LA PRESENCIA DEL TANGO EN HOLANDA...
...puede rastrearse ya en
las primeras décadas del Siglo 20. Tal vez el exponente más importante de esta
época sea Arie Maasland (1908-1980), internacionalmente conocido como Malando. En los años 80 comienza una
nueva era para el género en la región, impulsada por los artistas rioplatenses
exiliados en los 70 y por la aparición de un nuevo crédito local: el
bandoneonista Carel Kraayenhof.
A fines de la Primera
Guerra Mundial Europa dejaba atrás el Siglo 19 en términos sociales y
culturales. La caída de las expresiones artísticas que predominaron durante los
siglos de expansión colonialista de reinos como el británico y el holandés, que
llevaban una antigua rivalidad comercial allende los mares sin perjuicio de
haberse aliado hasta por lazos de sangre monárquicos, dejó el espacio abierto
para la generación de movimientos estéticos y expresiones populares novedosas y
vanguardistas. El fin de la "belle époque" daba paso a los "años locos". El
Cabaret se convertía en el lugar de reunión y divertimento de la clase alta.
Allí se bailaban el "cake walk", el "shimmie" y el charlestón junto a esa nueva
danza de origen sudamericano, el Tango, que llegaba desde París y Berlín en una
versión eurocéntrica, blanca y exagerada, a tono con la tendencia al desenfado
de aquellos años. Fue el momento en que Arie Maasland, Malando, impone su
versión del Tango Rioplatense con éxito en la danzante Europa. El Tango estaba
de moda en todo el continente: los vestidos color "tango" se ajustaban a las
caderas, el cocktail "tango" se repetía en los brindis interminables. En
Holanda, mientras tanto, se cantaban tristes canciones con sonoros timbres
nasales y vibratos abiertos que surgían de las sinagogas del barrio judío de
Amsterdam, el Jordaan, el Levenslied o "canción de la vida". Junto a la
Levenslied, todavía expresión popular de los holandeses más cercana a lo que
conocemos como música melódica en Argentina que al Tango, surgía un género
fundamental en la cultura teatral y musical de los neerlandeses, el Kleinkunst
Theater, emparentado al vodevil y también denominado cabaret. Los grandes
artistas de este género eran los hermanos Fien y Nap de la Mar junto a Louis
Davids, héroes históricos de la cultura popular del siglo XX en Holanda, que
incluían tangos alemanes y holandeses en sus repertorios u obras como La
cumparsita y El choclo con letras humorísticas acerca de sucesos locales o
satirizando la nueva conducta relajada en los vínculos personales y la vida
nocturna. En Amsterdam y Rótterdam, los dos grandes puertos sobre el Mar del
Norte, se mezclaban los sonidos de la Levenslied con los de aquel Tango europeo
sonando en un instrumento tradicional de los marinos holandeses: el trekzak,
una especie de pequeña concertina liviana fácil de transportar de forma
hexagonal con fuelle y lengüetas accionadas por botones en cada lado, sonoro
antecesor del bandoneón. Tras la caída de la república de Weimar en Alemania,
se produce la llegada al poder del Nazismo que intenta borrar toda huella de
las tendencias que lo antecedieron prohibiendo, por ejemplo, al Jazz. A pesar
de haber compartido con la música negra norteamericana el espacio teatral de
aquellos tiempos, el Tango ocupa ese eventual vacío. El Tango se volverá a
escuchar y bailar tanto en Alemania como en los territorios ocupados. Más allá
de las orquestas europeas con acordeones y ritmo extremadamente rígido a cargo
de músicos europeos, la Waffen SS contrataba a la orquesta argentina Bianco-De
Ambroggio que hacía giras por diferentes países. El tango Plegaria, de Eduardo
Bianco, era el preferido por los oficiales nazi al punto que es sabido que los
músicos judíos eran obligados a tocarlo durante los trabajos, marchas, castigos
y ejecuciones en el campo de exterminio de Janowska, cerca de Czernowitz en
Rumania, suceso que quedó documentado. Los versos de Fuga de la muerte (Grita
hinquen más profundamente en el reino de la tierra los otros canten y toquen /
