(Cuento de
origen
tucumano).
Dicen que dicen....que era una vieja requete mañosa y dominadora, entre otros dones non santos que adornaban su persona,
además tenía una hija de una belleza singular a la que siempre sometía a su
voluntad.
La
niña creció tan dominada que no
era dueña de sus propias decisiones.
La madre tenía todo calculado, tanto así que
a la edad de contraer matrimonio le advirtió:- Mire mi´ja, yo quiero para usted
lo mejor, por eso sólo la dejare contraer matrimonio con el hombre que posea
una cuantiosa fortuna, sea apuesto y gentil, y que monte un corcel chapeado en
plata, con lujosa montura y que al reírse muestre sus dientes de oro.-
A la
pobre muchacha no se le ocurría otra cosa más que obedecer.
Paso el tiempo y un buen día apareció en el
pueblo un sujeto que reunía todas las condiciones que la vieja requería para
aceptarlo como yerno.
Aceptado el pretendiente, hubo boda y la
joven contrajo enlace vestida con un imponente vestido blanco, parecía una
reina tal como su progenitora aspiraba.
En los primeros tiempos todo marchaba bien
aunque la vieja hacía trabajar a su yerno duramente y cierto día, cansado ya de
los atropellos, decidió revelarse.
El joven poseía algunos dones mágicos que
nadie conocía, para poder despistar a su suegra decidió convertirse en
distintos animales y así esconderse de
la vieja y disfrutar varias horas al día.
Fue así como una vez se transformaba en
perro, otra en un mimoso minino o en una molesta mosca, si hasta llegó a ser un
molesto mosquito para desquitarse de su dominadora suegra.
La anciana que no tenía un pelo de sonsa
decidió espiarlo, y pronto descubrió el engaño y supo que su yerno era el
mismísimo demonio.
De hecho, la astuta vieja no se asustaba
fácilmente y allí mismo trazó un plan. Inmediatamente busco una botella vacía y
un poco de cera virgen y allá fue en busca del susodicho. Al verlo lo increpó:
- Tú has estado molestándome pero no me has engañado, más bien estoy intrigada
por ver con mis propios ojos como lo haces, ¿serías capaz de convertirte en
hormiga delante mío e introducirte dentro de esta botella?- El
coludo, que era algo presumido, no advirtió la jugarreta y sin perder tiempo
hizo lo que su despreciable suegra le había pedido.
Una vez dentro de la botella, la vieja la
selló con cera y la agito con fuerza, el infortunado lleno de chichones la
escucho decir: Así que tu intención ha sido engañarme, prefiero la soledad de
mi hija que aguantar tus cochinos trucos, desde hoy habitarás la botella y sólo
si yo lo decido la abandonarás. Luego le ató un cordel al cuello de la botella
a modo de lazo, la llevo al monte y la colgó de la rama más alta que encontró.
Paso el tiempo y aunque el diablo gritaba,
nadie pasaba por allí, hasta que una mañanita un cazador con su hacha al hombro
dispuesto a conseguir algo de leña, se
sentó a descansar un rato y oyó los gritos desesperados que provenían de una
botella atada a la copa del árbol.
Cuando la ubicó, la descolgó y el infeliz
volvió a gritar:- Sácame de aquí y prometo darte todos los dones que me pidas.-
El cazador intrigado destapó la botella y al
instante se presento Lucifer ante él.
-¿Cuál es el
don que deseas obtener? -, lo interrogó. -Mi mayor deseo es ser curandero, así
podría ayudar a la gente.- dijo el cazador. -Cumpliré mi promesa, tú me has
liberado, de ahora en más serás curandero y pronto curarás a la hija del Rey y
eso te hará famoso.-
Con el correr de los días se supo que un
desconocido mal aquejaba a la hija del Rey, el cazador devenido en curandero se
presentó y curó a la princesa. Eso hizo
que otras personas que padecían algún mal lo llamasen y pronto adquirió una
fama inusitada, claro que mientras su popularidad aumentaba, también crecía la
ambición del otrora cazador.
Al demonio no le gustó nada el
comportamiento del curandero y aprovechando su habilidad de hacerse pequeño,
decidió darle una lección.
Se llegó hasta el reino y sin más ni más, se
introdujo en el oído de la Reina lo que le produjo un fuerte dolor de cabeza,
entonces llamaron al curandero.
Por más que el curandero hizo todo lo
aprendido, no logró evitarle el sufrimiento a la Reina.
El Rey lo llamó muy enojado y lo increpó:
-Esto es asunto tuyo, te ordeno curar a la Reina sí o sí o te decapito-
El curandero que poseía los dones que el
diablo le había conferido pero también conservaba la astucia del cazador que
había sido, se puso a estudiar el caso detenidamente y pronto dedujo cual era el mal que aquejaba a
la Reina, sin dudas el diablillo se había metido en el oído de la mujer.
Así que se paró firme al lado de la Reina y
gritándole en el oído le ordenó: - ¡Sal de allí!-, a lo que Mefistóteles
respondió:-No pienso salir, mejor que desistas y me dejes en paz, estoy muy
enojado contigo, y pronto te llevaré al mismísimo infierno y sin más se puso a
saltar dentro del oído de la Reina que daba alaridos de dolor.
El Rey enojadísimo volvió a advertirle que
si no curaba a su esposa lo pagaría con su vida.
Al curandero le temblaban las piernas, el
corazón parecía un pingo desbocado, un sudor helado le corría por el cuerpo, y
se preguntaba cómo hacer para sacar al
maléfico diablo de allí.
De pronto recordó las habladurías que
tiempo atrás daban vueltas por el pueblo, si bien nunca había creído los
chismes que corrían, ahora no estaba seguro de nada.......y si fuesen ciertos.
El curandero llamó a los pajes y sirvientes
del reino y sin que el diablo se enterase les ordenó ir a la habitación de la
reina y hacer todo el ruido posible, a los pocos minutos el bochinche era
infernal. Todos creían que el curandero se había vuelto loco. Pero este se
acercó a la reina que se retorcía de
dolor y le pidió que tuviese un poco más de paciencia. Juntos se sentaron a
esperar. El batifondo era insoportable.
De pronto el Maligno se asomó por el oído de la Reina y preguntó:- ¿Se puede saber que es ese ruido infernal ? - a lo que el curandero le
respondió:- es que viene llegando tu suegra y no sabía cómo avisarte.-
-¡Gracias
amigo! , eso sí que no me lo aguanto,-gritó el demonio y salió corriendo
patitas pa?que quiero.
Al instante la Reina quedó liberada del
terrible dolor que la aquejaba, por eso le dio un buen premio al curandero,
pero éste decidió abandonar su arte, que casi le había costado la vida, y se
retiro tranquilo a su casita con la esperanza de no cruzarse más con el diablo.