda y en el zarandeo algunos perfumados quesos salieron rodando.
Ambos amigos los
recogieron y escondidos en unos pajonales los saborearon hasta saciar sus
voraces apetitos. las sabias acciones
Luego el Tatú se
despidió del Zorro que con la panza bien llena, siguió su camino.
El Zorro se quedó
sólo con sus cavilaciones, él pensaba cuan inteligente había sido el Tatú y se
dijo así mismo, que la próxima vez que sufriera hambre y dolor de panza, haría
lo mismo que su amigo.
Paso un tiempo,
pero el Zorro era muy memorioso.
Cierto día, escuchó
a lo lejos el chirriar inconfundible de los ejes de una carreta, ya se divisaba
en el horizonte, eso le dio tiempo de pensar y le dio tiempo de recordar las
sabias acciones del Tatú.
Fue entonces cuando
el Zorro buscó la huella más profunda y sin perder tiempo fue a acurrucarse en
ella, pero es claro y visible que el Zorro carecía de caparazón, así que la
carreta al atravesar la huella, aplasto al Zorro que quedó bastante maltrecho y
para su desgracia, no cayó nada desde la carreta, El pobre animal no podía
levantarse porque tenía varios huesos rotos, había perdido varios mechones de
pelo y la cola estaba destrozada.
Cuando otros
animales que habían sufrido por sus fechorías lo cruzaban le gritaban: -¡Viste
zorro remendado que tus picardías no siempre salen bien-!