Echa mano del fierro en el cinto /lo agitan sus ojos son azules /Hinquen más
profundamente las palas /los otros sigan tocando música de baile) de uno de los
más grandes poetas del siglo, Paul Célan, que pasó allí su adolescencia viendo
morir a su familia y que terminó con su propia vida tiempo después en un salto
al Sena en París. Durante los años de ocupación nazi en Holanda el Tango se vio
vinculado a una aristocracia impuesta por oficiales de uniforme negro que
exterminaba a judíos, gitanos y homosexuales enviándolos a los campos de
concentración del Este. El 2/4 original del ritmo del Tango, que a esas alturas
había evolucionado largamente hacia el 4/4 en Argentina, se confundía con las
marchas militares que sonaban en altoparlantes distribuidos por las calles
durante el día, hasta la sirena de toque de queda al atardecer en las ciudades
de la Holanda ocupada. En 1917 Stravinsky había compuesto La historia de un
soldado abriendo nuevas posibilidades para el Tango en el ámbito de la música
clásica y despertando así la curiosidad de nuevos creadores. El surgimiento de
la chanson française en París y Bruselas como expresión de aquellos que sobrevivieron
a la ocupación formando parte o no de la Resistencia, se vincula con el
resurgir del género de cabaret o Kleinkunst en Holanda, siendo nuevamente el
Tango visitado por sus artistas. Ya en la década de los `50 y `60, como lo
fueron Edith Piaf, Georges Brassens en Francia, o Jacques Brel en Bélgica,
surgían en Holanda artistas como Wim Sonneveld, Zangeres Zonder Naam, Jasperina
de Jong, Jenny Arean, abrevando en un Tango europeo para sus canciones. A lo
largo de los años el Tango, en su modalidad europea, fue ocupando un espacio
ligado generalmente al sarcasmo y la comicidad en los espectáculos populares de
Holanda. De todos modos, también en el ámbito de la música clásica holandesa el
Tango aparece, por ejemplo, en la ópera Ithaka, del compositor contemporáneo
Otto Ketting, en donde relata una imaginaria última noche de Carlos Gardel en
Medellín por medio de un coro que interpreta Mi noche triste en inglés con acompañamiento de sonidos
experimentales. Desde su creación a fines de los años ´70 por el cantor
uruguayo Juan Carlos Tajes, el ensamble Tango Cuatro abrió el camino
exitosamente para los nuevos músicos del Tango en Holanda. En 1987 se formará
el trío Viento del Sur, luego devenido en cuarteto con el pianista Juan Pablo
Dobal, del cantor y guitarrista Fabián Russo junto a Carel Kraayenhof, quienes
solían tocar como dúo en pequeños bares o en la misma calle pasando la gorra. Y
el guitarrista/bandoneonista belga Dick Van der Harst. Es en 1989 que, con la
producción del bailarín Wouter Brave y del empresario Wim Visser, se lleva a
cabo la primera producción holandesa de un espectáculo tanguero: Más Tango. Contó con la participación de
los bailarines Vanina Bilous y Alejandro Aquino, Pochi Luna y Adriana González,
Wouter Brave y Martine Berghuis, junto a la orquesta Color Tango, desprendimiento de la orquesta de Osvaldo Pugliese que
tuvo así su bautismo de fuego con Roberto Alvarez y Víctor Lavallén en
bandoneones, Carlos Piccione y Jaime Rodríguez en cuerdas, Amilcar Tolosa en
contrabajo, Juan Carlos Zunini en sintetizador, Carlos Cicaré en piano y Fabián
Russo como cantor.
Orquesta Color Tango
El éxito de este
espectáculo en 25 teatros de todo el país a lleno completo, presentaciones en
televisión, entrevistas en diarios y revistas, permitió que el Tango surgido en
Holanda pasara de pequeños bares y milongas a los grandes escenarios y a las
giras internacionales. De la iniciativa que surge entre Kraayenhof y uno de sus
estudiantes de bandoneón, Leo Vervelde, del trío Otros Tiempos, surge, en 1989,
el Sexteto Canyengue que también tendrá al contrabajista Gustavo Lorenzatti, al
pianista Piet Capello, Fabián Russo como cantor y a los violinistas Egbert
Kreiken y Gregor Overtoom, como sus miembros fundadores.
