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FLORENCIO MOLINA CAMPOS : UN DESCONOCIDO
por Alberto Sorzio
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Con ese título sugiero un
camino de reflexión sobre la obra del artista argentino más popular, en el más
amplio sentido de la palabra.
La
presentación de este artista como "caricaturista" o
"tradicionalista" no hace más que alejarnos de lo que en mi criterio,
constituye el sentido profundo de su obra.
Desde
siempre me sorprendió la enorme popularidad de sus famosos almanaques, cuyas
láminas decoraban las paredes de cuanto boliche rural existía, o rancho, o casa
humilde y no tanto. ¿Qué significaban esas láminas adheridas con cuatro
chinches presidiendo un lugar más allá del tiempo del "almanaque"?.
Esa atemporalidad de las láminas le otorgaba a las mismas un valor que
trascendía el sentido utilitario de indicador de fechas.
A veces
se pensó que la gran difusión de las mencionadas imágenes se debía a dos
factores: la representación de escenas rurales, y la popularidad del producto
publicitado (la alpargata). Sin embargo, otros productos de uso común (bebidas,
yerbas, desinfectantes, herramientas, etc) no lograron imponer su iconografía
de la misma manera. Por otro lado, la misma empresa publicitando el mismo
producto a través del mismo medio, pero ilustrado por otros artistas que
abordaron también temas de la vida rural, no logró ni remotamente la difusión
que tuvo la obra de Florencio Molina Campos.
Creo que
una via de comprensión de este fenómeno podemos hallarla en el análisis de los
elementos formales de la obra de este autor y compararla con los elementos
formales utilizados en la formación de la primitiva iconografía criolla.
Si
queremos hablar de un arte argentino ( e incluso americano ), no podemos obviar
las dos vertientes originarias del mismo: la herencia cultural
preexistente y el aporte hispánico. En nuestro territorio no florecieron
poderosas culturas como en otras regiones de América; a lo que hoy denominamos
el NOA nos llegaron los ecos de la influencia incaica. En el resto del
territorio habitaron pueblos seminómades con desarrollos culturales muy
diversos que en general se mantuvieron con escaso contacto entre si y en
algunos casos fueron subsidiarios de culturas más amplias (por ejemplo los
guaraníes, parcialidad de ese extenso pueblo que fueron los caribes).
Los
objetos que nos llegaron de estos antiguos habitantes (cestería, tejidos,
cerámicas, máscaras o atuendos rituales, pinturas rupestres, etc.) poseen las
características propias de todas las culturas míticas del mundo: simbolismo,
atemporalidad, bidimensión, líneas cerradas, colores planos, ley de
frontalidad. Si nos referimos a la figura humana, generalmente se representa
con canon corto, siendo de especial interés el tratamiento del rostro. Los ojos
en general grandes y muy llamativos, con su mirada dirigida o al observador, o
del horizonte para arriba hacia la región de lo sagrado. Un rasgo muy notable,
y diría infaltable, es la unión de las cejas y la nariz mediante un rasgo
grueso y oscuro que otorga una potencia particular a la mirada.
Estas
características, son observables en cualquier cultura de la antigüedad por
poderosa o rudimentaria que sea. Y desde ya las encontraremos en las
representaciones humanas de las grandes civilizaciones americanas que nos
precedieron. En nuestro territorio se puede hallar, muy sintetizada, en
pinturas o relieves cerámicos que evocan la leyenda del kakuy, la mujer pájaro,
a la que se suelen agregar trazos verticales que evocan el llanto.
En cuanto
a la otra vertiente mencionada (la hispánica), conviene hacer algunas
observaciones. Si bien el período de conquista (fin de siglo XV y siglo
XVI) coincide con los movimientos culturales denominados Renacimiento y
Barroco, no son estas expresiones artísticas las primeras en llegar a nuestra
América. El Renacimiento será un movimiento filosófico intelectual cuyas
producciones artísticas estarán destinadas al uso y contemplación de los
sectores política y económicamente poderosos y cuyo radio de difusión, en
un comienzo, no se extendía más allá de las ciudades de Florencia y Roma.
En cuanto
al Barroco habrá que esperar la construcción de las grandes iglesias para que
las novedades arquitectónicas y la particularidad de su decoración puedan ser
contempladas y asimiladas por un público más extenso que el círculo de
discusión teológica que fue su origen.
Los
hombres de la conquista, en su mayoría, estaban muy alejados de
los vaivenes de los círculos intelectuales. Aventureros de los
más diversos orígenes sociales, campesinos o guerreros por lo general
iletrados, tenaces y herederos de la antigua cultura medieval tan arraigada en
el pueblo español y tan alejada de los nuevos aires del pensamiento moderno,
pertenecen aun al mundo teogónico, cíclico y mítico de siglos anteriores que se
va a expresar iconográficamente a través del arte románico de amplia difusión
popular por toda Europa.
¿ Cuáles
son las características fundamentales del románico? Son el carácter simbólico
de sus representaciones, la atemporalidad, la bidimensionalidad, el uso de la
línea cerrada, los colores planos, la figura humana de canon generalmente
corto, rostro muy expresivo en el que se destacarán los ojos, reforzada su
mirada por la unión de cejas y nariz, con recurrencia permanente a la ley
de frontalidad.
