Dicen que dicen...que esta mujer que hoy nos ocupa era
extremadamente
porfiada.
Ella siempre quería hacer su voluntad, su esposo, un
hombre bonachón y de poco carácter, la dejaba hacer, era más fácil que pelear
todo el día con ella.
Cierta vez, al llegar los carnavales cafayateños, ella le
pidió a su marido que la llevase.
Enterado de los deseos de su mujer él le comentó que el
río estaba muy crecido, por lo que sería muy peligroso, pero ella, caprichosa
insistió.
El hombre conociendo el carácter de su mujer, accedió
diciéndole que para no tener problemas ensillaría un caballo manso.
De nuevo, ella rechazó la idea porque quería ir en un
potro joven y brioso.
-Bueno, está bien- aprobó el marido, -pero el bombo lo
llevo yo...-.
Otra vez ella alegó que no era tonta, que ella tocaba el
bombo y el bombo iría con ella.
-¡Está bien!, ¡está bien!-, dijo el marido bastante
fastidiado, -pero para cruzar el río me vas ha hacer caso, te voy a guiar por
donde cruzar, porque está muy peligroso.
El hombre cansado, después de tolerar todos los antojos
de su mujer se fue a dormir.
A la mañana siguiente, tal como su mujer quería,
partieron temprano con el caballo brioso y el bombo.
Después de andar largo trecho, llegaron a la orilla del
río, entonces el hombre le indicó a su mujer por donde debía cruzar, ya que las
aguas bajaban correntosas y así evitar que la corriente la arrastrase.
Pero una vez más, ella hizo su voluntad y tal como su
esposo le había advertido la corriente la arrastró río abajo.
Su esposo a los gritos le decía -¡te lo dije!, ¡te lo
advertí!- y corría por la orilla desesperado tratando de alcanzarla sin
resultado.
En eso estuvo el resto del día, pero nada.
A la mañana siguiente maldiciendo el carácter porfiado de
la mujer comenzó a relevar la orilla, quería ver si podía encontrarla. En el
trayecto lo cruzó un vecino que al verlo le preguntó que andaba haciendo.
-Estoy buscando a mi mujer, ayer se la llevó la
correntada-.
-¿Pero porque la busca río arriba mi amigo?, debe ir río
abajo-.
A lo que hombre le respondió: -usted no conoce a mi
mujer, es tan, pero tan cabeza dura que, con tal de llevarme la contraria, seguramente
debe haber ido para el lado opuesto-
.