LA PACHA DE LOS QUERANDÍES
por
Wenceslao Villanueva
Fotos: Ricardo Luis Acebal
Camino a diario por el
"Barrio Bernardino Rivadavia 1" (Ciudad de Buenos Aires), que viene
resistiendo a los embates del tiempo y las últimas corrientes migratorias desde
hace 60 años. Ha ido mutando en diversas culturas: primero coreanos y luego
bolivianos (en su mayoría aymaras y quechuas). Circulo este barrio desde fines
de la década del 80`, donde tuve la oportunidad de enseñar instrumentos
musicales a niños en el Comedor de Tita. Repentinamente me distrae una invasión
de paleópteros (libélulas), insectos ancestrales de la región de los
humedales (bañados), quienes están volviendo a recorrer su hábitat. Así mi
mente hace que me traslade imaginariamente hacia los antiguos Querandíes,
quienes seguramente seguirán circulando por estos suelos como lo hacían desde
hace siglos. Cierro mis ojos e imagino que estoy parado sobre las cenizas de
esos antiguos habitantes "ostentadores de saberes ancestrales de estas
tierras". Pero al mismo tiempo siento ausencia de elementos concretos de esa
tradición ancestral. Así acudo a datos que Pedro Campomar me había dado alguna
vez. Eran escritos de un cronista que decía: "los indios querandíes se
hallaban a una distancia de unas cuatro leguas Riachuelo arriba". El
cronista (que era Ulrico Schmidl) tomaba esa distancia a partir del actual
Parque Lezama (sur de la Ciudad de Buenos Aires) y se refería a "un área
de barrancas coronadas por grandes ombúes frente al Riachuelo y que en esos
tiempos integraban gran parte de la planicie". También decía: "se
avizoraban puros bañados", indicando el área que hoy ocupa parte del sur
de la Ciudad de Buenos Aires y de los partidos de Avellaneda y Esteban
Echeverría. Así, observo muy seguro que el Querandí (que hoy nos contempla como
un ave fénix) fue un ser originario de estas tierras. Poseía una cultura que
aparentemente ya no encuadraría dentro del paradigma occidental y a pesar de
ser el primero en resistir y derrotar al invasor no nos puede contar su
historia.
Juan Bagual, querandí de los que vencieron a Pedro de Mendoza en 1536, decide salir del Río de la Plata después de 473 años (historieta, dibujo de Sebastián Maissa)
Por otro lado, los pueblos
de Abya Yala (América), unos por ser nómades y otros por ser sedentarios
también acostumbraban trasplantarse en diversos lugares.
Ahora estoy frente a gente
de mi propia raíz cultural, que no hace mucho se asentó en este barrio munido
de su cultura, sus saberes y sus tradiciones. Se puede observar claramente en
gran parte de estas familias cómo van poniendo en escena ese saber cultural.
Así se observa que realizan diversas festividades. Por ejemplo la celebración
de la fiesta de Santiago (sincretismo religioso), ancestralmente una fiesta dedicada
al "Dios Rayo" que ocurre a fines del mes de julio. Los abuelos cuentan
que se escuchan desde el corazón mismo de la Tierra, desde su centro, "el
rugido de los truenos" que anuncian la llegada del nuevo tiempo y que deben
despertar las gentes dormidas de cada rincón de las selvas y las montañas
desembocando en la celebración principal de las "ch`allas" (inauguración) individuales en cada una de las casas a
partir del 1º de agosto. Cuando alguien ingresa al barrio encuentra que hay un
lapsus de contradicción entre la posmodernidad cosmopolita y las costumbres de
una aldea antigua llena de tradiciones.
Celebración en agosto de 2012, en el humedal Laguna de Rocha, Provincia de Buenos Aires.
