Eran años complicados en el
país, pero allí en el campo era difícil tener una verdadera dimensión del
problema.
La Estancia " Las
Margaritas " había pertenecido a dos ancianos, que a su vez habían
heredado de sus ancestros por varias generaciones.
Al fallecer los viejitos y no
haber herederos, la sucesión quedó acéfala.
Muchos trabajadores buscaron
donde conchabarse en otras estancias, ya que en estas circunstancias todo era
incierto.
Los padres de Gabino habían sido
los antiguos puesteros de la estancia y al fallecer, él tomó el lugar de
su padre.
Gabino era un joven muy
trabajador, de rasgos aindiados, tez morena, ojos negros con una alta
figura y un muy hábil manejo de las tareas camperas.
Pero un día, inesperadamente se
presentó en el lugar un militar y dijo ser el nuevo dueño del lugar. Este
hombre impartía órdenes como en un cuartel y todos quedaron sujetos a sus
mandatos.
Al tiempo, contratados por el
nuevo patrón, llegaron a la estancia Rosaura, una mujer madura, algo robusta,
pero simpática y vivaz con su hija Eloisa. Ellas debían encargarse de las
tareas domésticas en la antigua gran casona y servir al patrón, siempre
exigente, áspero y muy altanero.
Eloisa era una jovencita de
sonrisa a flor de labios, de rasgos delicados, largos cabellos renegridos,
hermosos ojos oscuros y por cierto una figura bien proporcionada.
Gabino ya había puesto los ojos
en ella y la estampa varonil del joven no había pasado inadvertida para la
muchacha.
Con el tiempo ambos jóvenes
cayeron en amores, a los pocos meses, con el consentimiento de Rosaura, se
fueron a vivir juntos y con el transcurso de los meses Eloisa quedó
embarazada.
Al llegar la primavera, Eloisa
dio a luz a una hermosa niña, tan morenita como sus progenitores,
Ellos eran felices.
El patrón solía presentarse de
improviso y todos corrían para servirle, pero esta vez sucedió algo
inesperado.
Era una tibia tarde de
septiembre, Eloisa le daba de mamar a su pequeña niña, Rosaura le cebaba unos
matecitos dulces y Gabino aún estaba en los potreros, cuando de improviso se
presentó en su inconfundible auto verde oliva el patrón.
Traía compañía, una mujer
de mediana edad que cargaba en sus brazos un bebé que lloraba a boca suelta.
Ellos traían consigo un pequeño moisés y un bolso de bebé.
Ya en la casona, el hombre pidió
dos cafés grandes y que alguien hiciera algo para callar a ese niño.
Rosaura entregó a su pequeña
llamada Nehuén a Rosaura, y delicadamente, con gesto maternal, alzó al
pequeñito en sus brazos y le ofreció sus pechos, el bebé se prendió de
ellos muerto de hambre, una vez saciado, cayó profundamente dormido.
Entonces la mujer le acercó el
moisés para que depositara al niño en él.
Luego, sin hacer comentarios, el
patrón le ordenó desde ese día, que ella debería hacerse cargo del niño y sólo
agregó: - Su nombre es Lucio y tiene pocas horas de vida-.
Esa noche y las venideras Eloisa
y Rosaura tuvieron mucha más tarea de la habitual.
Al amanecer, se escuchó el motor
del vehículo del patrón y él y la mujer se marcharon sin ninguna explicación.
Contrastaba el pequeño Lucio,
blanco traslúcido, de pelusas rojizas y ojos color de mar, con la tez oscura de
la pequeña Nehuén, al igual que sus ojazos enormes y negros.
Los días pasaban rápido y
los niños crecían y crecían. Ambos llamaban papá y mamá a Gabino y Eloisa.
Ellos trataban al pequeño Lucio como a un hijo, pero siempre se preguntaban a
quién pertenecía ese pequeño.
Pasaron muchos meses y el patrón
no había vuelto a la estancia.