Nacen en aquel momento el
Quinteto Bailongo, fundado por el guitarrista Rob Bangert y donde más tarde
tocaría la bandoneonista austriaca Helena Rüegg y la prestigiosa violinista
Antoinette Lohman, el ensamble de Nanette Currie, las actuaciones de Mabel
González, la cantante holandesa Marlous Lazal y, más tarde, la llegada de
músicos como el pianista y cantor Javier Fatta o el virtuoso guitarrista Hernán
Ruiz que generarán nuevas agrupaciones para el desarrollo musical del Tango en
Holanda como Fabián Russo en Guitarras y las Guitarras del Plata. La presencia
del guitarrista uruguayo Baltasar Benítez, quien vivía en Holanda desde hacía
años y que en su momento trabajara junto a Astor Piazzolla en obras para
guitarra, sale a luz por el dúo que conformará junto al maestro bandoneonista
Alfredo Marcucci, residente en Landen, Norte de Bélgica.
Carel Kraayenhoof y el Sexteto Canyengue
También Holanda recibe a
músicos argentinos como el bandoneonista Gustavo Toker, quien llegara con su
trío Semblanza y finalmente decidiera instalarse definitivamente en el país
siendo en estos días unos de los grandes referentes del bandoneón en Europa.
También la presencia de Juan Pablo Dobal, pianista de increíble musicalidad,
aportará tanguidad al naciente Tango en Holanda. En la actualidad, además del
Sexteto Canyengue, donde es cantor el argentino Omar Mollo, la O.T.R.A y otros
ensambles pioneros, es habitual escuchar en teatros y milongas holandesas a las
agrupaciones Racing Club, Tango Extremo, el cuarteto de cuerdas femenino
Pavadita, el Quinteto Zárate, Trío Tincho y Tango Dorado, entre otras variadas
formaciones constituidas por músicos y cantantes holandeses y rioplatenses. La
danza del tango en Holanda fue creciendo con energía gracias a la iniciativa de
Wouter Brave y Mirta Díaz Campos, fundadores de la Tangoschool Amsterdam, sobre
el Egelantiersgracht, a comienzos de los `80. Los primeros pasos de baile de
Tango en este nuevo período aparecerían a fines de la década de los años `70
gracias a esporádicas y espontáneas exhibiciones de Mirta Campos con quien
fuera su compañero de baile en aquel momento, Gustavo Arias. Es fundamental la
presencia de Mirta Campos, llegada a los Países Bajos a fuerza de un exilio
obligado, para que la numerosa cantidad de parejas de baile de Tango sea
posible en estos días. La mayoría de los bailarines de Tango surgidos en los
Países Bajos han sido, directa o indirectamente, alumnos de Mirta Campos y Lalo
Díaz o de Wouter Brave y Martine Berghuis. Ellos inspiraron la generación de
escuelas en todo el país y los viajes habituales a Buenos Aires para empaparse
de Tango en las milongas o con clases de maestros milongueros. De estas
primeras escuelas de baile surgen bailarines como Ricardo y Nicole, Seguirá a
esta primera escuela de baile otras cuarenta a lo largo y ancho de los Países
Bajos estableciéndose como la más importante la que crean en Ámsterdam Mirta
Díaz Campos y Lalo Díaz, llamada Academia de Tango, a fines de la misma década.
La influencia de maestros invitados por esta escuela, como Antonio Todaro y
Pepito Avellaneda, fue fundamental para el crecimiento de la danza del Tango en
Holanda. Actualmente, el hijo de Lalo Diaz y Mirta Campos, Mariano Díaz es, junto
a su pareja Cósima, quien lleva adelante aquello que sus padres comenzaron
cuando no se conocía más que el Ball Room Tango. En este momento, la escuela de
danza El Gancho, sita en la ciudad de Utrecht, está preparando la publicación
de un libro en holandés acerca de la historia de esta danza en su país bajo el
título castellano de "Cómo empezó".
Horacio
Rodriguez Fischer
Tulipanes en Holanda
SI DESEA ESCUCHAR A MALANDO Y SU
ORQUESTA DE TANGO HAGA CLICK AQUÍ:
Audio de la nota: "Olé
Guapa" de y por Malando & His Tango Orchestra