Dicen que dicen...
que en una pequeña chacra
vivía un gallo al que llamaban Gallardo, y que era esta un ave de buen porte,
roja la cresta y plumaje brillante. El gallo solía pasearse orondo por el
gallinero, que no estaba lejos de una huerta y al que le daban sombra unos
álamos altos y formidables refrescando un poquito el calor del verano, que
había llagado irrefutablemente.
Gallardo era el que con su canto anunciaba
el alba ni bien el sol asomaba.
Claro que lo que gallardo ni imaginaba era
que Don Juan, el zorro, que como todo zorro era astuto, pensaba en engullírselo y porque no, a su
séquito de gallinas.
Así era que, el zorro, hacía tiempo que
rondaba el gallinero buscando alguna artimaña para sorprender al gallo.
Cierta tarde, en que el sol caía a plomo
sobre el gallinero, Juan se acercó sigilosamente, y poniendo voz melosa llamo
al gallo, Gallardo que era muy curioso, ante la voz convincente de Don Juan, se
acercó más de lo que debía.
Entonces el zorro dijo : - Vení, no tengas
miedo, ¿te has enterado de la nueva ley en vigencia?, es una gran noticia, ayer han firmado una ley
que dice que ya no debe haber enemigos, que ya nadie debe comerse a nadie,
ahora debemos ser amigos.-
Gallardo era un poco tonto y fue
directamente hacia Juan, con las alas extendidas en son de paz.
Don Juan, ante el descuido del gallo, se
abalanzó sobre el incauto sosteniéndolo por el pescuezo y en un segundo, corría
bajo los árboles, esperando el momento para desplumarlo.
En su alocada carrera, sin abandonar su
presa, Juan se detuvo debajo de un árbol enorme donde se encontraba una
inquieta y bullanguera bandada de loros.
Eran los loros más coloridos y
alborotadores que Gallardo había visto, las voces chillonas se hacían escuchar
en la tarde silenciosa.
El gallo se dijo:- ¡mejor que piense algo
rápido!-, - ¡ya sé! -, se dijo.
Entonces, ni lerdo no perezoso empezó a
gritar: - ¡el astuto zorro Juan capturó a Gallardo , Juan quiere comerse al
pobre gallo!
Los loros comenzaron a repetir lo que el
gallo vociferaba.
Fue así, que el gallo envalentonado, volvía
a repetir su discurso.
El zorro estaba enojado con los loros
parlanchines que ponían de manifiesto su mala intención, avisándole a todo el
mundo lo que estaba sucediendo.
Gallardo tuvo que pensar con prontitud, el
zorro apretujaba con fuerza su cuello y apenas podía emitir sonido, pero casi
entre dientes alcanzó a decir: - ¡deciles Juan, deciles!
-Loros metidos, chusmas, chismosos, ¿qué se
meten?, dale Juan contestale a esos loros chillones -.
Ya enervado el zorro, que se veía entre dos
flancos, por un lado gallardo y por el otro la bandada de loros.
-¡Cállense plumosos meteretes!, ¡ que les
importa! -
Pero al abrir la boca el pícaro gallito
aleteó, tomó impulso y salió volando refugiándose en una de las ramas más altas
del árbol y al verse lejos de las garras de Juan vociferó a viva voz :-Dispará Juan se acercan
los cazadores, traen poderosas armas y perros con filosos dientes, pelos erizados
y barbas largas! , ¡ apurate ¡-, ya están muy cerca-.
Los loros al escuchar el discurso de
Gallardo volvieron a repetir:- dispará Juan, se acercan los cazadores! -
Juan al escuchar las malas nuevas, moría de
miedo, ahora era él quien corría peligro y aterrorizado preguntó por dónde
venían los malditos cazadores
Desde el
norte, dijo tranquilo Gallardo-, y los
loros repitieron a coro, desde el norte.
Sin pérdida
de tiempo, el zorro huyó en polvorosa hacia el sur, claro que lo que el pobre
Juan no sabía que había sido engañado y al cruzar el montecito una jauría lo
acorraló.
De esta forma, el zorro Juan fue atrapado
por los cazadores
Gallardo agradeció a los loros por la ayuda
y enfiló derechito para el gallinero donde un séquito de gallinas lo recibieron
alborozadas.