Creo que
aquí se encuentra una de las claves más importante para entender la formación
de una cultura mestiza como no se dio en ningún territorio de conquista.
Los
hombres depredadores y depredados, los dueños de la tierra y los arrebatadores,
los conquistadores y conquistados poseían un sustrato intelectual común fundado
en el convencimiento de habitar un mundo teogónico, en que los hombres y los
dioses se relacionan permanentemente en sistemas de satisfacciones o castigos,
y en que los actos de la vida cotidiana adquieren frecuentemente un carácter
ritual. Estas características formales se hallarán en el arte mestizo, sobre
todo en la imaginería popular.
Posteriormente
las influencias europeas harán lo posible para borrar los rastros de
medievalismo o indigenismo, especialmente en el siglo XVIII y principios del
XIX con la "importación" del romanticismo y la creación de escuelas
de arte de neto corte europeo. Esto signará a las artes plásticas argentinas
durante casi doscientos años. Los constantes intercambios, las políticas
culturales, incluso la conciencia instalada en algunos períodos de nuestra
historia, que para ser verdaderamente artista se necesitaba un período de
formación en el extranjero (recordar "la escuela de París"),
consolidaron criterios de valoración estética muy alejados de aquellos que
constituyeron las primeras y populares manifestaciones plásticas criollas.
Florencio
Molina Campos aparecerá publicamente como pintor en 1926, en una sencilla
muestra que realizó por insistencia de sus amigos durante la exposición
ganadera de la Sociedad Rural Argentina. El éxito obtenido lo lleva a realizar
otras muestras de mayor importancia con lo que inicia su carrera plástica.
Viajes por EE.UU., trabajos con Walt Disney, Europa y países americanos,
conferencias, programas de radio, comentarios elogiosos en diarios y revistas,
no tuvieron la eficacia lograda por la feliz circunstancia de haber ilustrado
los almanaques de la empresa Alpargatas, durante los años 1931 al 36 y 1940 al
45.
Estos
almanaques fueron calificados como "la primera pinacoteca de los
pobres". No faltaban en las casas, boliches o negocios de los sectores
populares del país. Creo que una clave para entender el fenómeno Molina Campos
es abordar su obra desde dos caminos: a) análisis de los elementos formales y
b) observación crítica de su contenido.
Alberto Sorzio
LOS ELEMENTOS FORMALES
Podemos observar que Florencio Molina Campos utiliza los elementos formales de manera similar a las formas primitivas aludidas más arriba: 1) línea cerrada, que diferencia claramente la figura del fondo, tal como la usaron las culturas precolombinas y la sigue usando la imaginería popular.
2) El tratamiento del espacio es generalmente frontal. Elude el escorzo y en general la perspectiva. Su obra tiende más a la lectura continua, tipo friso, que a la ilusión de profundidad. La mayoría de sus figuras son realizadas de frente o de perfil y en algunos casos combinadas ambas posiciones en el mismo sujeto, lo que nos remite inmediatamente a la ley de frontalidad presente en toda la antigüedad.
Esta tendencia plana se refuerza con el uso casi general de horizontes muy bajos que acentúan la frontalidad y eluden la perspectiva.
3) En cuanto al color es más cercano al plano que al modulado. No hay preciosismos de pasajes, sino más bien una tendencia a cubrir de manera uniforme las superficies cerradas.
Las figuras, incluso las que aluden a movimientos violentos, parecen detenidas en el tiempo y suspendidas en el espacio, lo que lo aproxima más a las características paradigmáticas a que hago referencia.
Los rostros, manos y pies tienen las deformaciones expresionistas del arte precolombino y del arte románico. No deja de llamar la atención la expresividad de los ojos reforzada por el recurso de las cejas unidas a la nariz.
En cuanto a las direcciones predominantes en la composición, lo más frecuente es la dominancia de las horizontales que remiten a lo estático, lo inmóvil y por derivación a lo atemporal. Sobre este espacio pueden irrumpir verticales que van a generar una contradicción o una tensión en la obra. Las diagonales, frecuentes en sus trabajos, aumentarán esas tensiones. Pero tanto verticales o diagonales darán la sensación de estar apoyadas o colocadas con posterioridad sobre la superficie plana del cuadro, reforzando el estatismo de las figuras aludido más arriba.
Estas observaciones acerca del uso de los elementos formales en Florencio Molina Campos, no hace más que reforzar la idea de que su obra está más cerca del simbolismo que de la descripción realista.
EL CONTENIDO
Molina Campos trató todos los temas posibles de la vida del hombre rural argentino, sus trabajos, sus hábitos,su vestimenta, sus luchas, sus diversiones, sus sufrimientos, sus esperanzas. Representó diferentes tipos regionales. Por sus imágenes transcurre un largo siglo de historia argentina: el indio, las guerras civiles, la pampa libre y el alambrado, la inmigración, el progreso, el incipiente urbanismo, el guampudo y la lechera, el juego del pato y el polo, la marginalidad del matrero y el esfuerzo de la maestra, la vida y la muerte.