Rodolfo Kusch
diría: "es la dicotomía que genera
hedor/ pulcritud que conlleva la antinomia sarmientina de civilización y
barbarie." Así los ancianos y ancianas que elevan a lo alto sus sahumerios
para celebrar a la Pachamama son el hedor cultural, son los ilustres de la
vida, de la cultura viviente. Y los pulcros serán quienes integran la
posmodernidad, que van quedando fuera de la tradición. Así los mitos y las
tradiciones sostienen a cada familia. Pero la Iglesia es muy influyente y todos
se arrodillan y rezan cuando se llama a misa. No me olvido de la reflexión de
Eduardo Galeano "...Vinieron. Ellos tenían la biblia y nosotros teníamos
la tierra. Y nos dijeron -cierren los ojos y recen-. Y cuando abrimos los ojos,
ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia...". El sincretismo
cultural, es producto del choque entre dos cosmovisiones que se manifiestan en
parte de la sociedad; así el catolicismo tiene a una multitud de descendientes
indígenas que sacan a relucir a la Pachamama enmascarándola con las fiestas de
las vírgenes (Luján, Copacabana, Itatí y otras). También las iglesias
evangélicas intentan enajenar al indígena de su espiritualidad, acusándolo de que
el culto a la tierra es un rito satánico. Los vecinos indígenas de este barrio
"Rivadavia 1" solo cumplen con el mandato de sus ancestros: agradecen y
solicitan favores a Pachamama (pacha = mundo/ mama = madre), como si fuera una
diosa. Así veo transitar a otros congéneres por la región que profesan a sus
propios "dioses". Unos pampas, otros mapuches, diaguitas, guaraníes, etc., quienes
aparentan ser simples forasteros que solo vuelven a circular por estos bañados por
donde seguro ya habrían andado sus ancestros. Al igual que la libélula, que
vuelve a circular porque tiene incorporado este hábitat en su memoria
biológica.
A pesar de que cada
familia ya hizo la ch`alla de su vivienda el primer día de agosto todas preparan
un ritual colectivo a Pachamama en el centro de la plaza, que ocurre frente a
mujeres y hombres, niñas y niños. Sucede ante la mirada estupefacta de propios
y extraños. El "abuelo fuego" es el escribano que elevará los ruegos al Cosmos
entero. Así las ancianas y los ancianos indígenas son los que ofician una
ceremonia cuando se trata de invocar a los espíritus ancestrales; ellos enseñan
que la Pachamama es un ser inmanente que está en todos lados, que solo se
corporiza en esta época desde cada rincón del Planeta Tierra, brotando con su
fertilidad en busca de las fuerzas de la Naturaleza (el viento) para ser
fecundada. Que no es lo mismo pensar a la Tierra como un ente a fin de
someterla, depredarla o explotarla.
Wenceslao Villanueva y una hermana delegada de aborígenes norteamericanos durante un encuentro en Malleo, Provincia de Neuquén el 27-3-05.
El ritual en honor a
Pachamama nos plantea muchas cuestiones sobre la omisión del sentido del valor
hacia la Tierra como generadora de vida y dadora de sustento a sus habitantes,
culturalmente denominados hijos. Así los indígenas de este barrio, en vez de
rogar por la mejora de sus cloacas, o la falta de agua, o inconvenientes en la
energía eléctrica prefieren elevar sus ruegos al Cosmos para que la humanidad
tome conciencia de que es necesario evitar la destrucción ambiental, el
envenenamiento de los cultivos, el impacto minero a cielo abierto, la
contaminación de los ríos y mares.
El ritual a la Pachamama
sugiere que no es bueno condenar a las generaciones vinientes a una penuria
ambiental. Dicen los abuelos que "Pachamama es como un perro lanudo, que
si le pica una pulga, se sacude y sigue andando". Quiere decir que la
tierra es eterna en su eternidad. En definitiva, la Pachamama no es solo suelo
o tierra geológica, tampoco es sólo Naturaleza. La Pachamama es "el todo" y se
concentra a veces en manantiales, en vertientes o apachetas. Así, los humedales
de los antiguos Querandíes, ahora ya son una gran apacheta frente a la
antinomia de un Estado ausente. Que con este ritual se demostró al mundo que sí
se pudo invocar a las fuerzas innatas de los Querandí en este barrio obrero de
la Capital Federal, en el cual la vida se reinaugura, la ceremonia se
reinventa, la conciencia se refresca y las energías se restablecen, desde lo
local a lo universal.
W.V.
Un "sí digo" a la observación que hace Wenceslao
Villanueva en esta nota.
La vuelta de las libélulas
a territorio querandí:
Dicen los estudiosos, a
propósito de este insecto que no solo habitaba Buenos Aires sino que también habita
humedales de distintos rincones del mundo: "Estos insectos tienen un papel
importante en el medio ambiente, no son perjudiciales y aportan
beneficios como cazadores y controladores de otros insectos."
R.L.A.
Algunos humanos tatúan sus cuerpos con la imagen de la libélula.