Miles de conjeturas cruzaban por
la cabeza de ambos jóvenes y los niños, si no fuera por las diferencias
físicas, parecían mellizos. Eloisa y Gabino los amaban por igual.
Una noche, mientras tomaban unos
mates después de cenar charlaban sobre la situación como otras tantas veces y
se prometieron que, si el problema no se resolvía, deberían investigar más y
llegado el momento decirle a Lucio la verdad. Pensaban que no
sería justo criarlo en la mentira.
Ellos siempre se preguntaban si
los terroríficos rumores que corrían serían ciertos.
Al cabo de tres años llegaron
noticias, el patrón había muerto y los herederos venderían la propiedad.
Era algo devastador, a donde irían...y por cierto, el único que conocía la
verdad del origen del niño se la había llevado con él, con respecto a la mujer
era como si se la hubiera tragado la tierra.
Gabino por aquellos días tenía
muchos amigos y conocidos que lo apreciaban al igual que a su familia. Ante tan
desesperante noticia, los amigos se pusieron todos en alerta para que la
familia tuviera un espacio donde construir una nueva vida.
En pocos días se mudaron a una
casita blanca en las entradas del pueblo y allí se asentaron.
Rosaura era ya muy mayor, sin
embargo. cuidaba de los chicos próximos a empezar el colegio.
Nehuén y Lucio eran inseparables,
la niña era curiosa y compinche de Lucio, al que todos conocían como el
Colo.
El chico era chispeante y muy
inteligente su avidez de conocer sus orígenes pronto salieron
a la luz, pero pasaron muchos años sin ninguna novedad.
Cuando ambos jóvenes comenzaron
sus estudios secundarios, Lucio como todo adolescente se sentía impotente, sin
embargo, ambos jóvenes eran excelentes alumnos e hijos ejemplares
En ciertas ocasiones, cuando
Lucio hacía alguna publicación ya sea en afiches o en cualquier otro medio lado
Eloisa se inquietaba al igual que Gabino y Rosaura, Gabino se hacía el fuerte,
pero le dolía ver al jovencito tratando de averiguar su identidad, pero Lucio
los tranquilizaba diciéndoles que más allá de lo que el destino le deparase,
ellos siempre serían sus adorados papis.
Él, sólo se preocupaba por
conocer la verdad y pensaba si su otra mamá sufriría por no saber nada de él.
Pasó el tiempo muy rápido y
tanto Nehuén como Lucio se decidieron por carreras diferentes, ella quería ser
médica, pero a él le seducían las carreras sociales, por eso eligió sociología.
Ellos deberían viajar a la capital,
El primer año transcurrió sin
novedades, pero Nehuén que era muy sociable, para sus vacaciones invitó a su
mejor amiga a pasar unos días en su humilde casa lejos de la ciudad.
Ese verano prometía ser intenso,
Lucio se demoraba en llegar, pero Nehuén le pidió a Gabino que la acercara a la
terminal para recibir a Maia, su amiga del alma.
Maia y Nehuén estudiaban juntas,
y eso era algo que ambas apreciaban.
Maia era una jovencita amable y
locuaz, Eloisa y Gabino estaban encantados de conocerla. Esa noche
Lucio anunció su llegada para el viernes próximo, se había retrasado
debido a una tesis que debía entregar.
Nehuén y sus padres anhelaban
volver a reunirse con Lucio y compartir esos días de verano.
Toda la familia quería
sorprender a Lucio y organizaron un asado al cual él era tan afecto y Eloisa le
preparó su postre favorito.
Se anunciaba el arribo a la
terminal de ómnibus a las 18 horas. y en comitiva todos fueron a
recibirlo, curiosamente el micro arribó a tiempo.
Nehuen no pudo con su genio y se adelantó unos pasos, más atrás venía Maia, y aún más lejos Gabino y Eloiza.
Los pasajeros comenzaron a bajar, y ahí estaba Lucio, con sus rojos y ensortijados cabellos, al verlo Maia exclamó -¡no puede ser, no puede ser!-.
Todos estaban asombrados y se preguntaban que era lo que no podia ser.
