También
llamado Delgadín.
Este
fantástico ser se encuentra difundido por toda América y según la zona, la
versión va variando debido a la creencia popular afincada en el lugar.
En ciertas
regiones los duendes pueden ser de los dos sexos, y según sea este, busca
seducir a hombres o mujeres, aunque algunas veces se inclina por párvulos de
increíble belleza.
Dicen que dicen...
que
el duende se aparece en forma de enanito, de aspecto aniñado, luciendo trajes
en los que predomina el verde y el rojo y como le gusta la música lleva consigo
una flauta construida con el húmero de un cóndor. Ejecuta armoniosas melodías,
y tal vez lo que menos debemos de olvidar para reconocerlo es su gran sombrero,
de enormes alas, casi siempre de paja.
Delgadín suele tener su morada en algún tronco
de árbol desde donde hace su aparición, ya sea para perseguir erótico a alguien
o para proteger los animales del lugar.
Según asegura Rosemberg, Delgadín reemplazó al
Chiqui, su antiguo nombre, que era una deidad maligna de nuestra montaña, por
ello pasó a ser un verdadero diablo.
Dicen que tal vez los aborígenes sintieron la
necesidad de simplificar parte de los seres a los que le rendían culto, y los
fundió en una sola deidad y tal vez, aún hoy, alguno de ellos turba la siesta
deambulando a los saltos entre un cerro y otro.
Es creencia de muchos, que los duendes no son
otra cosa que almas que vagan sin haber sido bautizadas.
Otros lo describen como un hombre negro que
monta un caballo fuerte y brioso, viste ropa roja y su apero es integramente de
plata.
También se dice que tiene una mano de lana y la
otra de acero, y si andando por los caminos se cruzan con alguien, que en ves
de hacer la siesta anda deambulando por allí, le pregunta si quiere que le
pegue con la mano de lana o con la mano de acero, y de acuerdo con la que el
infortunado elija, él seguramente lo golpeará con la contraria.
También relatan, que si se le aparece a quien
haya pronunciado palabras obscenas, este enano morboso se llevará consigo al
mal hablado para devolverlo luego con el cabello trenzado y las ropas
deshechas, seguramente después de haberle propinado una fuerte y
"educadora" paliza. Otros le adjudican usar un gran bastón, y otros
que es casi desdentado y que adora dormir a pata suelta debajo de las higueras.
En San Luis creen haberlo visto montando una
cabra a manera de caballo.
Otra particularidad es que deja la huella
invertida en el suelo.
Lo cierto es que este duende se pasea por todas
las tierras de nuestro territorio.
En la campaña santiagueña el "Duende"
está representado por un pequeñísimo ser de sombrero aludo que beneficiaba con
dinero, joyas y tierras a la mujer que se le presentara.
Solo puede entablar conversaciones a la hora de la
siesta y si es mujer, luego de seducirla la interna en lo más espeso del bosque
para luego desaparecer y así sucesivas veces hasta conquistarla
definitivamente. Si es una niña y los padres logran encontrarla y ella les
relata lo sucedido deben ir al lugar al que el duende condujo a la impúber,
clavar una cruz bendita y luego rezar para ahuyentar al espíritu maligno.
En sus "Doce historias del ser y no
ser", Bruno Jacobella asegura que en Tucumán fue encontrado jugando con
unos chiquillos, a las orillas del río. Lo describen como un niño, no mayor de
diez años, pero que podría confundirse con un viejo de piel blanca, roja y
abultada nariz, espesas cejas rubias o grises, igual que sus cabellos pero
desgreñados hasta la altura de los hombros, al sonreír mostraba su boca
desdentada y vestía un traje de color mohoso y de hojas secas, muy antiguo y
sujeto por un ancho cinto de cuero. Aseguran que se divertía echando arena
dentro de su gran sombrero aludo y de copa alta que había puesto al revés, lo
cómico es que dejaba escapar la arena por un agujero que dicho sombrero tenía
en la parte superior y de a ratos gritaba: - ¡oro! ¡oro! - con voz lacónica
pero alborozada.
Audio de la nota
: La danza del duende - Retumbo
Letra y música: Luis Menú y Jorge Omar Mlikota
Interprete: Marcelino Gonzalez Alba` Llaleq`