Pero en definitiva, lo que representa es la lenta desaparición del gaucho, perseguido políticamente, utilizado para todos los esfuerzos, marginado socialmente, incomprendido en su forma de vivir y de pensar. Libre por esencia, solo es posible su existencia en la descomunal geografía de nuestra patria, donde es posible el incendiao, la sequía, la inundación o la nieve.
Molina Campos no pintó patrones: sus personajes son gente de trabajo más o menos ricos, sin protagonismos políticos. Son seres anónimos aunque tengan nombres: Celesto Aguilera no deja de ser un capataz, ni Tiléforo Areco un resero. Son sus oficios los que los definen.
En su mayoría sus personajes no dialogan entre sí y es frecuente cierto gesto de seriedad reconcentrada. La sonrisa generalmente está reservada para los caballos. Y hablando de caballos, los representados por Molina Campos son los típicos animales criollos con las deformaciones propias de las duras condiciones del trabajo rural.
Considerando todo lo dicho, creo que circunscribir su obra al ámbito de lo humorístico, es desviarla de su auténtica intencionalidad. Lo mismo opino de su carácter costumbrista. No quiero decir que ambas características estén ausentes de su obra. Mas aun creo que el autor usó permanentemente ambas posibilidades como recurso distractivo de su auténtica intencionalidad creando de ese modo una iconografía (casi digo "imaginería") apta solo para una lectura comprensiva e identificatoria, por aquellos hombres y mujeres actores pasivos del drama de la desaparición del gaucho.
No es un dato menor considerar que Florencio Molina Campos nunca fue reconocido como un artista digno de figurar entre los hacedores del arte argentino. Recién en los últimos años algunas historias del arte le dedican unos renglones pero sin arriesgar opiniones. A pesar de las innumerables críticas elogiosas de los medios de su tiempo tanto nacionales como extranjeros, no integró Molina Campos el circuito de los artistas plásticos que el mundo de la cultura consagraba y consagra como dignos pilares o jalones de nuestro desarrollo artístico.
Fue de alguna manera un marginal, sin serlo ni por su origen ni por su cultura. Pero cometió el pecado de no transitar el período iniciático de la formación en Europa, no pertenecer a ninguna corriente académica o vanguardista de su época. ni pintar como el circuito urbano-cultural consagraba. Por el contrario, apeló a recursos expresivos y compositivos de las artes populares ya descriptos al inicio de esta exposición.
La feliz combinación de los elementos formales con el contenido hicieron que su obra sea un reflejo paradigmático y simbólico del pueblo gaucho en desaparición. Su obra como insinué más arriba, tiene algo de imaginería. No es otra la función que cumplían sus viejas hojas de almanaque en las humildes paredes de ranchos y boliches, compartiendo muchas veces el lugar con alguna estampita de devoción popular.
Florencio Molina Campos, más allá de lo que imaginó y se propuso, realizó una obra irrepetible que, como dije al titular estas reflexiones, sigue aún en cierta medida desconocida. No existe un estudio profundo de ella. Cierta moda de los últimos tiempos en reimprimir sus imágenes, que pareciera más ligada a intereses económicos o turísticos, no se si ayudan a conocer mejor su obra o si operan en una dirección de alejamiento, lo implica a su vez alejarnos de la comprensión del hombre argentino.
El breve espacio de esta exposición no me permite profundizar los temas propuestos, pero espero sirva para generar una mirada más comprensiva de la obra del gran artista que fue Florencio Molina Campos.
Ver catálogo oficial de Molina Campos
Opinión
Considero que hay dos argentinos "del mundo de la Cultura" que cruzaron una histórica frontera imaginaria que crearon los presuntos "entendidos" en materia de pintura, música, poesía, literatura y otras expresiones espirituales.
Que
el pueblo no está preparado para entender
a Petorutti, Picasso, Bach, Quiroga, Hernández y tantos más, que cierto "poder" expresa directa o indirectamente, es un argumento que se cayó estrepitosamente en los casos de las obras de José Hernández y su Martín Fierro y de Florencio Molina Campos y todas sus pinturas, sobre todo en las que aparece su personaje Tiléforo Areco.
El éxito editorial de "El gaucho Martín Fierro" se basó en su aceptación masiva por parte de los gauchos del Siglo Diecinueve que no sabían leer ni escribir y el de Molina Campos en la aprobación de la peonada del Siglo Veinte, heredera directa de los "vagos y mal entretenidos" del diecinueve.
Quizá la razón para decir que José Hernández no era "un buen escritor y poeta" y que Molina Campos no fue un "artista plástico" tenga origen en una cuestión de orden comercial, ya que quienes hicieron exitosos a esos dos creadores no son, en su inmensa mayoría, visitantes de galerías de arte o de librerías.
El profesor Alberto Sorzio es pintor, ejerce la docencia en el I.U.N.A. (Instituto Universitario Nacional del Arte, Area Folklore) y ha ocupado, entre otros, el cargo de Subsecretario de Cultura de la Provincia de Buenos Aires.
Ricardo Luis Acebal.
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