Entonces Maia exclamó, ¡se escapó de la mesa de luz, de la foto de la abuela en versión masculina!.
Después vinieron los saludos, los abrazos y la vuelta a casa, sin embargo todos estaban intrigados por las expresiones de Maia.
El más ansioso era Lucio aunque los demás no se quedaban atrás.
Después de comer café mediante, todos se reunieron en la cocina y allí comenzaron las preguntas.
-¿A quien dices que me parezco?-, preguntó Lucio. Entonces Maia comenzó a relatar una increíble historia.
Como ya sabrán hubo aquí años
terribles, los llamados años de plomo.
Mi tía Laura, a la que nunca
conocí, fue la hija mayor de mi abuela, estaba terminando el primer año de
sociología, porque a ella le encantaban las carreras humanísticas y conocer
sobre las sociedades para ayudar a las personas, por eso, adoraba ir a dar
clases a los barrios humildes, allí conocía mucha gente y se conversaba sobre
sus problemáticas, se charlaba de todo y todos apreciaban sus palabras, bueno, bahhh!, no
todos.
En esos días los autos verdes
se paseaban descaradamente por todos lados.
Laura estaba muy enamorada de
Fede, su compañero y compinche en todas sus andanzas.
Debido a las listas negras
muchas personas ya fueran militantes, médicos,
científicos, músicos, artistas, gente de la cultura u otros que no resultasen
simpáticos al régimen debieron exiliarse en otros países, otros pasaron a la
clandestinidad, pero Laura y Fede, no creían hacer nada que los pusiera en
peligro y continuaron haciendo su vida normalmente, aunque muchos de sus amigos
les decían que debían cuidarse.
Por aquellos días Laura le había
comentado a su madre, que había ingresado al curso gente rara y que a ella no
le caían nada bien.
Poco tiempo después, cuando
ellos salían de la facultad hubo una razia y fueron secuestrados y nunca
más pudimos saber de ellos.
Desde ese día, el peregrinar de
mi abuela no ha cesado, tiempo después de la desaparición supimos que Laura estaba
embarazada.
La abuela recorrió cielo y
tierra, pero jamás tuvimos noticias de ninguno de ellos.
La abuela formó parte de
las Locas de la Plaza, como las llamaban a las madres, siempre en busca de algo
que la llevase a encontrar a su hija, y tal vez a su nieta o nieto, pero
han pasado más de veinte años y la abuela ya no tiene mucho tiempo y hasta
ahora no habíamos tenido ningún indicio
que nos lleve al pasado, pero al verte todo lo que en mi familia se habló
millones de veces, me llevaron indefectiblemente al pasado, porque tu fisonomía
me dice que no sería nada extraño que fuéramos parientes.
Durante el relato, muchas veces
Lucio o sus padres quisieron interrumpir a Maia, pero Nehuén los callaba
diciéndoles: - una vez que termine el relato vendrán las preguntas-, y por
cierto hubo muchas de ambas partes.
Cada cual contó lo vivido y
acordaron seguir todos los pasos para despejar las dudas.
Fueron días interminables para
ambas familias y ni que hablar de Lucio.
Las charlas entre Maia y Lucio
se hicieron interminables y Lucio descubrió que tenía ciertos rasgos y
preferencias que lo acercaban a esa desconocida.
Gabino y Eloisa le dieron todo
su apoyo para que él hiciera todo lo que debía hacer.
Hubo que seguir el protocolo, y
por fin llegaron las ansiadas noticias, 99,9% de coincidencia lo acercaban a
una nueva familia, después de tantos años se develaba la verdad de su
origen.
En los días venideros pudo
conocer a gran parte de su otra familia, y a su abuela a la que no hizo falta
presentarlo, porque al verlo exclamó: - No puedes negar que eres su hijo,
tu parecido es asombroso.
Después la vida le devolvió a
Lucio el amor de esa familia, que se le había arrebatado y hoy sigue el legado
de su madre dando clases en lugares humildes, porque la herencia de la sangre
es imposible borrarla por la fuerza.